Jet Lag
porRafael Pérez Castells
(publicado en Ariadna-rc.com en 1999)
Salimos hacia a algún lugar lejano,
y es el tránsito el fin que no el destino,
bambalina que realza
las inmóviles horas.
En el útero cálido del cielo
la azafata regala sonrisas y licores,
mientras a nuestro paso
despiertan las estepas azuladas.
Mañana la ciudad, ahora recuérdame
lo que sé de sus calles,
para que deje atrás lo cotidiano
y camine por ellas igual que antes hacía,
pues mi alma necesita
más tiempo que mi cuerpo,
para llegar y sentir que ha llegado.
Leí que al viajero siempre le precedía su alma
y así le recibían las ciudades
de acuerdo con su rango,
porque el alma anunciaba a sus espías
a un peregrino, un príncipe, o un mercader.
Eso debió de ser en otras épocas,
ahora abandono el cuerpo en cualquier sillón de hotel
y allí la espero,
porque ella llega tarde y tropezando,
con las noticias viejas
de mi llegada.
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