Caminar por Madrid en los meses en los que un temprano ocaso nos confunde, puede tener sus riesgos. En mi caso, un paseo interminable para alejar mi mente de los sumideros de la conciencia, terminó repentinamente, frente a una librería ya desaparecida, en la calle Goya de Madrid. Allí un extraño personaje instalado junto a sus anaqueles, me habló de escritores y artistas olvidados para siempre, y me atrajo hacia las fauces de las criaturas que se esconden tras la puerta que da paso a un extraño laberinto.
En estas páginas, os hablaré de aquellos poetas que se adentraron en el laberinto a lo largo de los siglos, atraídos por la promesa de la belleza en todas sus formas, y que sólo encontraron la transformación de sus cuerpos y almas. Aquellos que terminaron formando parte del horror y la destrucción que alberga el laberinto del que desde entonces, forman parte.