PREMIO INTERNACIONAL DE RELATO PATRICIA SÁNCHEZ CUEVAS

PRESENTACION · CONTACTO · SEGUNDA EDICION



Adama

por Miguel Méndez Broncano


Accésit
2ª Edición Premio Internacional de Relato Patricia Sánchez Cuevas

 

Existió una vez una historia, hace mucho tiempo, tan larga que parecía no tener principio ni fin, y contada de forma tan sencilla que a todo el mundo pasaba desapercibida, tanto, que hasta se olvidaron de que estaba allí.

Era la historia de la vida, y nunca se acababa porque las almas de los que morían volvían a nacer una y otra vez, para acabar asuntos que habían comenzado en vidas anteriores, para reencontrarse con alguien a quién habían amado, o sencillamente porque ya tenían la costumbre de hacerlo.

Pero llegó un día en que ninguna de las almas tenía ya ilusión por vivir otra vez y las mujeres dejaron de tener hijos o los parían muertos porque ningún alma había querido habitar ese cuerpo. La vida era tan monótona que no quedaban cosas nuevas que hacer en las siguientes vidas y las almas se aburrían.

En esos tiempos los seres humanos eran muy sabios, porque mientras dormían el cerebro seguía aprendiendo cosas y así eran más sabios cada vez que se despertaban. Pero ni con toda su sabiduría consiguieron que naciese un niño vivo, porque ningún cuerpo puede vivir si no tiene alma.

Las almas habitaban en la tierra de los deseos, donde no existe la materia, todo está formado de pensamiento, y por ello todo es posible imaginándolo con fuerza; no es necesario andar de un sitio a otro, solo con desearlo las almas ya están en el lugar al que van, pueden estar en muchos sitios a la vez y no están atadas a las cadenas del mundo físico, no pasan hambre, ni sed, y nunca tienen sensación de dolor. Por eso no querían volver, habían vivido ya muchas vidas y estaban cansadas de este mundo.

El problema no se solucionaba y cada vez quedaban menos personas vivas, no nacían nuevos niños y las almas de aquellos que morían también preferían quedarse en el mundo de los deseos.

Los más sabios se reunieron para encontrar la manera de convencer a las almas para que volviesen a encarnarse como había ocurrido desde siempre y evitar que la raza humana cayera en el olvido, pero ni siquiera encontraban la manera de llegar hasta la tierra de los sueños y no avanzaban.
Hasta que un día se dieron cuenta, después de mucho pensar, de que ellos no podían encontrar la solución, porque eran muy ancianos y no les quedaba imaginación. Toda la sabiduría que poseían había encorsetado su mente y solo eran capaces de pensar en cosas reales y lógicas, habían desterrado hacía mucho tiempo lo imposible de sus pensamientos y por eso no podían ponerse en contacto con la tierra de los deseos. Eran mundos diferentes.

Solo un niño pequeño podía llegar hasta allí, porque los niños creen que todo es posible, lo creen así porque hace poco tiempo que vinieron y todavía se acuerdan de que hay un lugar en el que solo basta desear algo para que ocurra; pero a medida que crecen se les va borrando ese recuerdo y dejan de imaginar, algunos, hasta de desear.

Buscaron por todos los países y todas las ciudades al niño más pequeño que pudiesen encontrar, hacía mucho que no había nacimientos, así que casi no quedaba ninguno. La más pequeña que encontraron tenía 7 años y se llamaba Lagur.

Lagur había crecido sin amigos y sin hermanos, de hecho, era la única niña que quedaba en su ciudad, por eso tenía muchísima imaginación, porque los amigos que le faltaban se los había tenido que inventar.

Todos los días Lagur se inventaba nuevos amigos con los que jugaba a juegos que también ella se inventaba, pero tenía dos mejores amigos, los primeros que se inventó, que la habían acompañado durante toda su vida. Estos amigos se llamaban Amtsa y Abadón, y aunque recordaba haberlos imaginado a los dos en el mismo momento, eran muy diferentes entre sí, tanto, que solo en el momento de su creación fue cuando pudo juntarlos a los dos, solo cuando uno de ellos se iba era cuando aparecía el otro.

Amtsa estaba con Lagur cuando ésta estaba llena de energía, eso siempre sucedía por la mañana, con la primera luz, paseaban por el campo y les gustaba ver cómo se abrían las flores y los pájaros construyen sus nidos. Cuando estaba con Amtsa, a Lagur siempre se le ocurrían muchas nuevas ideas, planificaban todos los juegos nuevos a los que iban a jugar y todos los sitios nuevos que visitarían.

Hacían tantas cosas juntos, que cuando llegaba el final de la tarde Lagur siempre estaba muy cansada. Entonces era cuando Amtsa se iba y llegaba Abadón, cuando el sol empezaba a caer. Se pasaban muchas horas hablando y reflexionando sobre todo lo que ya había hecho, sobre todo lo que le había salido mal y repasando todas las ideas nuevas que había tenido con Amtsa; porque sólo de noche era capaz de diferenciar las buenas ideas de las malas y Abadón le ayudaba, él equilibraba el entusiasmo de Amtsa y enfriaba lo que el otro calentaba.

Así pasaba Lagur sus días y sus noches siempre acompañada, Lagur jamás dormía, sencillamente nunca había tenido sueño y no había sentido la necesidad de dormir; tampoco había tenido nunca padres, que ella supiera, por eso a nadie le preocupaba que no durmiese, porque nadie le había prestado nunca la suficiente atención como para darse cuenta de su presencia.

Hasta que llegó el día en que los sabios encontraron a Lagur y alguien le prestó por fin atención a la niña.

