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Michel de Houellebecq
LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES
BARCELONA, ANAGRAMA, 1999.La última novela de Houllebecq nos ha salido polémica. En Francia, defensores y detractores llevan meses tirándose los trastos a la cabeza por el libro en cuestión, lo que tampoco quiere decir mucho dado que la disputa intelectual es el deporte nacional francés muy por encima de la petanca.
Pero es cierto que el libro se presta a ello. Triste y cruel disección de lo que fue la herencia que el 68 dejó a sus hijos, y ya casi a sus nietos, disfrazada de novela de ciencia ficción, cuyo entramado real no se deja ver hasta el final, solución que, dicho sea de paso, me parece lo más flojo del libro, convierte a sus personajes, que somos, como pocas veces, todos nosotros, en pobres marionetas de un determinismo para el que ni siquiera la historia o lo económico resultan razones suficientes, lo que elimina cualquier posibilidad de revolución o redención, o no cualquiera. Quien elimine de sí la libertad, parece decir Houllebecq en un momento dado, está más cerca de poder soportar su vida. Algo de Dawkins hay en esta páginas, para temor nuestro.
En España, que, por si no se habían dado cuenta, no es Francia, apenas ha llamado la atención lo explícito del lenguaje sexual, el detallismo notarial de los párrafos pornográficos. Nada que comentar por mi parte, salvo que no desentona con el resto de lo escrito, con un estilo funcional, lejano a cualquier escuela preciosista o sucia, que convierte a Las Partículas Elementales en una auténtica novela de tesis, pesimista, triste, ácida.
Sospecho que es de lo que se trataba
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Basilio Rodríguez Cañada (Ed.)
MILENIO (ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ULTÍMISIMA EN ESPAÑA)
MADRID, SIAL, 1999
Comenzaré por los peros: Creo que faltan nombres, sobre todo algunos que forman parte de una lista de poetas imprescindibles que figura al final de la antología, sobre todo algunos que figuran en dicha lista como rigurosamente inéditos, siendo labor del editor, si tan dignos los considera, acercarnos sus poemas, obviamente imposibles de encontrar en el mercado (si es que en esto de la poesía hay tal cosa), y alguno más cuya ausencia resulta cuando menos curiosa, como es el caso del premio SIAL de poesía, que sale en la lista y no sale en la foto.
Cuestiones de selección aparte (tan dueño es el señor Rodríguez Cañada de decidir como yo de juzgar), creo que estamos ante una de las mejores antologías que he leído en mucho tiempo (véase reseña infra), que viene a demostrar que no todo en España, al final de este mal tiempo que nos ha tocado, es experto o diferente, que hay gente que se la juega por sus poemas y que se la juega en sus poemas, que aquí cabe todo y caben todos, y que mientras la lectura de un poema nos pueda hacer temblar, de estupor o de risa, que tanto da, vale la pena seguir internándose en libros y hojas sueltas. Muchos aciertos, algún que otro, inevitable, error. Permítanme que por afinidad y cariño me quede con Jaime Alejandre, Miguel Losada. Ignacio Serra y Francico García Prados. No son, por suerte, los únicos.
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José Luis García Martín (Ed.)
GENERACIÓN DEL 99
NOBEL, 1999.Más de lo mismo. Lo siento por los antologados, ellos no tienen la culpa. Al principio, el señor García Martín asombraba, luego asustaba; ahora aburre.
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Carlos Sánchez
EL INQUILINO INCÓMODO
ROMA, GEMINA, 1991Reconozco que ni la fecha ni el lugar de edición facilitan la consecución del libro, pero es costumbre del que esto hace, y de toda Ariadna, recoger el libro sin atenerse al criterio de novedad, sino al menos escurridizo de valor. Y El Inqulino Incómodo tiene valor, y mucho, y en cualquiera de los sentidos que quieran aplicarle a la palabreja. Nacido en Argentina, ciudadano italiano, profesor, fotógrafo, cineasta, Carlos Sánchez ha aprendido a recorrerse a sí mismo sin pasión, con ternura, con ironía, con lentitud, sin miedo. Pequeños poemas de trazo suave y elegante, esa elegancia de quien de veras ha vivido y saber revivir u olvidar según sea la ocasión. Es difícil no respirar la Roma de los cines y las tardes inacabables al abrir las páginas, y los otros muchos lugares de los que viene y los muchos lugares a los que no irá.
Ahora, Carlos Sánchez ha dado con sus huesos y sus poemas en España. Hay que empezar a buscarlo.
