RESEÑAS Y ARTÍCULOS

A R I A D N A - R C . c om

[número treinta y ocho edición invierno 2008]

m a r z o


i m p r i m i r 


v o l v e r

 


Antología de la poesía surrealista
Aldo Pellegrini
Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2006

 

En las tapas, este volumen se llama Antología de la poesía surrealista. Sin embargo, en la portada ya se aclara que es Antología de la poesía surrealista de lengua francesa. Estudio preliminar, notas, selección y traducciones de Aldo Pellegrini. Porque eso es en realidad de lo que se trata este libro; de una recopilación (excelente, por otra parte) de la poesía surrealista del centro de gravedad del movimiento, elaborada en 1961.

La vuelta al circuito comercial de esta obra mítica, cuya anterior edición está fechada en 1981, se presenta como un hecho de notable importancia, por cuanto de reivindicación de los postulados y obras de los surrealistas y, a la vez, de accesibilidad de una selección de textos clave para comprender la cultura del siglo XX. El libro, según se nos dice en sus propias páginas, fue elogiada con entusiasmo por el propio Breton, y viendo el resultado es comprensible.

Es realmente interesantísima ya la propia introducción de Pellegrini, quien en una treintena de páginas, a base de excelente capacidad de síntesis y notoria soltura en la materia, desgrana todas las claves, principios, ideas y métodos del Surrealismo. Resulta, así, especialmente atractiva para adquirir una noción global, y al mismo tiempo, rigurosa, alejada de la erudición, del movimiento. Al mismo tiempo, ayuda a predisponer al lector y a ubicarlo en las pretensiones metafísicas del conjunto de los textos. Como ya Aragon advirtiera, “si escribís, siguiendo un método surrealista, tristes imbecilidades, serán, sin atenuantes, tristes imbecilidades”. Por tanto, no es mero torrente de automatismo desbocado lo que se recoge en sus páginas, sino una búsqueda a través de la escritura de indagar en un hombre nuevo en unos tiempos decadentes.

Desde luego, lo que queda claro con este libro, mediante su sensacional panorámica, es la heterogeneidad de poetas (se recopilan casi setenta autores) y la radical propuesta ideológica y estética que integran el movimiento. El acierto de incluir, en secciones separadas, “Poetas militantes del Grupo Surrealista”y “Poetas de lenguaje surrealista” ayuda también a hacerse a la idea de la extensión, especialmente, de la estética y de las prácticas surrealistas, más allá del fuerte eje ideológico que articula sus escritos. Así mismo, leídos en conjunto los poemas, cuentos y poemas en prosa que conforman la antología, igualmente se logra transmitir al lector la idea de creación colectiva, de trabajo y proyecto en común (irremediablemente marcado por las individualidades, eso sí) del Grupo y sus afines. Sin duda, la verdadera potencia de sus creaciones aparece con una lectura de varias páginas seguidas, antes que en poemas sueltos; con una inmersión en su singular universo.

De este modo, encontramos textos que tratan de presentar un universo nuevo de relaciones, de ensanchar sus límites para ofrecer libertad al individuo, para hacer posible que emerjan los deseos, ideas y pulsiones aplastados por una sociedad superficial e hipócrita. Son escritos que recogen la intención de trascender la realidad (y también el tipo de organización social imperante) a través de la revelación y la búsqueda, sólo posibles mediante la liberación de la conciencia por el lenguaje, el azar y lo insólito. Pero, ante todo, nos cautivarán con poderosas imágenes; con imágenes dispuestas como timbres a la puerta de nuestras mentes. La fuerza poética de estos textos no ha sufrido mella a pesar del tiempo y de la invasión audiovisual de nuestros días, y es la principal baza para comprobar la calidad y la atracción de sus versos, más allá de la sincronía que puedan buscar los interesados en la Historia de la Literatura.

Con todo, se hace palpable la vigencia de los postulados estéticos (hoy ciertamente integrados en la cultura) y, quiero remarcar, de los principios filosóficos, éticos y políticos en su faceta más pura que defendieron los surrealistas. No olvidemos que “el surrealismo es un medio de liberación total del espíritu”, y su pretensión iba y va más allá del mero goce estético. Esta antología es una espléndida introducción a esa sugestiva concepción del arte y la vida.

Alberto García-Teresa

 

© Alberto García-Teresa.


Una deliciosa comedia

Herman Melville
Bartleby, el escribiente

por María Aixa Sanz


Bartleby, el escribiente del americano Herman Melville autor de “Moby Dick” es una deliciosa comedia. Pan para el hambriento, agua para el sediento y pastel para el goloso. Eso es “Bartleby, el escribiente”. Eso y muchas cosas más.

La figura del narrador protagonista de la historia en la que Bartleby, el escribiente hace acto de presencia, nunca mejor dicho, es lo que le da el punto de exquisitez a esta comedia que no deja de tener un trasfondo inquietante y perturbador.

Este narrador, el abogado propietario de un despacho en Wall Street, es al relato como el fuego en la llar en una casa. Es refugio y abrigo donde es imposible no estar a gusto. Abrigarse y disfrutar con “Bartleby, el escribiente” es fácil, es como andar por casa.

Herman Melville escribió un historia inteligente, perdurable en el tiempo, humilde y sincera. Magníficos son los personajes que trabajan en el despacho como copistas de leyes o escribientes, magníficos y divertidos incluso absurdos pero entrañables, ellos: Turkey, Nippers y Ginger Nut y sus comportamientos son el ánima del relato, son el todo, son los secundarios perfectos que le dan al relato la agilidad adecuada, para albergar la llegada del extraño Bartleby y que la historia sea de una comicidad aplastante.

