PREMIO INTERNACIONAL DE RELATO PATRICIA SÁNCHEZ CUEVAS

PRESENTACION · CONTACTO · SEGUNDA EDICION



El relevo
por Roberto Cabanas Hurtado


Tercer Premio  (ex-aequo)
2ª Edición Premio Internacional de Relato Patricia Sánchez Cuevas

 

© Ilustración P.Díaz Del Castillo

 

Pablo acababa de atrancar la cancela, colocar la cadena y cerrar el candado. Con la seguridad que da la práctica comprobó la sujeción del conjunto agitando la puerta de un lado a otro.

“No, no se abre ni queriendo” pensó, mientras se dio la vuelta y se dirigió a la garita de la obra en la que iba a pasar otra noche de guardia. A continuación, y ya en la oficina, tomó el parte de trabajo y anotó la hora de cierre de la puerta de la obra, como cada día.

Diez años habían pasado desde que ingresó en la empresa de seguridad en la que trabajaba. Diez años durante los cuales había pasado por todos los puestos en los que un vigilante jurado podía desempeñar su labor y, hasta el año anterior, le había ido lo bastante bien como para que le hicieran encargado de zona.
Pero la facilidad con la que aparecen enemigos cuando tu jefe te aprecia y lo guapas que son algunas compañeras te pueden cambiar la vida a una velocidad pasmosa. El soplo que dieron al Supervisor y la pillada con Julia en los vestuarios hicieron el resto; pérdida del puesto de trabajo y despido inmediato, que gracias a algunos contactos, al final se quedó en readmisión con sueldo base y destierro al peor destino posible.

Así que después de diez años se encontraba de plantón en esta obra en medio del campo, que en condiciones normales, no debería tener ni vigilante nocturno.

La obra consistía en la restauración de una iglesia románica catalogada como de interés artístico. Los métodos para conseguirlo eran algo más sofisticados de lo habitual, por lo que los materiales que había que utilizar eran más valiosos que de costumbre. Como además la obra estaba bastante a trasmano, los acopios de material eran importantes.

Y aquí era donde entraba Pablo como defensor de la integridad de esos acopios frente a la rapacidad de los chamarileros y merodeadores nocturnos. Patético.
Como todos los días, y antes de hincar el diente al bocadillo que hacía las veces de cena, Pablo tomó la linterna para hacer su primera ronda (y muy habitualmente la única) de la jornada por la obra. Siempre la hacía nada más entrar para comprobar que todo estaba en orden y poder así vegetar en la garita el resto del turno con cierta tranquilidad.

De entre todas las zonas de la obra, la que más le gustaba era la de la cripta. Siempre la dejaba para el final, pues le llamaba mucho la atención encender la batería de focos y contemplar cómo día a día se iba vaciando de tierra los cimientos de la iglesia y esta quedaba suspendida de un bosque de micropilotes, a semejanza de un palafito en algún país exótico.

Tras comprobar que las casetas se encontraban cerradas y que todo se encontraba en orden, incluida la ausencia de extraños por la zona, descendió por el angosto acceso a la cripta de la iglesia y encendió la batería de focos para admirar, como cada día, la cámara abovedada y el extraño laberinto de sujeciones que mantenían el edificio levantado sobre sus cimientos.

Habitualmente, los únicos sonidos que captaba durante su paseo por la cripta era el del goteo del agua que se filtraba y raras veces el sonido del aire en la superficie. Por eso le pilló totalmente desprevenido el suspiro que escuchó al encender los focos.

- ¡Quien anda ahí! Exclamó dándose cuenta al momento de la estupidez de la pregunta.

El silencio fue todo lo que recibió por respuesta, aunque se quedo parado y escuchando durante más de un minuto.
“Habrá sido el viento” se dijo mientras continuaba con su inspección.
Sin embargo, no dio más de tres pasos cuando captó nítidamente el sonido de un cuchicheo ininteligible.

–“¡He dicho que quien anda ahí!” Repitió con más fuerza. “¡Salid ahora mismo y no me hagáis sacaros!” Dijo en el tono más firme de que era capaz.

– “Tranquilo Pablo” Le respondió una voz que, aunque no le resultó familiar, si en cambio melosa e incluso agradable.

– “¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? ¡Sal ahora mismo!” Respondió Pablo, dejando notar cierto grado de nerviosismo.

– “No te preocupes, no voy a hacerte nada. Solo quiero charlar un rato” respondió la voz en un registro incluso más agradable que antes.
En ese momento Pablo empezó a notar que sus nervios se calmaban y que la situación se tornaba más tranquila, incluso amigable, como si el propietario de esa voz fuera un viejo amigo al que hubiera reconocido después de una larga ausencia.

– “¿Qué haces aquí?” Preguntó Pablo echando a caminar en dirección a donde le parecía que provenía la voz.

– “Yo vivo aquí” le respondió en un tono tal que Pablo pensó que era lo más normal del mundo. “Ah, cuanto hace que no hablaba con nadie” continuo la voz.
Por más que intentaba Pablo localizar a su interlocutor, incluso alumbrando con la linterna las zonas más en penumbra de la cripta, más frustrante resultaba su incapacidad para localizarle.

