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Aeropuerto de Madrid Barajas (España) (I)
Aeropuerto de El Altet, Alicante (España) (I)
Aeropuerto de El Prat, Barcelona (España) (I)
Aeropuerto de Berlín (Alemania) (I)
Aeropuerto de Cuatro Vientos, Madrid (España)
Aeropuerto de El Altet, Alicante (España) (II)
Aeropuerto de La Coruña-A Coruña (España)
Aeropuerto de Nápoles (Italia)
Aeropuerto de Madrid Barajas (España) (II)

Aeropuerto de El Prat, Barcelona (España) (II)
Aeropuerto de Foronda, Vitoria-Gasteiz  (España)
Aeropuerto de Frankfurt am Main (Alemania)
Aeropuerto de Berlín (Alemania) (II)
Aeropuerto Marco Polo, Venecia (Italia)
Aeropuerto de Madrid Barajas (España) (III)
Aeropuerto de Monflorite, Huesca (España)
Aeropuerto de Badajoz (España)

 
Hacia el Norte
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Aeropuerto de Nápoles (Italia)
01:00:00 (+1 GMT, 01.11.00)


Me pregunto qué hago aquí, en mitad de la noche rodeado de gente extraña que desea estar en otro lugar, igual que yo. Al menos ya tenemos algo en común. ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué esperamos? A ratos todo me parece absurdo, esta espera sin sentido. Me siento ridículo después de haber corrido de un lado para otro con el temor de haberme olvidado un objetivo o una de las películas en el hotel, o en el taxi, rebuscando en los bolsillos apresuradamente un montón de liras para pagar al taxista con el temor de llegar tarde o de haber perdido el pasaporte, para luego encontrarme con esto. Se me hacía extraño ver tanta gente en un aeropuerto a estas horas de la noche. Ni siquiera sé por qué elegí este vuelo de madrugada en vez de viajar por la mañana como las personas civilizadas. Claro que entonces no hubiera llegado a tiempo al laboratorio para revelar las fotografías. Siempre llego tarde. Esta vez tendré que vender las fotos a otra revista a no ser que esperen un mes para sacar el reportaje de los volcanes. Tal vez este retraso inesperado sea mi salvación porque tendré un pretexto. De otro modo dudo de que hubiera llegado a tiempo a coger el avión. Casi me ha aliviado el comprobar a la carrera que en las pantallas había escrito, junto a mi vuelo, delayed. Sin embargo un poco más tarde he caído en la cuenta de que todos los vuelos estaban retrasados, no sólo el mío. Por eso hay tanta gente. Perderé la conexión de mi próximo vuelo en Milán. Ya llevamos aquí dos horas. La gente se ha quedado dormida en los bancos, los asientos, las esquinas. Sólo hay abierto un buffet en el que se han debido de acabar ya las existencias. Lo que más abunda son los turistas, algunos duermen sobre sus mochilas, despreocupados. Y mendigos que han venido aquí a dormir porque empieza a apretar el frío. Y perros vagabundos de miradas lánguidas, nunca había visto tanto perro vagabundo, se acercan a ti desesperados en busca de cualquier migaja. Yo no puedo dormir. He tomado algunas fotos de personas durmiendo pero ahora me siento culpable, un poco inmoral. Creo que les he robado un instante de intimidad que les pertenecía; aunque no he podido resistirme ante esos dos niños, o ante la pareja de ancianos arrugados y enjutos que parecen salidos de un pueblo de Sicilia. No sé muy bien qué ocurre. Por los altavoces han repetido varias veces que se trata de un problema técnico, un fallo en las comunicaciones, creo, y que los aviones no pueden despegar. Pensaba que algo fallaba en la torre de control, pero esto va más allá. No funciona internet ni los teléfonos móviles. He visto ya unos cuantos hombres de negocios encorbatados desesperados por no poder usar su móvil o su ordenador portátil para pedir auxilio al exterior. Cómo me alegro de ser fotógrafo en momentos como éste. Aunque la verdad es que esto se está haciendo demasiado largo y ya empiezo a tener sueño. Se me han terminado los carretes así que ya no haré más fotos. No sé qué hacer con la cámara. Debería dejarla en la consigna por si me quedo dormido, pero luego tal vez haya mucha cola para recogerla cuando la situación se normalice. Espero que no pasemos aquí toda la noche... Cómo saldrán las fotos... el Etna, un gigante amenazador nevado, algunas fumarolas humeantes, esta semana estaba en calma... el Vesubio, demasiado civilizado hasta que se desprende de sus ataduras como un rebelde furioso, demasiadas nubes para mis fotografías; pero el Stromboli... con sus estallidos como fuegos artificiales y el magma brillante en la oscuridad. Casi me parecía ver a Ingrid Bergman ascendiendo por su ladera al anochecer en aquella película de Rossellini...

 

Elena Buixaderas

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