Ahora la frase breve, la intención apenas esbozada, el choque con lo irreal más carnal, con la frase oída en el azar de las calles, ese territorio en el que Miguel Ángel Gara, como buen flanneur , encuentra sus motivos, su activismo y su espejo. Más cerca de la greguería que del aforismo, de la verdad irracional que del argumento; mucho más cerca del habla que de la lengua. Lo único lejano en Los pájaros pican es la oquedad, el oportunismo.
De nuevo, Miguel Ángel Gara nos da una lección de intensidad, de asombro, del humor laberíntico y afilado con el que aprendemos que hablar por deseo nunca es baladí.
© A.M.R.