-12 GMT -11 GMT -10 GMT -9 GMT -8 GMT -7 GMT -6 GMT -5 GMT -4 GMT -3 GMT -2 GMT -1 GMT 0
GMT
+1 GMT +2 GMT +3 GMT +4 GMT +5 GMT +6 GMT +7 GMT +8 GMT +9 GMT + 10 GMT +11 GMT + 12 GMT
                                                 
                                                 

Aeropuerto de Madrid Barajas (España) (I)
Aeropuerto de El Altet, Alicante (España) (I)
Aeropuerto de El Prat, Barcelona (España) (I)
Aeropuerto de Berlín (Alemania) (I)
Aeropuerto de Cuatro Vientos, Madrid (España)
Aeropuerto de El Altet, Alicante (España) (II)
Aeropuerto de La Coruña-A Coruña (España)
Aeropuerto de Nápoles (Italia)
Aeropuerto de Madrid Barajas (España) (II)

Aeropuerto de El Prat, Barcelona (España) (II)
Aeropuerto de Foronda, Vitoria-Gasteiz  (España)
Aeropuerto de Frankfurt am Main (Alemania)
Aeropuerto de Berlín (Alemania) (II)
Aeropuerto Marco Polo, Venecia (Italia)
Aeropuerto de Madrid Barajas (España) (III)
Aeropuerto de Monflorite, Huesca (España)
Aeropuerto de Badajoz (España)

 
Hacia el Norte
La Tierra a las 0:00 GMT. Inicio. Hacia el Este
Hacia el Sur

 

  

Tormenta Solar

Aeropuerto Madrid Barajas (España)
01:00:00 (+1 GMT, 01.11.00)


Desde hace años utilizo el puente aéreo Madrid-Barcelona, a pesar de la eficiencia del tren de alta velocidad, siempre me ha apasionado volar. Al menos dos veces al mes por motivos de trabajo viajo a Barcelona, así que embarco en el aeropuerto de Barajas y aparezco en la ciudad Condal en poco más de una hora. No es el ahorro de tiempo lo que me induce a volar, es la sensación de plena libertad que me produce ver el mundo —desde los ojos de Dios— como dicen en una película cuyo título he olvidado entre las brumas de mi memoria.

Este mes se presenta difícil en cuanto a reuniones, así que he decidido prescindir de disfrutar el día 1 de noviembre festivo y desplazarme a Barcelona un día antes. Tengo varios asuntos pendientes, el que más me preocupa es retomar una conversación que dejé a medias con Ángela; no tenemos muy claro qué es lo que nos une pero, de lo que no cabe duda, es que algo más que una amistad tradicional si hay. La llamé por teléfono y le propuse una comida a orillas del mar el día uno de noviembre, no suelo tener demasiado tiempo libre cuando viajo a Barcelona, el trabajo me absorbe por completo. Ella se mostró encantada con la idea.

Pero aquí estoy, atrapado desde hace más de ocho horas en el aeropuerto de Barajas. Son las doce de la noche y a estas horas debería estar en mi hotel preparando la reunión del día 2, para poder disfrutar de mi comida y posterior sobremesa con Ángela, pero... contrariamente a mis planes permanezco aquí sin saber el por qué ni cuál será el desenlace de este viaje. El aeropuerto a estas horas está atestado de gente que, al igual que yo, ve sus planes truncados y que poco a poco comienzan a ponerse nerviosos.

Me acerco por enésima vez al mostrador de información, aunque más bien yo diría desinformación, las señoritas que atienden al público no saben muy bien qué es lo que pasa, se limitan a esbozar una falsa sonrisa y decir: —no se preocupen, todo se solucionará prontamente y podrán tomar sus vuelos—. El ambiente se crispa por momentos, sobre todo cuando un matrimonio de mediana edad se acerca a voz en grito —¡Mi hija se casa

mañana!— Un periodista me coloca un micrófono en la boca y me pregunta: —¿Sabe usted que es lo que pasa? ¿Trastoca esto sus proyectos inmediatos?— Me limito a no responder, me encojo de hombros y respondo: —Algún problema habrá—. Si el problema se solucionase con una protesta estaría el primero en el mostrador de reclamaciones, pero la experiencia me demuestra que en estos casos lo mejor es tener paciencia. Tengo un amigo que dice que la impaciencia es el peor pecado. Me da la sensación de que las encargadas de información saben algo y no quieren decirlo para no alterar más a los pasajeros.—Señoras y señores —la voz nasal a través de los altavoces del aeropuerto hizo que todo el bullicio acallase repentinamente —la dirección de este aeropuerto, después de ponerse en contacto con varios aeropuertos internacionales les comunica que hasta nuevo aviso queda paralizada cualquier actividad aérea en todo el mundo, se ha producido una tormenta solar que ha colapsado las comunicaciones internacionales. Les rogamos mantengan la calma, estamos a su disposición para todo aquello que necesiten. En estos momentos se están estudiando soluciones alternativas. Muchas gracias—.

Creo que me tocará esperar bastantes horas, así que, arrastrando mi pequeña maleta, me acerco a la cafetería, tras la barra está Olga, la conozco desde hace años, me mira sonriendo: —parece que es usted el único que no está nervioso, D. Santiago—.

—¿Ganaría algo con ello? —sonrío — ponme un cafetito de los que me tomo yo. Voy a sentarme en la mesa más apartada y encender mi ordenador portátil, a ver si consigo preparar algunos trabajillos mientras buscan solución al problema—.

Suena el móvil, en la pantalla identifico el número de Ángela, ha escuchado la noticia por radio y está nerviosa. ¡Ella también! Intento tranquilizarla, no hay motivos para estar nervioso, me quedaré varios días en Barcelona, si no podemos comer juntos mañana lo haremos otro día. Parece que ante esta expectativa se relaja un poco.

La voz nasal de los altavoces del aeropuerto me despierta, me duelen todos los huesos, me he quedado dormido a manos de mi pequeño portátil al que se le ha descargado por completo la batería.

—Señoras y señores, nos es grato comunicarles que han sido restablecidas las comunicaciones, afortunadamente la tormenta solar ha finalizado y en breve se reanudará el tráfico aéreo. Lamentamos todas las molestias ocasionadas— .

Es día uno de noviembre, son las nueve de la mañana, hace un día espléndido y mi avión se eleva suavemente sobre Madrid rumbo a Barcelona, a orillas del Mediterráneo.

Podré terminar mi charla con Ángela.

 

Susana Conde

mapa · autores · creditos · ariadna rc

··· cerrar ventana ···