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Ciencia ficción
porNicolás Mateos Frühbeck

 

Ciencia ficción

Creo que soy tu padre. Endureció la Espada del Infierno. Creo que soy tu padre, todavía. Con la tristeza de las despedidas, le cortó la mitad del brazo. Después se arrepentía. Hasta tu padre a veces no está de buen humor.
Yo recreé la escena en el espejo con un cuchillo jamonero. Tras el reflejo estábamos los dos. El tiempo había pasado factura. Creo que soy tu padre.

 

Feel like makin’ love

Quiero rozar tu muslo
mientras suena Di Angelo
y correr las dos cajas que endurecen la pista.
Cuando suenen las cornetas, ovillarme
como un golpe de bombo
entre tus singladuras,
quizá nimbarte el pecho
y marcarte en el cuello una cadena de oro;
esto es música negra, me decías
la de los delincuentes,
pero se está poniendo moreno nuestro azúcar.

 

Trántor

No sé si lo comprendes.
La tierra ya no existe. Lo que antes conocías
como tu hogar es solo un espejismo
conectado a una máquina en el Norte de Trántor.
Aquellos que llamabas con los nombres
de tu mujer e hijos
eran una viruta en tu conciencia,
sin más repercusión
que el concepto del tiempo y el espacio.
En Trántor la mañana tiene nombre de puerto
porque los hombres salen pero no saben hacia dónde
y las vastas llanuras peinadas con metales
no son más que serrín y cola blanca.
En tu vieja cabeza esto no es el Paraíso:
el Padre Intergaláctico es un déspota
con los brazos de níquel y la piel de elefante.
La tierra ya no existe. Tu patria es la galaxia
y un reducto en la noche entre paredes y acero,
para que nunca olvides
que el mundo es un sujeto en el olvido
y que la soledad es un proceso
que hay que cumplir en Trántor.

 

Harley

El motor de la Harley
y el mundo de rodillas delante de nosotros.
Otros nueve moteros me acompañan.
En el último bar de Trántor
un amigo común sigue guardando
cocaína. Juré que esta vez era la última.
El sol se está poniendo:
hay que seguir rodando.
Ni la arena de Dune se vende tan barata.

 

 

© Nicolás Mateos Frühbeck

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