Bartleby se presenta en el despacho del abogado, dónde éste le da trabajo de copista. En principio Bartleby resulta un copista diligente, no habla, no se distrae, sólo copia y copia un documento tras otro. El abogado esta fascinado pues ha contratado a un copista ejemplar, el problema llega cuando Bartleby, empieza a negarse a realizar otras tareas que no sean copiar, con un tajante: “Preferiría no hacerlo”. Frase contundente que desarma al abogado, le acobarda y le induce a ser complaciente con Bartleby sin saber porqué. Con prontitud se contagia a los otros copistas del despacho y al propio abogado el verbo “preferir” y se inserta en su habla de manera sutil provocando la risa del lector. Pero todo esto tan solo es el principio de la comedia, la situación llega a extremos de comedia en mayúsculas cuando el extraño y lacónico Bartleby decide que no va a escribir más.

Con una más que extraordinaria edición Nórdica Libros devuelve al panorama literario actual a “Bartleby, el escribiente”. Una historia llena de despropósitos que divertirá al lector, cuya carcajada resonara en los años y en las bibliotecas. Nórdica Libros ha escogido al ilustrador Javier Zabala para que le de a la narración los trazos adecuados que rematan la exquisitez de la historia.


© MARIA AIXA SANZ, (Alcalà de Xivert, 1973). Diplomada en Ciencias Empresariales por la Universidad Jaume I de Castellón.Debuta en el año 1998 en la literatura con el relato “Tetrarca del reino de la nada” que le abre las puertas editoriales para participar en diversas antologías colectivas de cuentos y revistas literarias. ‘EL PASADO ES UN REGALO’, la publicación de su primera novela en el año 2000 le otorga gran éxito de público, al que le acompaña en el año 2001, la publicación de la segunda novela ‘LA ESCENA’ . Su tercera novela: ‘ANTES DEL ULTIMO SUSPIRO’ aparece publicada en Otoño de 2006 en diversos formatos. Finalista del IV Certamen “Edisena” de cuentos Cortos-Cortos, con ‘Peregrinaje de un derrotado’. Publicado en el libro el Cuarto de los Cuentos. El relato ‘Lindo O. Santos’, en el año 2002 es escogido por la editorial Torremozas para representar a la literatura española en un libro de cuentos junto con otros ocho países de Hispanoamérica. Esta participación genera criticas extraordinarias que la dan a conocer en la prensa de América del Sur. En julio de 2006 aparece publicado el relato: ‘Nerina Rombaldoni’ en la internacional y prestigiosa revista Voces. Colaboradora fija con artículos sobre literatura en el periódico ‘Etcétera’ de Zaragoza desde el año 2001, distribuido por España, México, Argentina, Chile y Perú. Y en las revistas: ‘Dosdoce’, ‘Nemeton’, ‘Mainhardt’, ‘Almiar - Margen Cero’, ‘Literaturas.com’ y ‘Palabras Diversas’. Sus artículos para el fomento de la lectura también se publican en el periódico ‘Etc. Magazine’ de Buenos Aires, Argentina, en la web ‘Libreros’ de Caracas, Venezuela, la revista ‘Destiempos’ de México D.F. y en la revista ‘Remolinos' de Lima, Perú. Corresponsal desde Castellón de la revista ‘Literarte' de Buenos Aires.


Miguel Ángel Curiel
Por efecto de las aguas

Madrid, Rialp, 2007

Un mazazo en la conciencia. Eso y no otra cosa es cada uno de los poemas de este libro. Si alguien ha dejado de creer que la poesía forma parte de la realidad tanto como la resaca, los catarros de los hijos o las cuentas a fin de mes, puede asomarse a estas páginas extraordinarias, y asistir a uno de los más prodigiosos juegos de entrada y salida en el lenguaje, desde él y hacia él, que recuerdo en mucho tiempo. Frente a la lógica, a los discursos pertinentes, a la maceración en el aceite insulso del rigor y la corrección, o la incorrección, que vienen a ser lo mismo, Curiel ejecuta en cada uno de sus poemas un salto mortal sin red, sin carpa, sin público y sin cuerpo. No busca el asombro ni el modelo; puede que ni siquiera la consecución de lo poético, sino el mundo, el prisma en que la luz se pierde para siempre, donde lo que destella es el cieno y la memoria es siempre la de algo radicalmente distinto. Estos poemas existen. Y como existen son ciertos. Miguel Ángel Curiel nos ha devuelto el pensamiento que deseábamos, por el que nos metimos en este negocio sin sentido, sin otro sentido que éste.
Su libro es uno de esos rostros que Pound atisbaba entre la multitud del metro.

A.M.R.

 

© Alvaro Muñoz Robledano Nació en Madrid en 1965. Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado los libros: “Fotografías junto al pecio” (Málaga 1991), “Hoteles” (Madrid 1996), y “Cuartel de Invierno” (Madrid 2000). Colaborador de ariadna-rc desde sus comienzos donde ha publicado su "Breve historia de la lucha de clases" (2003). Su último poemario "Salvoconductos" ha resultado ganador del III Premio Café MOn 2006.


