Hombre en azul
Óscar Curieses
Zaragoza, Jekyll & Jill, 2014
por Álvaro Muñoz Robledano
No sé cuántas veces he leído la breve nota de la contraportada para convencerme de que el texto que Curieses nos ha propuesto es ficción, y no una mera traducción de unos posibles cuadernos de trabajo del pintor Francis Bacon. Y aún tengo mis dudas. No sólo por el rigor metodológico con el que se ha construido la edición, sino, y sobre todo, por la imbricación del escritor con el artista inglés, de cuya biografía, vaya por delante, apenas conozco nada. Pero pienso que sólo quien pintó esos cuadros pudo escribir estas notas, en las que se habla de los, quizás, tres grandes asuntos a los que se enfrenta quien pinta. O quien escribe, o quien vive: el espejo, el autorretrato y el ritmo de las imágenes. Si ha sido Curieses el autor de estas páginas (y no se me ocurre mayor elogio para el libro que la persistencia de la duda), su paseo por el tiempo de un pintor, por la repetición del tiempo de un pintor y sus variaciones, por el doble sentido de la vía por la que circulan las imágenes y las palabras entregadas a la labor de imaginar, el anhelo de lo artístico como vital y su recíproco… su paseo, decía, por la narración de lo no narrable, merece toda mi admiración y toda mi envidia. Quien dude de que la pintura habla de lo que nos sucede, que es humor, como puede ser crueldad o lascivia, y que es un saber tan capaz e intenso como cualquier otro, que se asome a este libro. Leerlo es como romper el cristal de una ventana de emergencia en un autobús que ya se me antoja parado por demasiado tiempo.
© A.M.R.
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