Diego Doncel
Diego Doncel La desolación, la angustia, el fracaso y la anulación del ser humano que supone la ciudad y la sociedad moderna es, en esencia, la base que sostiene este interesante poemario de Diego Doncel. La anulación del ser humano, como apuntaba (“un hombre, o la sombraba tarada de un hombre, hablaba solo”), es uno de los aspectos fundamentales que planean sobre el texto, al cual se une la falta y el ansia de una identidad (“yo no soy yo, soy aquel”, “a cada instante me he tenido que inventar quién era yo”) y el propio desengaño sobre uno mismo (afirma que es un “espectador irónico de mí mismo” que “nunca me conocí porque siempre dudé que existiera”). El yo poético se sitúa en constante búsqueda, desorientado y perdido, pero no llega a encontrar nada, pues es vacío todo cuanto le rodea. Así, la descripción física de la ciudad (además de la cartografía moral de sus habitantes) se realiza con un lenguaje desnudo, agresivo, con elementos mecánicos, que plasman ante todo la presencia de la publicidad (“edificios hechos anuncios luminosos”), y que no evita ser desagradable pues el entorno así lo exige. En ese contexto, es patente el desengaño (“la poesía hace estéril el espíritu”), la desilusión, la falta de autoestima (“huele a moho mi infancia, huele / a humedad mi tiempo entero”, “un náufrago de mi propia alma soy yo”), la nulidad de la vida (“siempre el vivir / como algo sin propósito, sin nexo”) o la más cruda alienación (“pero ya era un hombre cuya vida sólo quería / la huída de la vida”), la crítica a la construcción de necesidades artificiales y deseos insatisfechos (“me reconozco no en lo que fui / sino en lo que soñé y no he sido”), la pura falsedad de la realidad y un potente nihilismo (“mi vida es una calle / que huele a basura y a grasa de automóviles”). No se plantea ninguna solución, sólo la caída del alma en un entorno degradante que, paradójicamente, es presentando por otras personas como el summum de la civilización. Consta una cierta resistencia (“mejor ser nadie a levantarse cada día”) pero finalmente prevalece la resignación en la caída. Impactante y amargo, profundamente ligado a la lírica existencial de nuestros días, que ancla su escritura en su verdadera experiencia cercana, En ningún paraíso resulta una lectura desasosegante pero, al mismo tiempo, lúcida, necesaria y catárquica.
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© Alberto García-Teresa |