Toni Manero, In Memoriam
por Álvaro Muñoz Robledano

 

En 2007 se han cumplido treinta años del estreno de la película Fiebre del Sábado Noche, aunque, si la memoria no me falla, a España llegó en 1978, con lo cual, hasta este año que empieza ahora no disfrutaremos de tan señalada efemérides como es debido. Es decir, del trigésimo aniversario de nuestra más absoluta derrota. Porque, reconozcámoslo, aquel año de nuestros desvelos, en que todos éramos tan demócratas y tan ejemplares, hicimos colas de horas ante las taquillas para contemplar uno de los más sórdidos retratos de la clase trabajadora plasmado nunca en la pantalla. Pero, a diferencia de sus ilustres antecesores Tom Joad o Rocco, cuya presencia despertaba en nosotros ira, compasión, sed de justicia, hambre de fraternidad y auténtica lucidez revolucionaria, la aparición de Toni Manero cimbreando las caderas por una calle de Brooklyn con un bote de pintura en cada mano, al ritmo de la más célebre canción disco que jamás se escribió, nos hacía aplaudir y ponernos de pie en la sala, tan satisfechos de habernos conocido y, sobre todo, de habernos reconocido en semejante despojo. ¿O no es un despojo el chaval que no sirve para nada, como todo el mundo, desde su jefe a sus padres, le recuerda, mozo en una droguería, sin más perspectivas laborales y sociales, cuya única habilidad es contarle una milonga a una vieja para sacarle un par de dólares más por la pintura que le ha traído, y al que se le concede, a regañadientes y sin perder la oportunidad de insultarle, como premio a su hazaña, un par de horas libres para llegar antes a la discoteca?

Ya está, ya se hizo la revolución.

Proletarios de todos los países, poneos la camisa de raso y vuestros mejores y más puntiagudos botines.

Aquella discoteca, el paraíso prometido a la clase obrera por el sueño americano, era digna de una pesadilla del Bosco; un local desangelado en una calle perdida, en el que las mesas estaban vestidas con manteles de cuadros propios de una pizzería. Allí, Toni Manero bebía, se magreaba con las chicas, se tiraba a una, no se tiraba a otra, pero daba igual, lo importante era que lo pareciera, exhibía todo su machismo, toda su animalidad, toda la saña guardada durante seis días en las tripas, y los pocos billetes que le convertían en rey de su alcantarilla por unas horas. No pienso contar la película, ni me meteré en la falsa redención de la grotesca historia de amor con que aderezaron el estofado. Sí, al final Toni cruzaba el puente hacia Manhatan, sin que ningún avispado de entre los que bullíamos en nuestros asientos le gritara que no fuera memo, que a un tipo como él nunca le dejarían entrar en Studio 54. Tan sólo queríamos salir del cine para correr hacia la discoteca de nuestro barrio, pantalones de pana de pinzas y los zapatos de ir al instituto, más un paquete de ducados en lugar del More prohibido a los no iniciados. Joder, si el presupuesto no nos daba más que para un par de cervezas y seguíamos esperando a las bodas de los primos mayores para ir a lugares de moda, protegidos por el traje y la corbata de las grandes ocasiones, el mismo que, un par de años después y convenientemente recosido, pasaría a ser nuestra ropa de faena.

Y qué esperábamos, si, como a Manero, nuestros hermanos mayores nos habían dejado tirados a un lado del camino enarbolando las banderitas que nos endosaron. El suyo era cura, el orgullo de la familia, la seña de identidad, el destino cumplido. Tras abandonar el sacerdocio y marcharse de la ciudad, dejó a Toni su alzacuellos. Éste, en una escena que Bertolucci hubiera matado por escribir (si hubiera sido capaz, que ésa es otra) se lo colocaba ante el espejo, y, con un rápido movimiento de la mano, lo transformaba en una soga de la que quedaba ahorcado. Eso fue lo que nuestros benditos hermanos mayores nos dejaron para nuestro solaz, nuestra propia horca, mientras ellos descubrían que debajo del asfalto había suelo urbanizable. Y claras instrucciones para no pretender ser Al Pacino, sino conformarnos con parecernos a él por un rato. Y el encargo de ser nuestro propio cuerpo represivo, ya que tan indignos nos habíamos mostrado de la vida esplendorosa que nos prometían desde la universidad.
Sartre preguntó a Queneau qué quedaba del surrealismo; éste le respondió: “la sensación de haber sido joven.” Festejemos pues nuestra juventud condenada, cuando un macarra de barrio nos contó, lúcida y cruelmente, como era la ratonera que nos esperaba y como nosotros creíamos que estaba bien.

También creíamos que éramos invencibles, que éramos hermosos.

También creíamos que valía la pena.

 

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© Alvaro Muñoz Robledano Nació en Madrid en 1965. Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado los libros: “Fotografías junto al pecio” (Málaga 1991), “Hoteles” (Madrid 1996), y “Cuartel de Invierno” (Madrid 2000). Colaborador de ariadna-rc desde sus comienzos donde ha publicado su "Breve historia de la lucha de clases" (2003). Su último poemario "Salvoconductos" ha resultado ganador del III Premio Café MOn 2006.


“Te sientes bien cuando dices lo que quieres”*: JM Caballero Bonald

Por Harold Alvarado Tenorio


Poeta, novelista, estudioso del flamenco, teórico del vino, productor musical, navegante, pintor, guionista de teatro y televisión, letrista, profesor de literatura, editor, subdirector de Papeles de Son Armadans, la revista de Cela y presidente del PEN Club en España, José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) pudo ser un elegante capitán de barco por su porte elegante, de aristócrata andaluz afligido de señorío y nostalgias, yendo y viniendo entre los viñedos y pantanos, las serranías y playas del mar, amando la vida y sus placeres. Quizás por ello goza de un enorme prestigio entre casi todas las cáfilas y catervas de los intelectuales peninsulares y sudamericanos, que le han celebrado con numerosas distinciones entre las que figuran el Premio Nacional de las Letras, Nacional de Literatura, Nacional de la Crítica en tres ocasiones, Pablo Iglesias, Reina Sofía, Julián Besteiro, Andalucía de las Letras, Biblioteca Breve, Plaza y Janés, Boscán y el Nacional del Disco por su Archivo del Cante flamenco.