Adama es el nombre de la ciudad en donde se reunió el consejo de sabios, estaba tan lejos de la ciudad de Lagur que en el camino ella creció dos años. En realidad para los ancianos sólo pasaron 9 meses, pero eso fue porque ellos dormían mucho y consumían menos vida.
En el viaje le explicaron el problema a Lagur y porque ella era la única niña de su ciudad.

El día en que por fin llegaron a Adama, Lagur se compadeció de que en una ciudad tan bella no hubiera nueva vida que la repoblara.
Adama era el lugar más bello que había visto. Era una ciudad esférica, con abundantes y enormes fuentes de agua fresca, montañas, bosques y selvas; la naturaleza había volcado en Adama todos los paisajes que fue capaz de crear. Había zonas heladas cubiertas de hielo y otras donde abrasaban las arenas del desierto. En unos lados tenía altas cascadas enmarcadas por verdes plantas, mientras que un poco más allá la tierra sangraba por imponentes volcanes.

Adama merecía que la vida continuase sobre ella.

De entre todos los que aún quedaban en Adama, Rajmanut era el más sabio y el más anciano. Fue a precisamente a él, al más viejo, al que se le ocurrió la idea de buscar al más joven para solucionar el problema de las almas.

Lagur tuvo que esperar mucho hasta ser recibida por Rajmanut, porque al ser tan viejo a veces dormía días enteros, o incluso varios días seguidos. Pero mientras dormía pensaba, y cuando por fin recibió a Lagur ya se le había ocurrido la manera de convencer la las almas para que abandonasen la tierra de los deseos y quisieran volver a nacer en Adama.

Rajmanut SABÍA lo que había que hacer, pero la única que PODÍA hacerlo era Lagur.

El único problema era que en aquella época los hombres no sabían cómo llegar a la tierra de los deseos porque el camino aún no estaba hecho, como lo está hoy en día, Lagur tenía que recordar el tiempo en que había estado allí y seguir el mismo camino, pero claro, al revés.

Rajmanut le explicó a Lagur lo que debía hacer para convencer a las almas y después la dejó sola para que pudiese encontrar su propio camino de vuelta a la tierra de los deseos.

Lagur estuvo pensando durante muchísimo tiempo, todos los días se le ocurrían con Amtsa mil caminos para llegar y los mil los desechaba por la noche con Abadón. Así pasó día tras día creando caminos, que destruía por la noche.

Pasaron nueve meses sin que Lagur se dedicara a otra cosa que no fuese la misión que le había encomendado Rajmanut, cuando de repente un día, viendo el atardecer, a Abadón se le ocurrió un camino que aún no habían probado y que, estaba seguro, conduciría a Lagur hasta donde estaban las almas.

Abadón le habló de una puerta en el fondo del mar, donde el agua es negra, que es una de las puertas de entrada a la tierra de los sueños. Por allí podría llegar.

Como la idea se le había ocurrido a Abadón, Lagur pensó que era justo llevarla a cabo por la noche para que él pudiera acompañarla. Además Amtsa no había estado del todo de acuerdo cuando le contó la idea y recelaba un poco a cerca de la manera en que llegarían a la puerta que estaba en el fondo del mar. Pero desde que los creó, Amtsa siempre se había opuesto a lo que pensaba Abadón y Abadón a lo que proponía Amtsa.

En Adama había muchos mares entre los que elegir y Lagur estuvo pensando durante tres días más cuál podía ser el mar en el que contuviese la puerta debajo de sus aguas, había perdido ya mucho tiempo y no quería perder más. Después de considerarlo muy bien, Abadón concluyó en que daba igual el mar que eligiesen porque seguramente encontrarían el camino que buscaban.

Esa misma noche Lagur empezó a nadar mar adentro acompañada por Abadón. Nadó todo lo que pudo, pero por más que metía la cabeza para mirar debajo del agua, la puerta no aparecía. Siempre Abadón le animaba a nadar más adentro y Lagur seguía buscando sin encontrar nada. Tanto nadó que llegó un momento en el que no pudo nadar más. Entonces Abadón le soltó la mano y Lagur se hundió hasta el fondo del mar, donde las aguas son negras. Dejó de respirar, el corazón se le paró….y entonces encontró la puerta.

Supo que estaba muerta no porque tuviera miedo o pena, sencillamente sabía que estaba muerta porque su cuerpo era la primera vez que dormía.

Entonces apareció en medio de las almas porque ahora ella formaba parte de su mundo, era un alma como ellas y les habló. Les contó cómo la vida se apagaba en Adama y como condenaban al olvido a la especie humana.
Las almas se apenaron mucho de las consecuencias de sus actos, pero aún así, no querían abandonar la tierra de los deseos y Lagur les ofreció la promesa de Rajmanut: las gentes de Adama darían libertad a sus almas todas las noches para que pudiesen volver a su tierra si lo deseaban a cambio de que ellas volviesen a encarnarse y los niños volviesen a nacer.

Las almas se reunieron para discutir y tomar una decisión. Aceptaron, volverían a encarnarse, todas menos Lagur, que como nunca había dormido en vida no podría dejar su alma en libertad; ella se quedaría allí para siempre sujetando la puerta para que no se cerrase y las almas pudiesen volver a sus cuerpos después de la noche.

Así fue como los hombres empezaron a soñar, ya no pensaban mientras dormían como había hecho el sabio Rajmanut, sino que durante la noche su alma vuela a la tierra de los deseos, que a partir de entonces se llamó de los sueños, donde todo es posible si lo deseas con fuerza y donde Lagur por fin encontró amigos para jugar a todos los juegos que fue capaz de imaginar.

 

GLOSARIO DE TÉRMINOS HEBREOS

ABADÓN: Destrucción
ADAMA: La Tierra
AMTSA: Creación
LAGUR: Vida
RAJMANUT: Humanidad

©  Miguel Méndez Broncano

 

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