Entre hienas
Loreto Urraca Luque
Las Rozas, Funambulista, 2018
por Álvaro Muñoz Robledano

Pedro Urraca, policía español destinado en Francia, donde organizó la persecución a los refugiados españoles que culminó con la deportación y fusilamiento de Companys (su pieza más valiosa, pero no la única cobrada), y agente de la Gestapo entregado al exterminio de la infamia judía (y, de paso, de algunos judíos que le estorbaban en sus negocios personales), quiso que su nieta le ayudase en la redacción de sus memorias, a lo que ella se negó. Mucho tiempo después, ya muerto el ínclito y casi olvidado, la casualidad hizo que aquella licenciada en filología que no quiso ejercer de amanuense descubriera el monstruoso currículo de su abuelo.
Y escribió este libro.
Más allá del valor que supone afrontar la consanguinidad y la convivencia con un asesino de tal calibre, la elucidación de uno de tantos pasajes en tinieblas que todavía gastamos por estos lares, o el desafío de aceptar un apellido manchado (cuántos cambios de filiación en nombre de la vergüenza), creo que Loreto Urraca se merece nuestro agradecimiento por lo que demuestra:
Que la literatura es capaz de alcanzar una altura ética que la historia (por nuestra culpa) nunca conocerá.
Porque Entre hienas no es un mero exorcismo, una relación fidedigna tachonada de diálogos.
Es una novela en toda su plenitud, habitada por respiraciones entrecortadas, por escorzos y claroscuros en los que quisiéramos alojarnos mientras leemos. Es tarea del novelista conseguir que aquello que las palabras conforman se alce sobre ellas al modo de los cuentos troquelados y adquiera dimensión. Jean Mulan, Sophie Stoffel, Antoinette Sachs o el mismo Urraca nos conceden el breve aliento de la duda en medio de una tragedia tan perfecta como execrable, son personajes con la entidad de tales, en un relato que sabe resolverse en fugas tan sutiles como endiabladas, en el que el tempo de la escritura no es el adecuado, sino el único posible, el necesario…
Y es una novela en toda su plenitud porque no pretende ocultar el mundo o suplirlo por un simulacro demasiado codificado ya, sino elucidarlo en toda su inhabitabilidad, en toda su furia.
También en su incierta esperanza.
Siempre debemos agradecer la literatura.
Y la inteligencia.
Que debieran ser sinónimos.
© A.M.R.
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