Desde cuando regresaron de Colombia, a comienzos de los años sesentas, José Manuel (Pepe) Caballero Bonald y María Josefa (Pepa) Ramis Cabot, su mujer, han vivido en la Dehesa de la Villa en el barrio de la Ciudad Universitaria de la Complutense, jardines donde se defendió la ciudad durante la Guerra Civil, en violentos combates comandados por Buenaventura Durruti. Un barrio poblado de piñoneros, carrascos, almendros, chopos, fresnos, olmos y acacias, sobre todo en las calles Francos Rodríguez, donde está una de las bocas del metro y María Auxiliadora, donde queda su piso, en un edificio que han ocupado Francisco Brines, Fernando Quiñones, José Ramón Ripoll, Arcadio Blasco o Carmen Perujo, sus amigos de siempre.

Caballero Bonald ha cumplido el año pasado sus únicos ochenta años, y una batahola de conferencias y exposiciones fueron programadas en la fundación que en su ciudad natal lleva su nombre. He conversado con el poeta en su piso madrileño, este último verano, el mismo día cuando una editorial catalana puso en venta la más reciente antología de su obra: Summa vitae, preparada por Jenaro Talens. Caballero Bonald conserva ese rostro de modelo de Velásquez de muchas de sus fotos de juventud, con un habla salpicada de picardías, medio cubana y colombiana, aparentando estar distraído pero al borde de una mueca maliciosa que va dando cuerpo a ese lento desdén prolongado con el cual precisa y dicta los despojos de su prodigiosa memoria.

 

Ochenta y un años Pepe…

Cuando se mira para atrás se ve de todo. Se ve que cada vez va quedando más pasado y menos futuro, y eso no es un episodio como para andar celebrándolo. La vejez es una cosa atroz, una frontera alarmante; te has convertido en un viejo y eso te angustia en cierto modo. Has escrito lo que tenías que escribir, has cumplido con tu propia vida, con tus ambiciones y te quedas ya como sentado en tu butaca viendo caer la tarde bajo un árbol en el jardín. Y esa sensación de acabamiento, de postrimería, produce un sentimiento de fin de trayecto, y ya no hay ningún nuevo punto de partida. Todo eso es una cabronada, claro, aparte, claro, del escepticismo, la desgana, las descreencias... Da para mucho la vida de una persona que ha vivido 81 años y se sigue defendiendo de muchas cosas que aparecen cada mañana en la prensa. Basta repasar las noticias del día, esa sarta espantosa de imágenes, guerras miserables, injusticias, lo que pasa con los derechos humanos. Yo trato de recuperar la dignidad de vivir. No quiero convertirme en un viejo cascarrabias, no me gusta, pero cada vez hay una tropa mayor de majaderos, fantoches y tentetiesos. Me dan ataques de cólera que procuro dominar. Pero no tengo edad de aguantarme. Yo soy un ciclotímico literario, así que cuando no escribo me ocupo bastante de la vida cotidiana y de la política, y eso me alarma y me sofoca. Siempre me ha tentado decir lo que pienso, aunque me costara esfuerzos y me proporcionara algún que otro encontronazo. A mí, los años quizá me hayan hecho más temerario en este sentido. Y eso me produce una especie de satisfacción -digamos- de doble filo. Pero de lo único que estoy plenamente satisfecho es de mi obra literaria, que he trabajado con ahínco y creo que con solvencia, y de mi vida privada. Llevo más de media con una mujer que me ha ayudado mucho a no perder el norte.

Usted nació y vivió hasta bien entrada la adolescencia en Jerez de la Frontera…

Ser jerezano es una denominación de origen, una mezcla de buena educación y de ignorancia, yo nací en los años veintes y puedo decir que me gustó nacer entonces. De mi niñez siempre recuerdo la azotea de mi casa, desde donde me asomaba a ese mundo luminoso de Jerez, a las ventanas, las escaleras y los patios de nuestros vecinos, pero lo que bien recuerdo de mi niñez y primera juventud fueron aquellos veranos en Sanlúcar de Barrameda, donde conocí el mar y viví las primeras excitantes escapadas de las domésticas, un descubrimiento del mundo… Luego, en mi adolescencia estuve un año en cama, reposando, y entonces conocí la literatura, un viejo amigo de casa, amante de los libros me prestó la antología de la poesía española que había hecho Diego y los poemas de Juan Ramón Jiménez, y entonces quise ser poeta…

Hijo de cubano y francesa…

Sí, pero sepa usted que no me siento para nada francés, incluso hay algo que repudio en toda esa cultura francesa, no me seduce ni me siento identificado para nada con Francia. Me considero más ligado a mi sangre cubana. Mi padre, Placido Caballero, era de Camagüey. Yo he estado en Cuba varias veces y me he sentido como reencontrando las raíces familiares. Uno de mis cuatro abuelos era andaluz, andaluz de la costa malagueña mediterránea, y seguramente, a través de ese abuelo, me viene esa memoria árabe que cada vez entiendo más vigorosa y más influyente y que desplaza a cualquier otro asidero espiritual respecto a una u otra cultura. Mi madre, Julia, era bisnieta del Vizconde de Bonald, un integrista y un reaccionario de mucho cuidado, pero mi madre era otra cosa, era liberal, extrovertida. Mi padre se dedicaba a los negocios con el vino y por eso me he interesado en su elaboración, su tratamiento, color, pero no desde el punto de vista industrial o químico, sino desde la magia, la alquimia, de alguien que ve cómo la uva se convierte en ese liquido maravilloso que agrada y perturba…

¿Juan Ramón Jiménez?

