Es un
día nublado, llovizna tenue que emana el cielo pidiendo venganza al
dolor de un dios olvidado. Entro a lo mismo al fango de este mundo
gris urbano, recorro toda las calles de esta metrópoli maldita, los
olores los humores es una desdicha a la tierra. Mi alma deja su pena
por fin abandona esta prisión monótona. Un viaje de esperanza a unos
nuevos horizontes, un nuevo empiezo y en la mano un boleto a la
libertad
Aeropuerto:
Ciudad de México
Fecha: 31 de Octubre DE 2000
Hora: 18:00:00
Destino: Monterrey
El
transporte malo como siempre lleno de almas pidiendo redención y
perdón... Gritos en todos lados es la sinfonía de este momento. Los
lujuriosos ojos del chofer empañan su remedo de lentes oscuros, y lo
malo que yo mismo no tengo lentes para ocultar mis instintos.
Por la
ventana de este transporte miro mi luz de esperanza llegue al
aeropuerto y me digo que pronto saldré de este lodazal, los
vendedores como depredadores buscan sus víctimas, pobres turistas que
llegan buscando descanso que en su hogar no tienen, pero lo que no
saben es que pronto ellos pedirán nunca volver a salir de sus casas
otra vez.
Me los
imagino estafados y burlados por la fauna de esta ciudad, coyotes y
buitres que buscan carne la cual devorar.
Y eso
me recuerda más mi determinación de huir de este lugar oscuro; son
las 4 p.m. y la llovizna se trasforma en lluvia, torrente de desechos
de un cielo mancillado por el tóxico de todos los hijos de dios.
Las
caras de cada viajero me indican su estado de animo, algunos como yo
escapan de vivir sus días en un mundo lleno de dolor y pobreza, otros
son los bendecidos por el destino guajolotes hinchados de soberbia
presumiendo su felicidad y su riqueza.
Pero
puedo apostar que estos mismos viven llenos de miedo pensando que
cualquiera les puede robar su felicidad.
Tengo
hambre y en mi bolsillo unas monedas que sacien mi dolor de tripas,
una torta mal hecha un refresco caliente una de las pocas ofensas que
me hace esta mendiga ciudad, pronto muy pronto saldré a mi libertad.
5 p.m.
el reloj de la sala de espera me hipnotiza y yo solo sigo el segundero
contando, contando mi libertad. Oigo truenos y la lluvia se desliza en
frenesí, granizo cae y la gente que esta en las calles, corren para
no ser escupidas por un dios furioso... de repente como un relámpago
crece un miedo en mi, no es dios sino esta maldita ciudad que trata de
intimidarme...
Diciéndome
a cada estruendo de aquí no sales, solo eres mío y nunca saldrás de
aquí.
Oigo a
la sobrecargo que pueden ser cancelados los vuelos.
Quedo
aterrado pienso y hago algo una burla cínica a mi vida... Me pongo a
rezar a un dios al cual tiempo atrás en unos momentos rechazaba y
vituperaba, 5:59 p.m. miro el reloj y mi sudor empapa todo mi cuerpo.
La voz
de la sobrecargo llega como el rayo que cae seca del aeropuerto... lo
sentimos los vuelos que dan cancelados por la tormenta.
No
puedo creer lo que escucho el reloj marca 18:00:00 y no puedo salir de
este lugar lloro, grito, enloquezco y maldigo mi suerte... le reclamo
a las edecanes a los encargados más solo escucho un lo sentimos no
podemos hacer nada.
Me
lleno de furia y como un animal salvaje golpeo a quien se pone
enfrente de mí, siento una oleada fría por mi espalda... un golpe
por un policía de seguridad caigo y solo escucho... llévenselo a la
delegación más cercana y todo se torna en negro
Despierto
en uno de los separos y de mi bolsillo saco mi boleto
Aeropuerto:
Ciudad de México
Fecha: 31 de Octubre DE 2000
Hora: 18:00:00
Destino: Monterrey
Me
pongo a llorar y grito y en eso... cállate pendejo no dejas dormir.
La ciudad me calla para siempre la boca...
Aarón
David Cuevas