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ariadna-rc.com    el año sin primavera

 

Salmo 38

 

De repente la noche estaba llena,
de pájaros desnudos, afilados, sinónimos
y a su sombra la terca jornada de mis pasos
amigaba su gesto de reposo impaciente:
negros pájaros todos, negros perfiles negros.

La calle se habitaba de mi sombra, mi sombra
era el eco, el paisaje, la lentitud de un vuelo:
extendí mis dos brazos hasta tocar los muros,
descalzos, doloridos, puse en puntas mis pies,
quise volar, tan sólo volar, qué poca cosa.

Fue tan breve aquel viaje, y aún tan necesario;
volar, qué poca cosa, y alzarse de la niebla,
rozar los altos muros donde duermen los otros,
donde a menudo duerme la paz de los vencidos,
donde sortea el alma su deseo de amarse.

Volar, qué poca cosa: tan breve que la vida
se pulsó en mis tobillos fuerte, rebelde y seca,
en las ingles desnudas dio el empuje preciso,
abrazó con rudeza la cintura, premió
con el prodigio un salto: la belleza tan libre.

Poco duró, muy poco, y aún qué alta mi sangre,
qué prodigio anunciarse por todas las ventanas
de la historia vencida por su abril sin destino
qué aletear tan libre para tan torpe cuerpo,
qué torpe la imprudencia del aire hacerme pluma...

Toda la noche estaba llena de voces negras,
pájaros de ojos negros, muertes de negras plumas.
los pasos sin camino y el mundo innecesario.
Me senté, sonriendo... Mi sombra se alejaba
libre por fin del día.

 

© Jesús Urceloy, abril de 2020.

 

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