Tras ponerle punto final a la nota de suicidio, creyó que con mejor suerte habría llegado a ser un artista. Nada que importase a esas alturas: vivir le dolía. Cansado del trato cruel de sus semejantes, y guiado desde siempre por impulsos repentinos, decidió cobrar venganza del único modo que tenía a mano. Imaginó los comentarios, los rostros compungidos, incluso las líneas que se escribirían para la prensa local, y no pudo evitar reírse por adelantado. Habiendo disfrutado el momento, dejó la nota bajo los pies del cadáver, todavía oscilantes, y se marchó soltando una carcajada.