Selección de poemas
por Victoria Mera García
Divina blasfemia
Comienza tu boca en un desierto
de noche de estrellas fugaces
que escapan de tus labios cuando al fumar
expulsas el humo en círculos santos,
envolviéndome y concediéndome aureolas,
que me beatifican como devota de tus pecados.
Culmina tu boca en un milagro
de multiplicación de besos y palabras
que me conducen a mi propio Génesis,
versículo 4, Evangelio de tu lengua.
-Y yo he visto cómo se abren mis venas
al paso de tu piel sobre la mía-.
El Apocalipsis , amor, es confesarte
que no hay agua bendita que me sacie más
que la que brota de tu cuerpo.
You're lost little girl.
Estás perdido, corazón.
Creí que eras frío
como aquellas playas
del norte de Francia.
Creí que un corazón-coraza
bastaba para evitar las bombas
del desembarco de su boca.
Estás perdido, corazón.
No hay trinchera
que frene tus latidos
en esta guerra
de amar y sentirme desarmada.
Estamos perdidos, corazón.
¿Cómo vamos a salvarnos?
Tan primavera
No hagas leña del árbol caído
ni caigas en la herida abierta.
No deshagas tus pasos perdidos,
ni te pierdas en esdrújulas fingidas.
No busques motivos inventados,
ni inventes recompensas falsas.
Quédate en mí,
volviendo así, tan primavera.
Primer mandamiento: de lágrimas
“Queda prohibido llorar sin aprender.”
Pablo Neruda.
No llorarás en vano, mujer.
Que cada lágrima que brote de ti
se convierta en manantial de satisfacciones.
Que rieguen las tierras yermas
para que nazcan nuevos sueños
y las pesadillas queden,
por siempre,
bajo tierra.
Que cada gota ahogue tus temores
y no existan salvavidas
a los que aferrarse en un intento
de tener algo entre manos,
aunque sea miedo.
No llores en vano, mujer.
Nada merece la pena,
sólo el llanto encontrado.
Mi república
Supongamos que escojo
el camino que lleva a tu lunar
y decido, firmemente,
instaurar mi república en él.
Dime, ¿qué ocurriría
La huída
Hablé de frío.
Llovía en Lisboa
y a lo lejos,
cantos del cierzo.
Hablé de un imposible.
Volviste arropándote el alma con la bufanda
y los bolsillos repletos de mi memoria.
Nunca supe si realmente era invierno,
si regresabas para quedarte en mí
o si ya tenías planeada la huida.
Han pasado varias noches desde tu ausencia
y ya nada temo.
Servicio de habitaciones
Después de esta lluvia inesperada, mi amor,
nos esconderemos en la furia de lo inevitable.
Arrastraremos, cansados, nuestros pesados cuerpos
hacia el vacío de cualquier habitación de hotel.
Adornaremos las paredes
en esta necesidad fugaz de hacer nuestro lo ajeno.
Confundiremos nuestras torpes manos con las sábanas.
Mi cuerpo, en tus ojos.
Mis ojos, empapados.
- ¿Servicio de habitaciones?
- Sí.
- Súbanos un paraguas.
Aún llueve aquí dentro.
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