No esperaba ya el retorno del viejo a las andadas. Ni la edad ni el Nobel son motivos suficientes para el retiro, es cierto, pero algo me decía que ya estaba escrito todo Walcott.
Pues me equivoqué. Por suerte. El viejo se ha enrolado en su senectud para atravesarla, contemplarla y desgajar su muchísima memoria con una sonrisa más satisfecha que estoica, a favor de su vida más que contra el tiempo en que ésta ha transcurrido. Poema a poema, los lugares se superponen cohesionados por la luz tan semejante en unos y otros; los pequeños detalles, olores, voces, brisas, forman el dietario de quien ha aprendido sin percatarse, de quien un día se despierta en su isla de siempre y sabe que ha recorrido todo el mundo, de quien ve en su forma de alzar el verso su casa, y en su casa los versos de miles de kilómetros.
No esperaba el retorno del viejo a las andadas, y he aquí que el viejo Walcott, con su Nobel y su jubilación, sigue siendo uno de los poetas más sensuales de siempre jamás.
© A.M.R.