Si, de Juan Ramón he aprendido casi todo, incluidos sus excesos, y no sólo como poeta sino como prosista. Casi nunca ha dejado de decirme cosas inolvidables. Aunque en alguna ocasión me las haya dicho con escasa ecuanimidad o con excesiva retórica, que eso importa menos. Entre otras cosas, porque cada vez estoy más convencido que muchas de mis trastiendas artísticas, y hasta mi gusto por las infiltraciones neuróticas del lenguaje, dependen en parte de ese ya remoto entrenamiento. Lo cual siempre es muy de agradecer. Desde la Segunda antolojía -el primer libro poético que me dejó absorto- hasta Espacio -uno de los poemas más fascinantes de toda nuestra cultura literaria-, Juan Ramón Jiménez ha sido el supremo y egocéntrico regente, el gran mentor inflexible de casi todo el aparato estético que usó -y sigue usando- la poesía española del siglo XX. Con él se acota una jurisdicción literaria que aún mantiene sus prerrogativas y en la que incluso se integrarán los últimos poetas -puros o impuros, qué más da- que ya esperan tumo en el arrabal didáctico de los manuales.

Pero entiendo que fue José Ignacio Javier Oriol Encarnación de Espronceda y Delgado quien lo hizo hacerse escritor…

Es cierto. En Jerez, en la pequeña biblioteca familiar, descubrí una biografía de Espronceda escrita por Narciso Alonso Cortés, un historiador ya olvidado. Quedé deslumbrado por el personaje, un hombre que había hecho de todo en sus treinta y cuatro años de vida, había luchado en las barricadas de París, fundado una sociedad secreta, estado preso, exiliado por republicano, había sido diputado, guardia de corps, diplomático en Holanda y como si eso fuera poco, se fugó a Lisboa con una muchacha de la que había estado enamorado desde que ella era una niña, hasta cuando ella le dejó y un buen día, paseando por la calle Santa Isabel de Madrid, Espronceda se asomó a una casa donde estaban velando un cadáver y descubrió que la muerta era su ex amante, y entonces escribió su magnífico Canto a Teresa [Mancha]. Yo quise ser como Espronceda. Quería imitarle, pero como era imposible emularle en tantas y tan maravillosas facetas y hazañas, lo que hice fue rivalizar con él en las dos que tenía más a mano: escribir poesía, cosa que me ha durado hasta hoy, y llevar una vida licenciosa, que en aquellos años con la asignación semanal se limitaba a llegar algún día tarde a casa… Y así hasta el sol de hoy…

También quiso ser marino…

Aún ahora sigo siendo muy aficionado al mar. Navego con cierta frecuencia, en Galicia o en Andalucía. La mar ejerce en mí una fascinación muy especial, por todo lo que representa: la libertad absoluta, y también la aventura. Creo que me hice escritor porque soy un aventurero frustrado. Esa afición procede de mis lecturas de Emilio Salgari y Jack London. Hasta donde alcanza mi memoria me veo leyendo a Salgari. Siempre fui muy aficionado a la literatura de aventuras, sobre todo aquellas relacionadas con el mar. He sentido, siento aún, una predilección especial por todos los escritores que eligen el mar como escenario para sus historias. Autores como Stevenson, Conrad, Melville. Todo lo que tuviera que ver con aventuras en la mar me apasionaba... y cada vez me apasiona más. Yo quería ser un aventurero y la única posibilidad que tenía a mano era hacerme marino, pero luego, como casi todos los muchachos de mi edad de la posguerra, enfermé del pecho, tuve que reposar y ya no estaba en condiciones físicas de ser marino y lo cambié por Filosofía y Letras en Sevilla, que fue como equivocarme de otra manera.

La Guerra Civil, como a sus compañeros de generación, transformó su vida…

La guerra fue un caos, una barbarie colectiva. La verdad es que creo que nuestra relación con la guerra se materializó a través de la posguerra. En la posguerra hubo el edicto de persecución y muerte al perdedor, y eso fue horroroso. Yo era un niño cuando los acontecimientos, mis recuerdos son muy vagos, pero es que luego ya éramos adolescentes, y la guerra, aunque había acabado, seguía estando ahí, como una presencia terrible, traumática, que afectó a todos los españoles. Y, claro, también a nosotros. El titulo de mi primer libro de memorias, Tiempo de guerras perdidas, tiene un sentido figurado, se refiere a las ilusiones que no se materializan, a los sueños truncados. Pero también tiene un sentido real, el de la propia guerra perdida. Porque, al finalizar la guerra, se suponía que yo pertenecía al bando de los vencedores por mis orígenes, por mi familia, pero poco a poco empecé a sentirme del lado de los vencidos. Otro hecho es la censura, durante mi juventud eché de menos muchos textos. A medida que crecía y me aficionaba a leer, iba teniendo noticias de escritores, sobre todo poetas del 27... y a esos textos no se podía acceder. Libros de Cernuda, de Alberti, del mismo Lorca... vamos, todas aquellas páginas maravillosas que estaban fuera de la circulación. Entonces, a través de algún amigo que había salvado de la quema -en muchas ocasiones, de la quema real- yo fui leyendo aquellos autores prohibidos, falazmente censurados por la censura franquista. Al principio yo no entendía muy bien por qué aquellos libros estaban prohibidos. Por aquel entonces yo era todavía muy joven, y mis ideas políticas no estaban lo que se dice definidas. No le daba muchas vueltas al hecho de que ciertos libros estuvieran fuera de la circulación. Simplemente pensaba que, bueno, que eran autores que habían perdido la guerra, que estaban en el exilio...Me limitaba a soportar esas carencias, esa falta de determinados libros, pero reconozco que no hacía ningún tipo de crítica. Las críticas vinieron después.

