Para Pedro Díaz del Castillo
he aquí, entre la banquisa, todos mis sueños rotos
todas las horas perdidas
el sextante, los palos, la gran travesía antártica
he arrojado a la nieve dos guineas de oro
y una Biblia de la que salvé una página
del libro de Job, aquella dónde dice
¿de qué vientre sale el hielo?
y la escarcha del cielo ¿quién la da a luz?
para no cargar con demasiado peso
también dejo atrás mi corazón
no volveré por él
nunca
hemos tocado el alma desnuda del hombre
el límite helado de la tierra
más allá de las rutas de los balleneros
en un páramo blanco donde no crecen
ni siquiera fantasmas ni microbios
he fracasado en todas mis empresas
he vuelto a perder la última batalla
estos ojos ya no verán el polo sur
Amundsen me ganó por la mano
no quise dejar para la posteridad
un cadáver ultracongelado de héroe
quizá mi esposa hubiera preferido
un león muerto a un burro vivo
a pesar del título de sir
y de la torpe estela de la gloria
por eso me despido de ti
viejo barco, viejo camarada
lo que queda de tu costillar carcomido
será pasto de los hielos esta noche
eterna que dura ya tres meses
he traído en tu vientre veintisiete hombres
conmigo y juro que los devolveré
sanos y salvos a Inglaterra
pero no creo que pueda
salvar los perros