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    seis   invierno  tres

PORTADA :: MÚSICA PARA AEROPUERTOS :: EL LABERINTO

 

Todas la claves y el símbolo 

VersO
Anuncio por palabras
Juan Emilio Aragonés
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Acaso no la fiebre, sino el vuelo indefinible
David Foronda
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Los gusanos (parte I)
César Muñoz Gómez
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Yo no luché
Alvaro Muñoz Robledano
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Las brujas enseñan a los perros...
Alvaro Muñoz Robledano
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A veces siento pudor cuando escribo dominado
Rafael Pérez Castells
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Los plagiadores del cielo
Iván Silén
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Vuelo 422
Angel Maldonado
(Mención Especial del II Premio de Poesía Ariadna)
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Por qué del agua al agua hay...
Pablo Jiménez
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Como un Gato
Kike Silva
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Leyenda
Francisco de Molina

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Hijo de albañil
Salvador Moreno
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Apuntes
Epitafio de un suicida

José Ángel Calatayud

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Asesinato de Fernando Buesa y Jorge Díez 22.II.2000
Alberto Porlan
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El hombre que llamaba a Teresa
Italo Calvino

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Amar pronto
Anónimo

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Vida y obra de Reichwemmburger
Jesús Urceloy
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Diccionario para manejarse entre tiburones
Antonio Polo

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Persistencia
Adriano Perticone

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Sin título
Sonia García

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Tres años luz
Vicente Rosales Cuny
(Mención Especial del II Premio de Relato Ariadna)

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El emigrante
Ricardo Martínez Cantú
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La servidora
Deirdre Maultsaid y Pilar Sánchez Lapeña
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Las partículas elementales
Michel de Houellebecq
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Milenio (Antología de la poesía ultimísima en España)
Basilio Rodríguez Cañada (Ed.)
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Generación del 99
José Luis García Martín
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El inquilino incómodo
Carlos Sánchez

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Tokio no nos quiere
Ray Loriga
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El mágico aprendiz
Luis Landero
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Palabras entre dos fotografías
Inundaciones en Venezuela. Diciembre de 1999

Antonio Polo
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Michel de Houellebecq
LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES
BARCELONA, ANAGRAMA, 1999.

La última novela de Houllebecq nos ha salido polémica. En Francia, defensores y detractores llevan meses tirándose los trastos a la cabeza pLas partículas elementalesor el libro en cuestión, lo que tampoco quiere decir mucho dado que la disputa intelectual es el deporte nacional francés muy por encima de la petanca.

Pero es cierto que el libro se presta a ello. Triste y cruel disección de lo que fue la herencia que el 68 dejó a sus hijos, y ya casi a sus nietos, disfrazada de novela de ciencia ficción, cuyo entramado real no se deja ver hasta el final, solución que, dicho sea de paso, me parece lo más flojo del libro, convierte a sus personajes, que somos, como pocas veces, todos nosotros, en pobres marionetas de un determinismo para el que ni siquiera la historia o lo económico resultan razones suficientes, lo que elimina cualquier posibilidad de revolución o redención, o no cualquiera. Quien elimine de sí la libertad, parece decir Houllebecq en un momento dado, está más cerca de poder soportar su vida. Algo de Dawkins hay en esta páginas, para temor nuestro. 

En España, que, por si no  se habían dado cuenta, no es Francia, apenas ha llamado la atención lo explícito del lenguaje sexual, el detallismo notarial de los párrafos pornográficos. Nada que comentar por mi parte, salvo que no desentona con el resto de lo escrito, con un estilo funcional, lejano a cualquier escuela preciosista o sucia, que convierte a Las Partículas Elementales en una auténtica novela de tesis, pesimista, triste, ácida.