Y vino el viaje a Madrid...

Llegué a Madrid con mi primer libro, Las adivinaciones, que ganó el Premio Platero y un accésit del Adonais. Fue una llegada muy triste, era una ciudad con restricciones de luz, medio en penumbra, existía la cartilla de racionamiento, había que comer en los restaurantes económicos. Era un Madrid muy sórdido y muy triste. Gris. Un ambiente muy hostil en la calle. Allí, en el Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe conocí a Valente y Goytisolo y a Hernando Valencia Goelkel, Jorge Gaitán Duran y Ernesto Mejía Sánchez, que fueron mis amigos y por quienes conocería buena parte de América Latina. Fueron esos los años cuando comencé a tener cierta conciencia política, en la milicia naval universitaria, un período que duraba tres veranos. Fui testigo de tantos disparates en la organización militar...esas jerarquías, ese sentido de la obediencia... Bueno, todo aquello fue provocándome un prurito de enfrentamiento a una ideología que empezaba a encontrar disparatada. A través de ese encono personal, y todavía sin una conciencia política clara, yo me fui enfrentando a toda una situación social de la España de la época. Luego ya el proceso político real se materializó de la mano de Dionisio Ridruejo, que fue un personaje al que yo quise mucho, y al que estábamos unidos un grupo de personas como Moreno Galván, Juan Benet, Fernando Baeza, Pepín Vidal Beneyto, para mí fue como el foco de donde arrancó mi actitud política antifranquista. Con Dionisio compartí yo muchas cosas... incluso la cárcel, en el año 64. Así me vinculé a la lucha antifranquista.

Miembros también de la Generación del 50, a la cual usted pertenecería…

El grupo del 50 fue eso, un grupo. Generación, de ninguna manera. Sólo era un grupo dentro de una generación. Éramos ocho o nueve poetas y el correlato de los novelistas: García Hortelano, Marsé, Grosso, Zúñiga, Ferres, etc. El concepto de grupo dentro de una generación ha tenido una importancia cada vez más notoria en la evolución de la poesía española y además creo que había algunos miembros de esa generación –como podían ser Barral o Gil de Biedma- que eran realmente unos hombres cultos, petulantes, unos eruditos insolentes, críticos de la cultura, personas que hablaban tres o cuatro idiomas. Un grupo diezmado por la fatalidad y un tanto, autodestructivo, con tendencia a hacer lo contrario de lo que parece convencionalmente recomendable.

Surgió por complicidad política y de eficacia operativa en Collioure, durante el aniversario de Antonio Machado. Entonces Carlos Barral decidió que se iba a publicar una antología recogiendo la actitud del grupo, que es lo que en cierto modo fue verdad. Yo creo que el grupo surge porque realmente éramos amigos, unos más que otros, como siempre ocurre y luego teníamos muchas cosas en común. Una actitud moral frente a la dictadura. El respeto mutuo, más o menos la misma estatura... Leíamos los mismos libros. Procedíamos de un medio universitario y luego nos unió sobre todo la lucha contra la dictadura. Era un factor de cohesión de innegable importancia. Era el tiempo de la utopía. Afortunadamente, la utopía se defendía. Luego fue como una esperanza aplazada. Esa lucha, esa oposición al régimen de Franco fue lo que de verdad nos unió. Porque teníamos muchas cosas en común, sí, traíamos con nosotros una nueva manera de vivir... y de beber, porque teníamos una tendencia manifiesta al consumo de bebidas alcohólicas. Pero luego la procedencia universitaria, el origen familiar, la necesidad de restaurar una realidad cultural que la guerra había interrumpido... Esos factores, qué duda cabe, sirvieron para unirnos. Pero sobre todo nos mantenía como una piña el deseo de demostrar nuestra oposición a la dictadura, a una situación que no comprendíamos.

Iniciamos el mestizaje, una tradición hecha de otras tradiciones, españolas y también en este caso anglosajona. Pero las afinidades literarias, aunque en teoría iban por el mismo camino, o por caminos próximos, tampoco me parecen muy destacables. Hubo, eso sí, durante algún tiempo, algo común que tenía una manifiesta justificación histórica: la pretensión de usar literatura como un instrumento de agitación social. No olvide, Alvarado, que estábamos luchando y escribiendo en unas circunstancias absolutamente angustiosas: persecuciones, encarcelamientos. Cultivamos una auténtica literatura de la resistencia, condicionada por las secuelas de la situación policíaca del franquismo. Había que sortear la censura con eufemismos, medias palabras, claves, sin explicar las cosas directamente. Todo eso repercutió en perjuicio de la propia literatura. Pero todo eso también acabó dejándose llevar por la desgana, el escepticismo. Éramos muy distintos literariamente hablando. Gil de Biedma tiene poco que ver con Barral, o con Valente...

Yo nada con Goytisolo. Pero éramos muy amigos, Nos reuníamos con frecuencia, hablábamos...éramos muy aficionados a trasnochar, éramos noctámbulos, desobedientes, insumisos. Y que Barral fuera editor y a través de la editorial canalizara nuestras primeras obras fomentó, digamos, una sensación de solidaridad entre nosotros.

