JOSÉ MANUEL LUCÍA MEGÍAS
LIBRO DE HORAS
Madrid. Calambur. 2000
Hacía tiempo que no se hablaba tanto de un primer libro como de éste
en el que ahora me detengo, lo que resulta curioso, sobre todo si se tiene
en cuenta que no trae faja de premio ni padrinos ilustres, que yo sepa.
El Libro de Horas es un único poema dividido en dieciocho fragmentos
sin más título que la hora exacta en que el poeta se detiene para
contemplar aquello que le rodea, el día mismo desde las siete y media de
la mañana hasta la una de la madrugada, un día intencionadamente
lluvioso, anodino y oficinesco, en un Madrid con el que resulta difícil
reconciliarse, lo que, por cierto, también ocurre con el Madrid de
verdad, si es que Madrid es de verdad, cuestión que no hemos de debatir
ahora. O sí debemos. El poema está enfermo de cansancio, cansancio por
el amor lejano, por las calles lejanas, por las canciones lejanas.
Cansancio por la lejanía del mismo poema, que está en el poema como
deuteragonista de su transcurso, un tanto burlón y obcecado pero
insuficiente, como ese amigo del bueno que en la película llega siempre
tarde para ayudar en la pelea. Madrid no presta su paisaje al poema,
apenas un par de pinceladas permiten reconocer la ciudad, y lo mismo me
equivoco, pero sí su hostilidad, la necesidad constante de refugio, la
contradicción de ser caldo de poema y a la vez aplastar el poema, de
derrumbar los días que en ella se abren como quien sopla sobre un
castillo de naipes. Ninguna de las muchas críticas que el libro ha
tenido, todas elogiosas, lo que me parece muy justo, ha señalado esta
presencia de la ciudad concreta, prefiriendo contemplarlo como si fuera
una suerte de fábula existencialista, que pueda pertenecer a cualquiera y
en cualquier momento. Pero no creo que este poema busque tal
estilizamiento. Las horas de José Manuel Megías son estas mismas horas
en que yo escribo esta reseña y en que el despistado lector abre esta
página para curiosear lo que hoy despellejo. No puedo dejar de pensar que
tal día es real, que sigue siendo real como lo es José Manuel, que no ha
querido esconderse ni inventarse, y que se ha sacado de la manga de esta
perra vida un gran poema acerca de lo que nunca dejará de abandonarnos en
esta ciudad, en este preciso momento.
LOVAT