El
Mercedes de color verde turquesa avanzaba por Matosinhos a toda
velocidad. Bajo ese vértigo los soberbios mosaicos de Porto se
sucedían como fogonazos aquella noche. "No le niego que tengo
prisa amigo, pero quisiera poder disfrutar de una semanita en Madeira
¿Entiende?". "Obrigado" me contestó el taxista.
"Ya.Ya. Obrigado. Pero tenga cuidado con esa curva hombre".
"Obrigado. Obrigado". Y dale, a que se pasa el aeropuerto el
tipo este. ¡Y yo que desconfiaba de los rastafaris que hacen portes
ilegales a las puertas del hotel! "¡Que no pasamos, joder! ¡Que
no pasam…". "¿Cuánto, mil quinientos escudos? Que sí,
que obrigado". ¡La leche, qué viajecito! y el "bacalao a
brassa" de esta mañana que no hay manera de digerirlo, y encima
el paranoico del taxista que me deja a cien metros de la entrada.
Veamos, llevo los escudos, el billete, la maleta de ante, el
pasaporte, el tabaco… ¡Joder, el tabaco! Y ahora a esperar media
hora en la duty free, porque es que el personal se pone frenético
cuando viaja en avión y venga a comprar chorradas. ¡Anda, una
batería de cocina de doce piezas, mira que baratita!, y ahí que se
va el tipo seis mil kilómetros arrastrando un menaje cuartelero de
diez kilos por medio mundo, y todo para tirarse el pingüi de que lo
ha comprado tirado de precio en la duty free de Porto. Ya te digo,
treinta mil escudos de acero de cañón.
¡Ding-dong!
¡Ding-dong! "Vuelo 969 a Madeira: Puerta 5" ¡Digo! Justo
al otro lado del aeropuerto. Bueno, ahora paso yo."Pi, pi, piiii".
"Cómo que deje el reloj, pero si es de plástico". Vale,
vale. Admito plástico como conductor eléctrico pero tome el ingenio
japonés y déjeme pasar. "Pi, pi piiii". "¿Cómo? Ni
hablar, el tabaco ni muerto lo dejo. ¿Qué hay interferencia por una
tormenta solar? ¡Te cagas! Escuche, si quiere lo abro aquí y nos
echamos unos pitos ¿vale? Pero déjeme pasar que pierdo el vuelo
agente. ¿Y si le digo que me han puesto tres marcapasos en el último
mes y que por eso me voy a Madeira a reposar y a huir del capullo de
mi jefe? Se lo juro, que el médico me ha dicho que nada de
sobresaltos, si acaso unos tientos de vino de Malvasía, pero con
moderación, eh. Palabra agente, que me tengo que ir; que esa
afeitadora es inofensiva. Pero ¿cuándo ha visto usted que un
terrorista secuestre un avión con una afeitadora de pilas? Venga, le
dejo el tabaco y las píldoras para la gastroenteritis, pero déjeme
marchar. ¿No ve que la gente se está arremolinando en la puerta 5?
¡Mire, mire si están zarandeado al sobrecargo de la compañía. Eso
que es que se han puesto a contar y han visto que falto yo. ¿Quiere
usted ser responsable de un levantamiento popular, o de una abducción
ilegal de pasajero en tránsito? Eso sí que es serio. ¡Se está
jugando la pensión, hombre de Dios! Usted sabrá lo que hace, pero
vienen hacia aquí, y los de la puerta tres también. ¡Uy! Le veo
chupando la tira de guardias en una Casa Cuartel del Alentejo. No le
digo más; y el de las ollas que trae un cabreo de órdago. Pero
bueno, adónde va todo el mundo. ¿Qué han cerrado el aeropuerto por
culpa de una tormenta solar? Y yo aquí media hora hablando con un
tipo que no ha entendido una sola palabra de todo lo que le he dicho.
¿Cómo? ¿Obrigado? ¡Ah! Si, si obrigado, obrigado, agente.
¡Maldita sea mi estampa! ¡Si me hubiera ido en barco!
En
fin, adiós Madeira. Adiós.
"Taxi,
taxi. Al hotel… ¿Usted otra vez? Qué suerte la mía. Bueno, bueno
usted sabrá, pero como me dé un viajecito como el de antes le decoro
la tapicería con un bacalao del país.
"Obrigado.
Obrigado".
Si,
si, obrigado. Luego me lo cuentas.
Antonio
Polo