Mediodía en el bar
por Mariano Lisa Escaned

 

  Es un lugar real
un punto que se encuentra escrito sobre
el plano con los ejes de concierto
cartesiano entre abscisa y ordenada
como par, a saber, cierto lugar
de Hospitalet de Llobregat.
Es un lugar real,
con grasa y polvo
añosos, que articulan un recinto.

  Es un lugar real,
un bar determinado,
tasca de laborantes sin empleo
y pensionistas achacosos.
Es un lugar real,
que sueña una existencia contra el tiempo.

    Es mediodía.
El cielo canta un septentrión helado.
En medio del local,
un anciano arrugado y de piel lívida
ejerce de cariátide que oscila
cuando un cliente pasa junto a él,
para tornarse efigie inmóvil
tras pasar de la entrada hasta la barra
de tapas revenidas.

   Fuera y arriba, el Sol se baña,
sumergiéndose y saliendo
entre las nubes. Fuera, en el asfalto,
unos munícipes obreros hincan
la tiritera de barrena eléctrica.

   Dentro, los brazos apoyados
sobre el borde de mármol de una mesa,
pálido, como muerto en el velorio,
con tremolor acurrucado, un viejo
remata una colilla entre los labios.
“Tengo setenta y nueve años”, dice.
Observa cómo un cincuentón maneja
los mandos de una máquina de juego,
que no escupe monedas.
“Vago, ve a trabajar”, exclama el viejo.
El jugador atrapa las orejas
del gritón y sacude su testa alba,
para volver, enclenque, al mecanismo
aleatorio de capricho avaro.
“Mi madre trabajó toda la vida.
Toda la vida trabajó mi madre.
Mi padre se murió, cavando el campo.
Encima le cayó una bomba
y de él no se cogió ni tanto un pelo.
La casa nueva de mi pueblo
mi madre la pagó con su trabajo,
que un bombardeo destrozó la vieja.”
La cariátide se aparta,
Porque un repartidor entra en el bar
Con una carretilla bien cargada
de cajas de botellas de cerveza,
que tintinan como ovejas.
“A los ocho años”, prosigue el achacoso
parlador, “me pusieron al trabajo.
Trabajé en una bóbila.
Con la masa de arcilla yo llenaba
unos moldes cuadrados,
para dar forma al tocho. Se secaba
al Sol y se metían en el horno.
Y se hacía ladrillo.
Hoy día ese trabajo es para máquinas.”

  Es mediodía.
Se escuchan las noticias.
Comunican que hoy, viernes,
ha muerto a los setenta
y nueve años un político,
exdirigente comunista,
parlamentario de las Cortes,
padre de la Constitución,
ministro de gobiernos socialistas,
catedrático de Derecho,
con medallas pasadas y futuras.
Un estruendo se escucha de cacharros
justo junto a la puerta
de la cocina. El cocinero exclama:
“¡Un plato menos que fregar!”

  El ladrillero anciano enciende
con mano fluctuante un cigarrillo
y entierra su mirada en lo infinito
de este lugar real.

 

En un bar de L’Hospitalet de Llobregat, después de mediodía del viernes día 4 de diciembre de 2009.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Mariano Lisa Escaned

 

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