UNA CEJA DE ASOMBRO
Ezequías Blanco
Madrid, Huerga & Fiero, 2010
por Álvaro Muñoz Robledano
Un célebre aforismo dice que el tema del poema es siempre la poesía. Puede. Pero seguimos sin saber qué es y que no es lo poético, por qué aceptamos la sanción que el término poesía supone. De nuevo entra Ezequías Blanco en la disputa, recorriendo la duda y la vehemencia de su oficio, atrayendo al poema cuanto no debiera estar en él (aunque sin su presencia tal poema no podría ni concebirse), y arrojando las palabras que conforman un desafío, el de reconocerse y aceptar que los héroes, sean quienes sean, son quienes mejor juegan a un extraño juego, sin reglas ni propósito visible. Porque Una ceja de asombro destila valor, el viejo y añorado valor de los tranquilos, y lucidez, tanta como para revisar la oscuridad circundante de un modo elegante y desusado. Quizás su tema la poesía, pero también lo es la certeza de que Ezequías Blanco late de un modo determinado, tal y como anhela y resuelve, tal y como imagina y enfrenta.
Si es que no son el mismo asunto.
© A.M.R.
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