Vosotros que véis el mundo desde mesas de marfil y ébano, que fumáis en pipas de obsidiana y creta marina, vosotros que escribís la historia con plumas de ave fénix, decidme,

¿cómo nublaréis la vista para observar la acuarela de gentes que caminan con paso cansino arrastrando vidas y equipajes del terminal a la cúpula celéste?, ¡vosotros!

decidme,

¿cómo podréis verme entre la tenue filigrana de un humo inexistente y el hedor del miedo que desprende lo que me rodea prisionero desde el aire?, a vosotros

os digo,

que toméis asiento frente a mí en esta catedral de comida interminable y que sintáis el tráfico infinito y el color de una extranjería que se mueve en su interior como glóbulos, portando el oxígeno de una civilización cansada 

que vuestras almas y mis vidas, circulan fugaces por inmensos pasillos de norteamérica internacional, desoladas e inseguras sólo envueltas por plásticos de color y un equipaje muerto quizás en otro cielo.

Así sea.

Junio 1999

© Pedro Díaz Del Castillo

Ilustración de PDDC

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