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6 de mayo
por Lizeh Barón Ruiz

 

 

Tú, desconocido y esquivo
despidiéndote de un camino
donde imagino fuiste feliz;
Yo, persiguiendo el silencio en la madrugada;
¿Intentas acoplarte a mí? Dijiste,
No, es el desespero que me habita,
el que veo en las penumbras de esa casa vieja,
en el olor espeso de las termales;
Es el insomnio que me adormece ante la belleza
de la piedra blanca que señalas,
de la vaca que miras deseando calma;
Es la insatisfacción, el cansancio y mi “eterno sufrir”.
Todo eso te oculté,
en el ruido de mis pies a tu alrededor
en mis manos hambrientas por sentir la lluvia.
Era un muerto jugando a la vida,
al igual que tú y el resto del mundo;
deseando engañar a la nada,
en la cacería absurda de un placer insípido.

Frontis hueco II

Recuerdo aquel ser,
a esa cosa mutable
adiestrada para la ocasión y el lugar,
 esa, a veces cercana
y a la vez extraña;
Por años me retuvo
entre surcos y muecas
bajo un armazón de carne y maquillaje;
pero un día se cansó
y solo se quebró:
Primero los ojos,
luego la nariz,
por último, los labios.

Soy el espíritu sangrante,
vagabundo y cansado;
el engendro vergonzoso
que nadie quiere ver
escondido en un rostro,  ahora, un frontis hueco.

 

 

 

 

© Lizeth Barón Ruiz, nacida en Tunja, Boyacá (Colombia) es licenciada en Idiomas Modernos; en la actualidad cursa una maestría en Literatura

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