Selección de poemas
por Izara Batres

 

I


Homenaje a Eliot

Amé desde el principio una mirada translúcida,
y quise vivir circunstancialmente.
En la esfera de tu voz se extendía el sentido.
Lejos, el mundo ardía en llamas de feria.
Tu mano sobre la mesa,
el balcón de flores;
la luz que giraba en las avenidas,
como un homenaje del mundo a tu esencia.

Aún no he cambiado los cuadros de sitio.

Esto es lo último que tengo escrito.

En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.

Un televisor, bajo la intemperie del techo,
espera clemencia.
¿Esperaste alguna vez? ¿Te cansaste de esperar?
Yo me cansé de aprender y apagué los días.
Al fondo, el cuadro.
Me ha saludado, esta mañana, el cuadro,
igual que mi alma.
Me ha dicho que va a ser un día muy triste.
He pintado el trastero con tus luces
– cuando ya venían estas noches tan densas –,
con todos los grises que me enseñaste...
No, mi vida, no he podido cambiar los cuadros.
Esto es lo último que tengo escrito.

En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.

Yo sé que muchos quieren
que tu recuerdo no sea infinito.
Pero nadie...

Nadie ha cambiado

los cuadros de sitio.

El sol quema las calles.
La luna respira hielo en las azoteas.
La noche está hechizada.
Cuando te fuiste, hubo una catarsis.
Las estrellas danzaron desbocadas,
hasta hacerse trizas.
Se replegó la tierra.
Sin embargo, siguen riendo sus cascabeles,
escucho el murmullo.
A veces... A veces.

No he cambiado los cuadros, amor, tampoco las flores.

El sol ya no me perfuma

en sus sombras, cada mañana,

con gritos de risa inocente.

Muchos días, ellos vienen y cantan;
escucho el murmullo.
Justo ahí, bajo tus sueños de primavera en el balcón.

Cuánto entusiasmo te dejaste aquí...

Amé.
Amé, fuera del tiempo, tu perfil elegante...
Ah, pero ¿por qué chillan tanto los pájaros?
Una gaviota única se ha posado,
hace ya tiempo, sobre mi almohada.
Las hojas caen despacio.
Oigo el reloj.
Es tan lento ese reloj de pared...
A veces dicen que va al revés.
Pero es el mundo el que va al revés,
tú siempre lo sabías sin hablar...

Las nubes... Las nubes.
Hay una esfera de luz, jugando
con pinceladas de agua.
Te elevas en la burbuja ingrávida,
entre gotas de lluvia interminable.
Bajo las rosas de las avenidas,
en las aceras...

En la habitación, las mujeres vienen y van

hablando de Miguel Ángel.

Y esto es lo último que tengo escrito.

 

No sé si oigo pisadas, ¿oyes las pisadas, amor?

Han cambiado... todos los cuadros de sitio.
Alguien ha cambiado también las plantas.

En el balcón, más allá,
muchos caminan cruzándose.
Quería verte entre la multitud, esta mañana.
Se oía gritar de júbilo a los niños.
Nunca se cansan de correr.

Mientras en el crepúsculo se juntan, como el rayo,
todos los ángulos de la tierra,
el norte y el sur giran en paralelo.
Por qué no para ya esto...
Pero todo sigue girando, despacio.
Despacio.

En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.

El poniente está bañando todas las ventanas.
Los cristales reflejan el vacío de la ciudad,
y otra noche me sobreviene con su bautismo de estrellas.
Y me ha hablado mi alma,
me ha dicho que esta noche va a ser muy triste.

Mañana me despertará el canto de las aves.
Pero no sé si quiero despertar mañana. ¿Tú lo sabes, amor?
¿No te dije que cambiaron todos los cuadros?
Creo que...
Creo que tampoco queda música.
Una nube de humo se acomodó en el salón,
y ahora no se ve aquel piano.
No quieren que vea la transparencia
en las partituras.
No quieren que vea más allá del mundo.
Pero hay millones de sinfonías.
Y tu retrato es inmenso.

Porque a pesar de ellos, a pesar de todo...

Amé desde el principio una mirada translúcida,
y quise vivir circunstancialmente.
Aunque el mundo se consumiese en llamas de feria.

Esto es lo último que tengo escrito.


 

II

 

Avenidas del tiempo

 

La luna está creciendo, con la nítida irrealidad
de un globo onírico.
Tiene un asombroso resplandor febril
que inunda la tierra.
Cuando cesa el rumor de su eco destrozado,
el mar se convierte en piedra.
Las calles,
las inmensas circunferencias que gravitan
cerca del núcleo,
vuelan en pedazos.