Sospecho que es de lo que se trataba

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Basilio Rodríguez Cañada (Ed.)
MILENIO (ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ULTÍMISIMA EN ESPAÑA)

MADRID, SIAL, 1999

 

Comenzaré por los peros: Creo que faltan nombres, sobre todo algunos que forman parte de una lista de poetas Milenio imprescindibles que figura al final de la antología, sobre todo algunos que figuran en dicha lista como rigurosamente inéditos, siendo labor del editor, si tan dignos los considera, acercarnos sus poemas, obviamente imposibles de encontrar en el mercado (si es que en esto de la poesía hay tal cosa), y alguno más cuya ausencia resulta cuando menos curiosa, como es el caso del premio SIAL de poesía, que sale en la lista y no sale en la foto.

Cuestiones de selección aparte (tan dueño es el señor Rodríguez Cañada de decidir como yo de juzgar), creo que estamos ante una de las mejores antologías que he leído en mucho tiempo (véase reseña infra), que viene a demostrar que no todo en España, al final de este mal tiempo que nos ha tocado, es experto o diferente, que hay gente que se la juega por sus poemas y que se la juega en sus poemas, que aquí cabe todo y caben todos, y que mientras la lectura de un poema nos pueda hacer temblar, de estupor o de risa, que tanto da, vale la pena seguir internándose en libros y hojas sueltas. Muchos aciertos, algún que otro, inevitable, error. Permítanme que por afinidad y cariño me quede con Jaime Alejandre, Miguel Losada. Ignacio Serra y Francico García Prados. No son, por suerte, los únicos.

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u5jh78·inicio

Generación del 99José Luis García Martín (Ed.)
GENERACIÓN DEL 99

NOBEL, 1999.

Más de lo  mismo. Lo siento por los antologados, ellos no tienen la culpa. Al principio, el señor García Martín asombraba, luego asustaba; ahora aburre.

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Carlos Sánchez
EL INQUILINO INCÓMODO

ROMA, GEMINA, 1991

Reconozco que ni la fecha ni el lugar de edición facilitan la consecución del libro, pero es costumbre del que esto hace, y de toda Ariadna, recoger el libro sin atenerse al criterio de novedad, sino al menos escurridizo de valor. Y El Inqulino Incómodo tiene valor, y mucho, y en cualquiera de los sentidos que quieran aplicarle a la palabreja. Nacido en Argentina, ciudadano italiano, profesor, fotógrafo, cineasta, Carlos Sánchez ha aprendido a recorrerse a sí mismo sin pasión, con ternura, con ironía, con lentitud, sin miedo. Pequeños poemas de trazo suave y elegante, esa elegancia de quien de veras ha vivido y saber revivir u olvidar según sea la ocasión. Es difícil no respirar la Roma de los cines y las tardes inacabables al abrir las páginas, y los otros muchos lugares de los que viene y los muchos lugares a los que no irá.

Ahora, Carlos Sánchez ha dado con sus huesos y sus poemas en España. Hay que empezar a buscarlo.

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p1wx04·inicio

Palabras entre dos fotografías
Inundaciones en Venezuela. Diciembre de 1999
por
Antonio Polo

Todo comenzó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los dioses no sabían hablar. Años de bonanza, embadurnados de dólares y petróleo, impidieron que los cielos descargaran su ira mientras los mortales (sin duda equivocadamente) seguían alternando con los moradores del Olimpo. Pero he aquí que un día se acabaron aquellos dones, y entonces los dioses prorrumpieron en un cloqueo victorioso que nadie supo interpretar. Vinieron luego años de aquiescencias que en realidad eran derrotas, y las laderas se llenaron de luciérnagas, torrenteras y desalientos, y la sospecha (ya sin duda razonable) se hizo realidad.

RanchitosEn aquellas mismas laderas, en las que las luciérnagas alumbraban lo que al principio se nos sugerían como mínimos palacios (a la sazón chamizos de argamasa y hojalata cubiertos por los tapices de la desesperanza), se fijó una noche de junio Rafael P. Castells que en la vigilia recita su poema de los desheredados, y le hizo una fotografía. 

