MIMA
Dijo ella:
"Llámame madre, o
acaso, mima"
Bien, pensé yo.
Días después
ya no tuvo que corregirme,
y le dije: (tímidamente)
"Siento... siento amagos en mis adentros
pujándome sin parar.
No sé... pero algo está pasando,...
debo confesártelo: es una ilusión que tengo
desde... desde este entonces...
hacer el amor con mi madrastra,
¡juntar mis labios con los tuyos!
¡apretar tus pechos!"...
No pude mirar sus ojos.
¡Qué vergüenza!
Ella dijo:
(tímidamente)
"Tú, mi propio protegido,
al que no parí pero di cobijo,...
(pausa larga)
... maldito infiel..."
Lo sabía.
Luego, tan luego,
volví a amar
y adquirí la costumbre
de rezar antes de dormir.
Ama a tu madre,
después a tu madre,
luego a tu madre,
después a tu madrastra.
Yo amé a mi madrastra
hasta la saciedad.
Hoy me resigno,
pero, incomprensiblemente, dejé
de soñar con sus dulces
y tiernos labios.
¡Es tan hermosa la jodida!
|