– “¿Pero por qué estas escondido y no sales para que te vea?” Dijo Pablo harto de buscar con la linterna y totalmente confundido sobre el lugar de procedencia de la voz.

– “Porque no podrías verme” le respondió, “lo mismo que no puedes oírme”.

– “Y entonces ¿Cómo es que estamos hablando?” le espetó Pablo sorprendido por la absurda respuesta de la voz. “¿Qué pasa? ¿Que lo estoy soñando? ¡Venga! ¡Ya puedes ir saliendo y dejarte de tontunas! Exclamó a voz en grito y visiblemente alterado.

Y entonces ocurrió. Tras gritar su última frase Pablo notó que se había quedado mudo. No una simple afonía, sino sin la capacidad misma de hablar, era como si hubiese olvidado como se hacía. Como si la Voz lo hubiera adivinado dijo:

– “Así está mejor. Perdona pero nunca he soportado los gritos. Además, hasta ahora no te he oído decir nada de interés, así que, si te parece, yo hablaré y tu escucharas” y añadió “Será más rápido”.

Cualquier persona en su sano juicio hubiera salido lo más rápidamente posible de aquella cripta, bien para ir a un médico, bien para ir a un psiquiatra, pero por momentos Pablo notaba que empezaba a perder el control no ya de la situación (que hace rato lo había perdido) sino incluso de su voluntad. Se sentía hechizado por el tono y el timbre de aquella voz y, lo más preocupante, no le importaba pues se sentía sumido en un estado extremadamente placentero.

– “Te preguntarás quien soy” prosiguió la Voz. “En la actualidad no soy nadie, solo una sombra de lo que fui, pero en un tiempo fui bastante importante y con unos conocimientos muy especiales que me llevaron a conseguir un logro inaudito. Lástima que pasara totalmente desapercibido para el común de los mortales”.
Y cambiando el registro por uno menos melancólico, la voz continuó:

– “¿Pablo, tienes conocimientos científicos?” y como si de pronto recordase su imposibilidad de responderle la Voz continuo con un toque irónico “Huy, había olvidado que hemos quedado en que solo hablaría yo, que distraído soy”.

Para una persona que de pronto entrara en aquella cripta, la situación que se encontraría no carecería de cierto humor, pues se encontraría a Pablo de pie en medio de la sala, mirando a la única zona no iluminada, en actitud alelada y con cara de ido. Vamos, como un zombi.

Sin embargo, desde el punto de vista de Pablo la situación era otra muy diferente. La Voz ya había tomado totalmente las riendas de su voluntad y en esos momentos le controlaba a su antojo.

– “Pues verás” decía la Voz “Has de saber que hace muchos años llegue a descubrir que, aunque aparentemente, vivimos en un universo de tres dimensiones, ya sabes, alto, ancho y largo, en realidad existen tres más: tiempo, eternidad y caos, con lo que el número total de dimensiones son seis.”

– “Tú eres un ser básicamente tridimensional, por lo que solo puedes captar las tres dimensiones conocidas. Pero, sin embargo, en cierto modo también puedes intuir las otras tres, la prueba la tienes en que experimentas el paso del tiempo, aunque no lo puedes controlar”.

– “Pues bien” continuo la Voz en un tono doctoral “¿Qué te parece si te dijera que descubrí la forma de experimentar e incluso manejarme en las seis dimensiones de la misma manera que en las tres que tú conoces? No te aburriré contándote como lo conseguí, pero finalmente, después de años de trabajo descubrí que existen puntos cero; puntos en los que se encuentran las seis dimensiones. Para que lo entiendas, piensa en algo similar a un origen de ejes cartesianos o al vértice de una habitación, pero en vez de con tres dimensiones con seis”.

Pablo se encontraba totalmente sumido en el hilo argumental de la Voz y, aunque no estaba nada puesto en física teórica ni en ejes cartesianos y el tema siempre le había parecido tan útil como ponerle una cataplasma a un cadáver, se estaba enterando perfectamente de lo que decían e incluso lo encontraba interesante.

– “Es evidente que el entrar en un punto cero me permitiría experimentar las otras tres dimensiones y desplazarme a través de ellas. Piensa lo que eso significaría en el caso del tiempo, podría moverme hacia atrás o adelante como por una de las tres dimensiones, llamémoslas convencionales, y así poder explorar el pasado y experimentar el futuro”.

– “Además, también podría estudiar las otras dos, eternidad y caos”. Ahora la voz había cambiado a un tono más conspirativo “Descubrí que los puntos ceros aparecen y desaparecen (pues son extremadamente inestables) en momentos y lugares previsibles, con lo que llegué a tener la habilidad de predecir el momento y lugar exacto de su aparición”

– “Tras lustros de trabajo por fin, una noche de hace muchos, muchos años pude experimentar aquí, en este mismo lugar, la aparición de un punto cero y no desperdicie la ocasión de entrar en él.”