Desde el piso 14º del Hotel Hilton de Caracas la noche nos saludaba titilando con su húmeda cargazón, que nosotros interpretamos singularmente como dulce y festiva, y bajo la cual -supusimos también- sus habitantes estarían exhortando a los cielos alguna señal, (tal vez una palabra) al son de la bossa nova. Sin embargo, aquella fotografía solo existe en nuestra memoria porque a los príncipes desheredados que imploraban esa noche no les quedaban ya aliento ni para impresionar un miserable negativo. 

Aliento, eso fue lo que nos faltó. Nos faltaron también palabras, la luna tierna que el asombro esconde tras una quebrada, el rubor marchito que devoran las orugas, y nos quedó un gesto desbordado en la depresión de las manos cuando la mañana nos escupió su insultante realidad. Y es que la torrentera (rotunda y amenazante) que se ha tragado pueblos enteros, parece haber sorprendido estos días el corazón de algunos venezolanos, aquellos que embadurnados de dólares y petróleo pasean ante la miseria como si tal cosa, como si aquellos "ranchitos" apuntalados unos contra otros sobre el filo imposible de todas esas laderas sencillamente no existieran. Sin duda, hay quien cree todavía que la miseria desaparece tan solo con cerrar los ojos.

Y esa fue la fotografía que definitivamente nos quedó, esa que Rafael no era consciente que tomaba sino que se nos metió por los poros una mañana de junio mientras nos invadía un asombro ceniciento que se asomaba por las quebradas, y que al final se apoderó de su cámara, tal vez con la esperanza de que -quien al conocer semejante espanto- hubiera podido evitar la agonía de más treinta mil venezolanos que hoy reposan bajo un infesto catafalco de barro.

Y por fin todo acabó con la certeza (ya sin duda evidente) de que los dioses no saben hablar.

Dibujo de Cristina Bergoglio

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d6vz93·inicio

Ray Loriga
TOKYO YA NO
NOS QUIERE
1999

Cuarta  novela de este autor de convulsionara las letras españolas con "Lo peor  de  todo"  obra  que  ha servido de ejemplarizante paradigma a una larga  retahíla de jóvenes escritores con suertes diversas en el campo novelístico.

En  esta su última obra, la acción nos ubica en un desolado y atropellado  futuro,  poblado  de  seres  sin  memoria,  de seres sin pasado ni presente ni  futuro que inventan la realidad mientras la viven.

El  protagonista  es  un  empleado  de una multinacional distribuidora de  drogas que cambia de ciudad como de corazón y sentimientos.

Loriga  hace uso de las mimas dosis de nihilismo exasperante de sus obras anteriores,  aderezado con los latigazos cortantes de su prosa bukowskiana. De  manera  que  Loriga  sigue  estando muy enfadado pero ni sabemos porqué ni qué  piensa hacer, novelísticamente hablando, se entiende.Reconozco que ni la fecha ni el lugar de edición facilitan la consecución del libro,

Antonio Clemente Bonilla 

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d6vz94·inicio

Luis Landero
EL MÁGICO APRENDIZ

1999

De nuevo Landero imanta nuestra imaginación con la posibilidad de creer y vivir  en  los  sueños  -por  algo  el  aliento  de su prosa es de un refinado cervantismo-,   sin   que   importe   lo  injusto  del  desenlace,  porque  lo trascendental  es  vivirlos,  sentirlos  en  la  masa  de  la  sangre  como el   protagonista.

Aquí,  otra  vez  es  un  empleado gris y vulgar, como ya ocurriera en su   primera  obra  Juegos  de  la  edad  tardía (una de las grandes novelas de los   últimos  años,  más  si  cabe tratándose de una opera prima), que se crea a su   medida  un  mundo  paralelo  de  ilusión  y quimera donde triunfar y así poder   conquistar a la mujer de sus sueños. 

Una  vez  más  Landero  nos  cautiva  con  unos  diálogos  prodigiosos  y   sensibles,  que  caracterizan  envidiablemente  a  los personajes (cosa no muy   acostumbrada por estos pagos) y con una estructura lo suficientemente efectiva   para que el ritmo no decaiga en ningún instante. Obra mayor. 

A.C.B.

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