Entre Parménides y Gorgias
porEsteban Espejo
I
Hay veces que nos quedamos sin palabras.
No por la torpeza del lenguaje
o nos reprobaran en retórica y gramática
o nos echaran antes de rezar o insultar
ante un altar sobre la ruta.
Hay veces que la vida nos aturde
y no pega ni una nota.
Cuando pase, ya sabés: olvidate de ser
y de no ser;
mejor hablale al viento
que siempre te va a responder en silencio.
II
Si fuera espejo borraría tus máscaras
hasta reflejar un cráneo desnudo.
Si fuera luna despertaría al mediodía
para que el cielo te arranque una mirada.
Si fuera murmullo esperaría hasta la noche
el signo de la catatonía,
ese estar sin misterio ni preguntas.
Y si no fuera nada de eso
callaría:
me sentaría en la vereda
a espiar la despedida
de lo que no fui.
III
Esas palabras que perdimos
arrastran mugre, botellas usadas
a la orilla de otro tiempo
tan pisado y tan amado.
Esas palabras siguen esperando en lugar nuestro
lo que jamás llegará:
la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser.
IV
Esas vidas que dejamos ir
se vuelven sonámbulas: siempre arrastrando un sueño
hasta que cualquier despertar
las sorprenda por la espalda.
Esas vidas persiguen donde más duele,
llaman al pasado
para inventarnos un nuevo día.
V
Allá sigue la tierra
–libre de palabras y vidas erradas–
con la piel incendiada
que llora para no morir.
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