Todo lo que hay
James Salter
Barcelona, Salamandra, 2014
por Álvaro Muñoz Robledano
¿Qué puedo decir de una novela que me parece haber leído cincuenta veces a lo largo de los años y que, al tiempo, aún no he leído por más que la leo? ¿Qué me gusta encontrar una alusión clara a Machado en una novela estadounidense, tanto como me molesta encontrar, a estas alturas, una escena española folclórica y flamenca, aunque de seguro sea más pertinente y razonable de lo que a mí me parece? Pues ya lo he dicho. Aunque también podría decir que es el recorrido por el siglo XX más extraño que recuerdo, pues quienes lo transitan no están en él, sino aparte, un una zona de penumbra en la que, a fuerza de recordar, quizás no envejezcan, mientras a su alrededor no sucede cuanto está sucediendo. No los mueve el deseo, sino la observación un tanto descreída del que sienten; aman desde la certeza de su imposibilidad; no viajan sino es para alejarse; no beben sin un motivo, pero no lo preguntan. Para referirse a la capacidad de un escritor de abordar la psicología de sus personajes, suele recurrirse a la metáfora del bisturí. El de Salter es invisible, y muy ligero. Y, quizás por eso, homicida.
© A.M.R.
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