– “El primer efecto que observa alguien que te vea entrar en un punto cero es que desapareces de este mundo. Desde el punto de vista del viajero todo sigue igual, con la salvedad que además de poderte mover en todas direcciones, según hacia donde te muevas el tiempo pasa a mayor o menor velocidad y hacia el pasado o el futuro”

– “¿Y qué pasa con las otras dos dimensiones?” pudo mascullar de pronto Pablo de forma casi involuntaria.

– “¡Vaya! ¡Veo que todavía puedes hacer preguntas de un cierto interés!” Exclamó la voz en tono divertido “Pues verás, respecto a la quinta dimensión, eternidad, desplazarse por ella es como sentirte el creador del universo, es sentir el poder de la creación en cada paso, así de grandioso y así de intenso. Por eso el desplazarte por esa dimensión te consume como una tea y, si no quieres acabar como una, debes de abandonarla lo antes posible”.

– “Respecto a la última y sexta dimensión, puedo decirte que el desplazarte por ella es sencillamente espantoso. Experimentas las sensaciones más horribles que se pueda imaginar y no cabe duda que el concepto del mal y el de infierno derivan de esta dimensión. Ni que decir tiene que la sensación tan aterradora que se experimenta y con la intensidad que se vive hace que, al igual que en la quinta dimensión, el tiempo que uno puede desplazarse por ella sea mínimo.”

– “¿Y como saliste?” volvió a preguntar Pablo.

– “¡Bueno, si nos ha salido un conversador!” dijo la Voz con el tono con el que tomaría el pelo un adulto a un niño de cuatro años. “Pues veras, en teoría, de la misma forma en la que se deduce el momento de aparición del punto, se puede conocer el momento de su desaparición, con lo que bastaría con situarte en el mismo lugar exacto por el que entraste en el momento en que desaparece para volver a este mundo.”

– “El problema es que al entrar pasas la materia de la que estas hecho de este universo al otro, materia que ya no puedes sacar.”

– “Con lo que eso significa…” empezó a decir Pablo que empezaba a recuperar rápidamente el control de su voluntad.

– “Con lo que eso significa” continuó la Voz “Que una vez que entras ya no puedes salir, aunque seas capaz de calcular el lugar y momento de creación de otro punto cero”.

– “Debes de sentirte muy solo ahí dentro.” Respondió Pablo en tono de lástima tras un prolongado silencio.

– “Los primeros años te sientes enloquecer, intentas suicidarte entrando en las dimensiones quinta o sexta, pero el dolor es tan intenso que desistes, siempre desistes. Con el tiempo acabas aceptándolo y, al final, hasta le sacas cierto partido a la situación. No olvides el impresionante vistazo que puedes dar al pasado y al futuro…”

– “Si, eso es verdad” le respondió Pablo sin ningún entusiasmo y ya totalmente recuperado del estado catatónico en el que se había encontrado. “En fin, creo que me debería marchar, se supone que debería vigilar la obra y necesito sentarme a solas para pensar en lo que acabo de vivir esta noche y ver si eres real o sencillamente estoy de encerrar”.

– “Claro, claro…” le respondió la Voz “Pero me gustaría pedirte un favor antes de que te marcharas, me gustaría que te acercaras y ver tu rostro más de cerca. Hace mucho tiempo que no contemplo un rostro humano”.

– “Por supuesto, no hay problema” respondió Pablo y, acercándose a la zona en penumbra y levantando la linterna añadió: ”¿Me ves?”

Pablo, ya no pudo añadir nada más. Súbitamente se sintió succionado por una fuerza invisible que tiró de él durante un brevísimo espacio de tiempo, al mismo tiempo que sintió que se cruzaba con una presencia que hacía el viaje en sentido contrario. Cuando se pudo recuperar del ligero aturdimiento se encontró mirando la figura de un hombre de edad avanzada que le contemplaba desde el lugar donde él había estado momentos antes.

– “Se me olvidó decirte que, aunque no puedes sacar una masa de un punto cero, lo que sí puedes hacer es intercambiarla por otra” le dijo el anciano, y a continuación añadió: “Me llevó tiempo conocer el momento exacto de la aparición de otro punto cero en esta cripta y fue un golpe de fortuna que tu estuvieras aquí en el momento oportuno, pero recuerda que se puede viajar en el tiempo y ahora que eres mi relevo, tienes una eternidad para aprender a calcularte una salida”

Y mientras el anciano se encaminó a la salida de la cripta se giró hacia Pablo y por último añadió “¡Ah! ¡Y recuerda! Ten cuidado con la dirección que tomas. En algún sitio a tu espalda se encuentra la zona más aterradora del universo”. Y dicho esto, el anciano apagó el interruptor de los focos y abandonó la cripta.

 

©  Roberto Cabanas Hurtado




© ilustración P.Díaz Del Castillo

 

Arriba

 

Volver

v o l v e


 

Patrocina: copsa     Grupo Copsa                                                                                  Realización: Ariadna-rc.comariadna-rc.com