Y el
mareo sigue. Querría bajar a Wings para tomar algo. En realidad son
mis nervios, mis ganas de masticar combinadas con la nausea de tragar.
Nunca había considerado que ésta condición se diera, es raro así,
pero siempre me han gustado los niños, creí que eran mitos, y se
suponía...
El del
traje café me sigue mirando, le llama la atención mi cara que ha de
estar tan pálida. Ya no haya ni qué leer en su periódico, él como
la mayoría no saben de qué se trata y la que servía café no les
sabe informar, los monitores dejaron de transmitir los horarios. Me
hubiera gustado nunca haber salido de Monterrey, nunca haber bromeado
con coraje, y por último nunca haber insultado.
-
Disculpe, perdón, ¿sabe algo de esto? O sea, por sus audífonos,
¿puede escuchar noticias, cuánto durará?
- No. Son de disco, son sólo para escuchar discos. Además, tampoco
se podría escuchar nada en el radio.
- Ah, sí. Tiene razón. ¿Ya le había pasado o alguna vez supo..?
- No, para nada. De hecho, que yo sepa nunca había ocurrido así, y
no sé qué más pase o cuánto dure. Disculpe, tengo que ir al baño.
La zona
duty free está cerrada pero todos los empleados siguen ahí, la gente
vaga por los pasillos. Es increíble que esto haga las caras tan
iguales, serias pero con un dejo de temor, tan susceptibles al
pánico, como algo ancestral, y casi se puede respirar, sentir la
tensión, sobre todo después de la falla eléctrica, creo que
funciona la planta de emergencia. En el Wings siguen sirviendo.
-
Disculpe, sabe usted si, bueno, si van a decir algo...
- No, sé yo creo lo mismo que usted.
- ¿Alguien va a pagar por esto?
- Es difícil.
- Tenemos tres horas de retraso, no es normal. Tengo, como todos,
cosas que hacer, pero tampoco sé si seguir aquí o dejarlo. Qué mal
está no poder culpar a nadie.
- Supongo. Le recomiendo que regrese con sus niños, la gente se pone
violenta, alterada, mire cómo discuten con esos empleados. Eso no es
normal.
Casi
creí ver empujones. El baño no huele bien, es feo y podría estar
más limpio. Se preocupan por el retraso y no saben porqué o para
qué. Creo que no quiero orinar, ni vomitar. Pero sí un poco de agua
fresca en la cara. No, el problema no es el retraso, el no poder
partir, ni siquiera el no saber nada o no poder comunicarme. Odio
estos grifos electrónicos. El problema es que nunca debí de haber
partido y venido aquí, alejarme. Ni siquiera esto me impide pensar en
el niño, y en el silencio. Porque ella debería ser más... No hay
papel, también odio los secadores de aire caliente. En fin, nada
hubiera pasado estando allá, o quizá sí, si es que ya no me ama o
ama a otro. Pero eso no cambia nada, ni el mareo o la nausea porque
seguimos embarazados, o el que no hay manera de saber cuándo saldrá
el vuelo para Monterrey.
César
Manjárrez