¿Cuáles, de ellos, fueron sus más cercanos?

Mis grandes amigos fueron Ángel González y Juan García Hortelano. Con Barral, que además fue mi primer editor, mantuve también una relación de amistad imperturbable. Con los Goytisolo, muy estrechas, sobre todo con los dos hermanos mayores, a quienes conocí en la Universidad.

Pepe Valente, al que conocí cuando éramos estudiantes, era una persona muy compleja. Yo lo quise mucho. Anduvimos por medio mundo y nos reímos mucho juntos. En ocasiones, no obstante, era esquinado, y cuando se retiraba a sus cuarteles de invierno resultaba una persona bastante incómoda. Con él tuve más afinidades por el lenguaje. Como a él, nunca me ha gustado la poesía obvia, explícita, directa, la narratividad que ahora está muy en boga. Esa poesía no me interesa. Me gusta el riesgo de trabajar con el lenguaje y en eso Valente ha sido un maestro. Como lo fue también en cierto modo con Carlos Barral, poéticamente hablando. Pero también con Paco Brines y Gil de Biedma, cuya obra tiene una eficacia mayor porque además de hacer política hacía buena literatura acusando una serie de episodios de su vida personal enfrentados a una situación histórica y eso permanece.

Luego vendrían los intensos años de Colombia…

Tengo la convicción que aquellos tres años pautaron mi futuro y fijaron los modelos de las despedidas de la juventud y los anticipos de la madurez. Fueron años decisivos, tuve mi primer hijo, escribí mi primera novela, me vinculé al grupo que hacía la revista Mito, me adentré en el mestizaje, que ha sido siempre un factor esencial para mí. No obstante, veo aquella época como muy lejana. Cuando me fui a Colombia quería ser sólo poeta, pero una vez allí, empezaron a intensificarse mis recuerdos, era la época del realismo social, y quise escribir una novela donde se reflejara mi experiencia en ese mundo las viñas y las bodegas de Jerez que tenía muy cerca por razones familiares y que era un tema que se compadecía muy bien con la intención de denuncia... Y quizás influyeran también algunos de los eventos de entonces, como aquella sobremesa cuando Eduardo Carranza, raro espécimen de falangista colombiano que siempre que bebía mostraba una acusada tendencia a la elasticidad ósea y la expulsión de la dentadura, comenzó a alabar a Franco en términos que parecían emanados de la boca de Fraga Iribarne, su protector, y yo comencé a endilgarle los mas subidos improperios que causaron un detallado informe contra mí de la embajada de España en Bogotá, considerándome elemento peligroso, porque además, escribía yo en El Espectador artículos sobre las campañas represivas del franquismo. Ni olvido algunas de las mujeres que conocí esos años, como aquella española, Alicia Baraibar, que estuvo casada con un poeta diplomático y gobernador imitador de Eliot, y que como Elvira Mendoza, Rita Agudelo, Marta Traba, Gloria Zea y Sonia Osorio, con su tono libertario, predicaban el amor libre, amaban el cine erótico francés de Cofram y les encantaba divertirse.

Hablemos ahora de los géneros, de la poesía, la narrativa, las memorias….

Cada día me convenzo y estoy dispuesto a admitir que no existen los géneros. Creo que lo que llamamos géneros literarios tienen mucho que ver con el artificio, las estratagemas, las trampas retoricas. Un poema es la máxima temperatura que puede alcanzarse con el manejo de la lengua. La música es esencial en la poesía, sin música no hay poesía. La poesía, aparte de un hecho lingüístico, es una especie de mezcla desigual de música y matemáticas. Yo me siento identificado con un poema cuando se me abre una puerta, se rompe un sello y me asomo a un mundo que me descubre algo emocionante y desconocido. Alguna vez dije que los temas son como el ingrediente superfluo de un todo fundamentalmente definido por el tratamiento literario que se le dé. O sea, que sigo pensando que la poesía es un hecho lingüístico. El argumento, la verdad de la poesía, se genera a medida que se hace el poema. Por eso mismo un poema no se termina nunca de corregir, puede ser corregido cada vez que lo relees.

Las memorias son otro género de ficción, como lo es la poesía y la novela. Todo el que recuerda se equivoca de algún modo, sobre todo porque resulta imposible reconstruir lo ocurrido tal como ocurrió. Hay lagunas, olvidos, y hasta recuerdos ajenos de los que te apropias, recuerdos falsos... Y mi obra debe mucho a la memoria. Si perdiese la memoria no escribiría.

La novela, como buena parte la poesía actual, descuida el lenguaje en beneficio del asunto, del cuento en vez del canto….

Hoy circula por ahí una cierta tendencia a depreciar el papel del escritor en beneficio del papel del informador. Yo detesto radicalmente y por principio, cualquier tipo de copia de la realidad. A mí todo eso me parece una estupidez, una de esas modas que se inventan los mediocres. Si un escritor no es exigente y riguroso con el uso del lenguaje, es porque no tiene ni puta idea de su oficio. Otra cosa es que el escritor deba, sin olvidar el oficio, ser un crítico de la sociedad, del poder, del signo que sea. No es que el escritor tenga que proponérselo previamente, es que traspasará siempre a su obra su propia ideología. Pero a mí lo que me interesa es la literatura considerada como obra de arte, la prosa narrativa de alcance artístico. Una palabra bien elegida puede significar poéticamente más de lo que significa en los diccionarios. La ironía, que depende del estilo, de la forma, incluso de la sintaxis, es para mí una suerte de método de interpretación de la realidad, y una literatura sin ironía, sin sentido mínimo del humor queda a trasmano, como si fuera para predicadores…