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Palabras entre dos fotografías
Inundaciones en Venezuela. Diciembre de 1999
por Antonio PoloTodo comenzó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los dioses no sabían hablar. Años de bonanza, embadurnados de dólares y petróleo, impidieron que los cielos descargaran su ira mientras los mortales (sin duda equivocadamente) seguían alternando con los moradores del Olimpo. Pero he aquí que un día se acabaron aquellos dones, y entonces los dioses prorrumpieron en un cloqueo victorioso que nadie supo interpretar. Vinieron luego años de aquiescencias que en realidad eran derrotas, y las laderas se llenaron de luciérnagas, torrenteras y desalientos, y la sospecha (ya sin duda razonable) se hizo realidad.
En aquellas mismas laderas, en las que las luciérnagas alumbraban lo que al principio se nos sugerían como mínimos palacios (a la sazón chamizos de argamasa y hojalata cubiertos por los tapices de la desesperanza), se fijó una noche de junio Rafael P. Castells que en la vigilia recita su poema de los desheredados, y le hizo una fotografía.
Desde el piso 14º del Hotel Hilton de Caracas la noche nos saludaba titilando con su húmeda cargazón, que nosotros interpretamos singularmente como dulce y festiva, y bajo la cual -supusimos también- sus habitantes estarían exhortando a los cielos alguna señal, (tal vez una palabra) al son de la bossa nova. Sin embargo, aquella fotografía solo existe en nuestra memoria porque a los príncipes desheredados que imploraban esa noche no les quedaban ya aliento ni para impresionar un miserable negativo.
Aliento, eso fue lo que nos faltó. Nos faltaron también palabras, la luna tierna que el asombro esconde tras una quebrada, el rubor marchito que devoran las orugas, y nos quedó un gesto desbordado en la depresión de las manos cuando la mañana nos escupió su insultante realidad. Y es que la torrentera (rotunda y amenazante) que se ha tragado pueblos enteros, parece haber sorprendido estos días el corazón de algunos venezolanos, aquellos que embadurnados de dólares y petróleo pasean ante la miseria como si tal cosa, como si aquellos "ranchitos" apuntalados unos contra otros sobre el filo imposible de todas esas laderas sencillamente no existieran. Sin duda, hay quien cree todavía que la miseria desaparece tan solo con cerrar los ojos.
Y esa fue la fotografía que definitivamente nos quedó, esa que Rafael no era consciente que tomaba sino que se nos metió por los poros una mañana de junio mientras nos invadía un asombro ceniciento que se asomaba por las quebradas, y que al final se apoderó de su cámara, tal vez con la esperanza de que -quien al conocer semejante espanto- hubiera podido evitar la agonía de más treinta mil venezolanos que hoy reposan bajo un infesto catafalco de barro.
Y por fin todo acabó con la certeza (ya sin duda evidente) de que los dioses no saben hablar.
Dibujo de Cristina Bergoglio
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Ray Loriga
TOKYO YA NO NOS QUIERE
1999Cuarta novela de este autor de convulsionara las letras españolas con "Lo peor de todo" obra que ha servido de ejemplarizante paradigma a una larga retahíla de jóvenes escritores con suertes diversas en el campo novelístico.
En esta su última obra, la acción nos ubica en un desolado y atropellado futuro, poblado de seres sin memoria, de seres sin pasado ni presente ni futuro que inventan la realidad mientras la viven.
El protagonista es un empleado de una multinacional distribuidora de drogas que cambia de ciudad como de corazón y sentimientos.
Loriga hace uso de las mimas dosis de nihilismo exasperante de sus obras anteriores, aderezado con los latigazos cortantes de su prosa bukowskiana. De manera que Loriga sigue estando muy enfadado pero ni sabemos porqué ni qué piensa hacer, novelísticamente hablando, se entiende.Reconozco que ni la fecha ni el lugar de edición facilitan la consecución del libro,
Antonio Clemente Bonilla
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Luis Landero
EL MÁGICO APRENDIZ
1999De nuevo Landero imanta nuestra imaginación con la posibilidad de creer y vivir en los sueños -por algo el aliento de su prosa es de un refinado cervantismo-, sin que importe lo injusto del desenlace, porque lo trascendental es vivirlos, sentirlos en la masa de la sangre como el protagonista.
Aquí, otra vez es un empleado gris y vulgar, como ya ocurriera en su primera obra Juegos de la edad tardía (una de las grandes novelas de los últimos años, más si cabe tratándose de una opera prima), que se crea a su medida un mundo paralelo de ilusión y quimera donde triunfar y así poder conquistar a la mujer de sus sueños.
Una vez más Landero nos cautiva con unos diálogos prodigiosos y sensibles, que caracterizan envidiablemente a los personajes (cosa no muy acostumbrada por estos pagos) y con una estructura lo suficientemente efectiva para que el ritmo no decaiga en ningún instante. Obra mayor.
A.C.B.
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