El bubisher es un pajarillo que lleva la esperanza a los
hombres del desierto; el mismo que revolotea entre las páginas
de esta antología que lleva su nombre; el de las
gozosas ilustraciones de José Dámaso que embellecen
este libro. El pájaro que nos canta en nuestra lengua
a través de estos seis poetas árabes. Su antóloga,
María Jesús Alvarado, nos hace volver la mirada
hacia el pueblo saharaui que, con sus 28 años de
exilio por el desierto, sigue considerando el castellano
como una seña de identidad cultural y artística.
Liman Boicha, Luali Lehsan, Ebnu, Saleh Abdalahi, Ali Salem
Iselmu y Chejdan Mahmud son los seis poetas aquí
recogidos. Nacidos entre los años 1968 y 1972, eran
españoles, ahora, en la España actual, son
inmigrantes. Los seis han podido educarse en Cuba y acabar
estudios universitarios. No son, por tanto, poetas que escriban
a ras desde las lonas de los campamentos, pero en todos
ellos está presente el tema de la ausencia, la separación
de la tierra y la lucha del pueblo que la reivindica. También
en todos ellos la esperanza es inseparable del amor hacia
lo arrebatado y en todos ellos la fe en tiempos mejores
late junto a la añoranza de las tierras ocupadas.
El ala de una duna puede tocar el mar del cielo nos dice
Liman Boicha, un poeta que afirma haber bebido en su infancia
los versos de la madera: Un almurabit/ me enseño
a fundirlos en el alma. Esta poesía es la de un idioma,
que es el nuestro, sobreviviendo en campos de refugiados.
Cualquier país mimaría este oasis filológico
que enriquece nuestra historia literaria con los temas del
exilio y las imágenes insólitas del desierto.
Cualquiera que no fuera el nuestro. Por eso los versos de
Luali Leshan acusan nuestra sordera: El lenguaje con que
chillan/ los intestinos del sur/ es un enigma en los oídos/
del norte.
Poesía de expatriados que vivifica nuestro idioma
para hacerse grito de dolor: Para qué quiero al hombre
si confunde/mi llanto con mi canto, se pregunta Saleh Abdalahi;
una poesía que, en la elaboración imaginaria
de la tierra perdida, construye poderosos y bellos símbolos
capaces de aportar emoción y sentido a cualquier
anhelo humano. Recuerda que existe una tierra sin amo y
sin dueño,/espejo y alma de todo ser inocente, nos
advierte Ali Salem Iselmu. La mirada distanciadora, festiva
e irónica de Chejdan Mahmud cierra la antología
cuya lectura nos hace afirmar que el prodigioso recitador
de versos que habita en cada saharaui alienta también
a estos poetas. Si ellos nos dan el canto del bubisher ¿qué
le daremos nosotros?
María Angeles Maeso
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