Y la ceniza de hielo baña la superficie;
su luz es blanca.
La muerte de una sonrisa exangüe.

Como en las mejores puestas de sol,
el aire tiene, entonces, una claridad distinta.
Lo que sentimos, lo que creemos;
todo lo que hemos visto, lo que hemos escrito
conforma una gigantesca burbuja de sentido.
Oscila, igual que el universo, en el inquietante juego
del azar,
junto al frío del invierno,
por los senderos malditos, elevados
como gotas suspendidas
en un instante de eternidad.

Y es, simplemente, como el primer día
y el primer destello,
naciendo, en su lujo impertinente,
del dolor y del fuego.
Ese crepitar del infinito que vienen a ser,
absurdamente,
las avenidas del tiempo.

 

 

 

 


III

 

Juega con tu tristeza, chiquillo.
Ovíllate en un claroscuro, fuera del mundo.
Coge el calor y la rabia,
la furia de tus cenizas,
y abre la herida.

Pinta con sangre en las paredes de los que no te verán,
para quitarte del rostro esa luna ahogada y vieja.

Haz pedazos los relojes, los olores, los recuerdos.
No volverán para arreglar lo que hicieron.
Pero tú no te marcharás jamás.


IV

 

Don Quijote

 

El mundo te hizo parecer un loco estupendo, Quijote.

Tú ya lo sabes.
En esa cabeza otoñal de molinos gastados,
y libros antiguos;
de sueños y ausencias,
tus ojos veían más allá del tiempo.

Allí donde los relojes se deshacen
hasta tocar el infinito del absurdo.
Allí donde mueren, entumecidas,
las raíces de una historia degenerada,
buscaste el sentido.
Buscaste un sentido.

Querías encontrar la belleza y plasmarla,
fijarla en un molde, y mantenerla.
Qué incorrección, pensabas,
creer que no era posible.

Y lo intuías,
el tiempo dibujaría al loco estupendo.
En tu mirada infinita creías saberlo,
como una voz mínima susurrando,
desde la verdad del ser:
“Es el mundo el que va al revés, Don Alonso Quijano.
No es usted”.


V

 

No sé desde dónde llamas.

No sé a qué químicas llamas tú químicas;
no sé a qué montañas llamas tú montañas.
Me gustaría abrir en canal esa forma operística tuya,
que tiene más agujas que tendones,
y plantearte algún que otro reto.

No sé si quisieras bailar conmigo a la luz de ese teléfono cósmico
que tanto nos ha perdido y nos ha excitado.

¿Podrías salvar el abismo que, en segundos, se abre entre nosotros y que se cierra cuando tu boca  roza mi boca a punto del calor?
No sé quién eres, pero tú desgranas mis días y te sientes con derecho a mover esos hilos internos.
Me clavas las uñas, me retuerces las entrañas, y ya no puedo llorar más por ese código que desconozco.
No sé dónde buscarte.
¿Qué interpretas por bucle del azar?
¿A qué extraño tiempo te remites cuando me susurras amor
y el rictus es el de un gato que juega con la madeja?

Me llevas hacia el humo,
te pierdes en la maraña de laberintos y disonancias
que tejiste para esconderte, para dejar de asomarte.
Dislocas las perspectivas, pero nadas sólo en la superficie.

¿Esperaré una vez más a que salgas de ahí? ¿A que salgas de aquí, de allí…?

Déjame en paz,
no sé desde dónde llamas,
y tu voz me duele.

 

Poemas incluidos en el libro “Avenidas del tiempo” (ed. Vitrubio 2009)

 

 

 

 

 

 

 

 

© Izara Batres nació en Madrid en 1982. Es escritora y periodista (licenciada en Ciencias de la Información-Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid).
Ha sido premiada por la Editorial Siruela (16 diciembre 2004) por su ensayo en el certamen “El mundo de Sofía”, y ha recibido el primer Premio del periódico El País, como ganadora del concurso de relatos de EP3 “Talentos” (30 noviembre 2007).
Ha resultado finalista del XIV Premio Internacional de poesía Luys Santamarina (fallado el 16 de abril del 2009) y del premio nacional de Poesía "Fundación Cultural Miguel Hernández" (fallado el 20 de marzo de 2009). Colabora con publicaciones culturales como El Ciervo o Letras Libres, y con otras revistas: Tiempo, Ecohabitar, etc. Ha trabajado como locutora de radio y en Televisión Española (Informativos Cultura), como redactora (beca de prácticas) en revistas de Grupo Zeta, y como editora, traductora, diseñadora y redactora en una editorial madrileña.

 

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