Unas reflexiones sobre arte infernal
por Fermín Castro

Hay artistas que trascienden el mero lenguaje pictórico y trasmiten un mensaje subliminar, una enseñanza oculta y que sólo se encuentra al alcance de unos pocos iniciados en el secreto.

Dentro del río fecundo de lo marginal, de lo extraño, de lo apartado podemos bucear hasta encontrar sus fuentes de nacimiento y sin lugar a dudas la obra de El Bosco constituye un paradigmático ejemplo de pintura codificada, de arte subyugado por una filosofía secreta.

¿Quién fue El Bosco? Su nombre era Hyeronimus Bosch y vivió a caballo entre el siglo XV y XVI, es decir fue contemporáneo de genios como Leonardo da Vinci, de Rafael Sanzio, de Sandro Botticelli, etc. Pero su obra no se parece a la de los renacentistas, al igual que su propio nombre, posee un regusto medieval, apocalíptico. La marabunta de personajes que anidan sus cuadros sólo puede encontrar un parecido en el folclore y leyendas japonesas, preñada de seres infernales y demoniacos. En sus cuadros, que parecen responder a un bestiario infernal, se entremezclan lobos y doncellas desnudas, lechuzas y cardenales, caballeros y campesinos lujuriosos, viejas desdentadas y ruinosas con lozanas jóvenes, extraños animales, perversos demonios y espíritus, todo en ello en un aparente caos.

En un  primer estrato su pintura refleja las miserias de su época (tan parecidas a la nuestra), donde expone los pecados capitales, la maldad y abuso de los poderosos, el poder del dinero, la supremacía de la violencia y el erotismo, etc. Pero hay que acercarse un poco más, raspad la primera capa, oler el penetrante azufre para sacar un poco de luz.

En definitiva, una primera exégesis nos enseña que El Bosco denunciaba en su obra los males de una Iglesia podrida y desvirtuada, arrojaba al público un mundo de depravación, de violencia,  donde se zambullían en el lodazal la aristocracia tiránica e insensible y la plebe zafia y vulgar hasta el hartazgo en una pocilga de pecado y animalismo. Pero esa intención de denuncia social, de interés moralizante oculta un propósito más profundo y certero constituido por mensajes codificados que protegían enseñanzas herméticas y agnósticas.

Tomemos como ejemplo su tríptico El jardín de las delicias, pintado hacia 1504, en una etapa de madurez. Lo forman (como no podía ser de otra forma) tres paneles, siendo el del centro más ancho que los laterales, estos representan el Cielo (el izquierdo) y el infierno (el derecho). El panel del centro muestra un claro horror vacui, no hay espacio donde no se haya pintado una escena, y, estas son composiciones extrañas, representan los pecados de la carne y se nos muestran los mismos de una forma harto repulsiva. La arquitectura parece haber sido diseñada por un lunático, hay numerosos personajes oníricos y repulsivos, siempre inquietantes. Los estudiosos han encontrado medio centenar de temas y subtemas en este abigarrado panel central, donde las escenas pueden tomarse desde una visión aislada o por el contrario como eslabones de una narración unitaria y llena de significado global.

Siempre que observo la obra de El Bosco siento un extraño vértigo, como un vacío interior, cierto tipo de nausea. ¿Ese era el efecto que perseguía  El Bosco? y si aceptamos esa hipótesis ¿Cuál era su intención? Algunos historiadores del arte han señalado la vinculación del mensaje de El Bosco con cierta secta cristiana que pregonaba que la creación del mundo no había sido realizada por Dios, todo lo contrario, aseguraban que este mundo era una parte del Infierno y que su creador había sido Satanás. Esa secta, que fue perseguida con sadismo por los poderes políticos y religiosos de su época fue el catarismo. Pero como ya sabemos el catarismo, que se refugió en el Mediodía francés fue aniquilado después de una cruzada que se dirigió contra ellos en el siglo XIII y cuyo capítulo más sangriento tuvo lugar en Montsegur en 1244 (último lugar dónde se pierde la pista del Santo grial, aunque esa es otra historia).

Si la obra El jardín de las delicias es un resumen de las enseñanzas cátaras, ¿podemos afirmar que dicha secta no fue aniquilada y que siguió perviviendo en la clandestinidad? Dicha hipótesis explicaría el encriptamiento, la codificación de la pintura de El Bosco que sólo podía ser plenamente comprendida por aquellos seguidores que habían escapado y sobrevivido en la clandestinidad.

 

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