í n d i c e  d e l  n ú m e r o

 

Memorias de una salvaje
Srtabebi
Barcelona, Planeta, 2018


por María del Carmen Moreno

srtabebi

«Tenía la sensación de no pesar nada. Avanzaba por el tablero como un autómata, como si fuerza extraña la impulsada a dar un
salto de una casilla a otra».

Lo cierto es que cuando mi hija María, ferviente e inteligente lectora, me recomendó la lectura de la archiconocida Srtabebi, la miré con cierta incredulidad, no creía que este "bestseller" escrito por un personaje tan popular y que cuenta con tantísimos seguidores en Twitter o Instagram, podría ofrecerme ese salto al vacío, que supone la literatura y abordé su lectura con ánimo descreído. Antes de comenzarlo ya me había llamado la atención que un libro de estas características hubiera conseguido el Premio de Novela, Carmen Martín Gaite en el 2017, una de mis autoras fetiche, de esas que aparecen en las antologías de literatura y de la que yo misma había leído algunos libros, como Entre visillos, Fragmentos de Interior o el juvenil, Caperucita en Manhattan. Terminada la lectura, reconozco cuán equivocada estaba. Esta lectura árida, irreverente e impecable, demuestra una vez más, que la literatura es una herramienta eficaz para conocer la realidad, incluso aquella que destapa comportamientos tan inhumanos, que deberían haber sido erradicados hace mil años, pero continúan ahí, velados por los agentes sociales o los organismos oficiales, como si erradicarlos fuera una maniobra social imposible ya que se necesitaría un puño de hierro eficaz que haría sangrar los pingues beneficios que se consiguen con ellos.

La protagonista de nuestra historia, K, Kassandra, se sitúa en la cúspide de un castillo de naipes y va derribando a todos y cada uno de los personajes que mueven las mafias, la violenta trata de blancas y sus artífices, para destaparnos sus máscaras y mostrarnos mediante un lenguaje descarnado y efectista, cómo son, cómo actúan, cómo se comportan, estos monstruos de hielo, estos jedi inexpresivos y sin corazón que se pasean por nuestro país, vendiendo cuerpos femeninos, sin importarles que esos cuerpos femeninos pertenecen a mujeres que alguna vez sintieron, vivieron una existencia feliz, o tuvieron sueños.

Kassandra se hermana con esas mujeres desarraigadas y sufre sus mismas vejaciones, humillaciones o palizas, un carnaval de violencia que parece abocarla al territorio de la Nada, donde se enfrenta a esa niña que se pasea por un tablero, como un autómata y que la interpela para que despierte, tome las riendas de la situación y se enfrente al Rey de Corazones, el jefe al que apuntan todas las dianas, todas las violaciones, todos los silencios.

La obra nos revela a su vez que es posible sonreír y hermanarse en medio de un desierto desolado, que los corazones pueden saciarse si se apoyan unos en las muletillas de los otros, pues la amistad o el amor son salvavidas, luces incandescentes que nos iluminan para que no avancemos a oscuras.

No son pues las referencias a otras obras literarias, la metaliteratura o el carácter metafórico de algunos pasajes lo que me ha sorprendido, aunque reconozca que esos pasajes demuestran el carisma de una autora y derriban los prejuicios, lo que más me ha sorprendido es cómo he sentido, sufrido, vivido, los avatares de los protagonistas, cómo he deseado que la protagonista se apoyara sobre el hombro de Ram, cómo he odiado a los proxenetas, al rey de corazones y a todos los desaprensivos que hacen la vista gorda o permiten que en pleno siglo XXI continúe esta vejación dolorosa y cruel de las mujeres.

Y por referencias literarias, el libro me ha traído a la memoria otros libros que en su momento me conmocionaron por uno u otro motivo (Mapas para amantes perdidos, Anoche hablé con la luna, La piel de la memoria, Las lágrimas del asesino), y siguiendo las referencias literarias haciendo mención a uno de mis preferidos -Walt» Whitman- , yo también lanzaría un temible bramido, al igual que hace la autora en este libro, pues no soporto que la crueldad quede impune.

 

© María del Carmen Moreno

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