Vendrían luego los interminables días del franquismo…

Durante esa época he estado bastantes temporadas fuera de España. Estuve en Colombia, luego he vivido en Francia y Cuba. Cuando yo desperté a la política y a la realidad española en tiempos de Franco, mi obra se empobrece, se empobrece incluso deliberadamente porque suponía, con disculpable desenfoque, que era mucho más importante denunciar algo de lo que estaba ocurriendo a través de la literatura. Lo que no publicaban los periódicos, procuré registrarlo de alguna manera en mi obra. Entonces, la novela que publiqué en tiempos del franquismo más exacerbado, más opresivo, y un libro de poemas, adquieren un valor más ético que estético. Yo me preocupaba que en mi obra se filtrara la condición de una persona que estaba luchando contra el sistema, que estaba en la resistencia, digamos, con muchos escritores de mi generación. Fuimos encarcelados, perseguidos, silenciados. Todo eso naturalmente se refleja en algún libro mío, porque en ese tiempo creí que era más honesto acusar literariamente la realidad española que preocuparme de las contradicciones estéticas de mi obra. Sólo cuando se supera la etapa franquista, vuelvo a recuperar lo que me había sugestionado siempre en literatura.

Vista ahora, con frialdad y sin apasionamiento, veo aquella época como una especie de mediocridad ambiental. Todo parecía mezquino y de una hostilidad soterrada, sobre todo para los que estaban en la lucha antifranquista. Tampoco hay que negar que, al lado de eso, la libertad interior de cualquier artista es tanta que puede más que cualquier control externo. Por eso pensábamos que nosotros aportábamos a esa mediocridad una nueva forma de vivir y de beber.

Usted bien puede decir confieso que he bebido…

Porque aparte de la actividad antifranquista, estaba esa especie de autodestrucción que acabó con casi todos los miembros de aquel grupo de amigos... Ahí se filtraban muchas cosas, el aburrimiento, la necesidad de ir en contra de los convencionalismos, de soliviantar a conciencias timoratas, de enfrentarse al orden establecido, a la moralina ambiental... De todo eso había. Yo he sido muy hedonista, me gustaban los placeres que alegran la vida, que hacen soportable las desdichas y atropellos de la historia, me gusta beber, he buscado placeres de éstos, pequeños placeres, que te puede ofrecer la vida cotidiana, enfrentado a un mundo hostil, a un mundo en guerra, en manos de un ignorante como el señor Bush, peligroso ignorante, fanático del eje del mal. Todo eso me produce escalofrío y procuro, aparte de tomar partido, contrarrestar los malos efectos de todo eso con los buenos efectos del hedonismo.

Hablemos de dos de sus libros, primero Ágata ojo de gato…

Sigue siendo mi novela favorita, creo que logré hacer lo que quería, creo que es la manifestación de un mito, de la mater terra que castiga a todo aquel que pretende ultrajarla y me inventé esa historia medio legendaria. “Ágata” es un intento de sustituir la historia por sus presuntas equivalencias mitológicas, pero siempre manteniendo esa realidad que responde a la historia verídica del coto de Doñana. Además con ese libro me ocurrió, y eso sí que era mágico no por el método literario sino por sus consecuencias, que conocí a personajes después de haber escrito la novela que eran un reflejo fiel de los que yo me había inventado y eso es muy inquietante y muy apasionante. Conocer en la vida real a personajes de ficción, tuyos, propios, provoca entusiasmo e inquietud.

En sus libros el Coto de Doñana se llama Argónida…

Argónida es para mí una referencia humana ineludible, una complicidad onomástica y buena parte de las memorias las escribí frente a ese paisaje para mí irreemplazable. Es el paisaje natural de buena parte de mi biografía, de mi educación sentimental. Ahora me paso medio año frente a Doñana y eso me ayuda a ir tirando. Cada uno tiene su paraíso privado, y para mí ese paraíso es Argónida. Me inventé ese nombre, con sus deliberadas resonancias clásicas o mitológicas, porque quería buscarle a la realidad de un paisaje, de un mundo concreto, ciertas equivalencias legendarias. A mí no me atraía para nada reflejar la realidad de ese mundo, sino elaborar una aproximación artística, una interpretación distinta de ese mundo. La realidad se me antojaba tan obvia, tan insuficiente, que tenía que cambiarla hasta de nombre. Pero las amenazas de deterioro son constantes por parte de los abanderados del progreso inhumano. Doñana siempre ha estado rodeada de acosos a su integridad, a su equilibrio natural. Yo ando siempre un poco haciendo las veces de centinela privado, y eso me alivia de tensiones.

Con Descrédito del héroe hecha por la borda la poesía que privilegia el asunto contra la melodía…

Por supuesto. Hace ya tiempo que procuré orientar mi poesía en ese sentido. Nunca me sentí atraído ni por el realismo de vuelo rasante ni por toda esa tabarra del coloquialismo. Y detesto el costumbrismo, venga de donde venga. Eso que llaman la “posmoderna elegía sentimental” me suena a conserva de mermelada. Descrédito del héroe contiene una serie de temas que yo creo están en mi poesía de todos los tiempos, vamos, desde que empecé a escribir poesía. Aquí está más exacerbada la preocupación por rastrear en una zona muy concreta de la experiencia, de mi propia experiencia; este libro tiene algo de memorial nocturno, donde pretendo dar forma literaria a una serie de fijaciones, de obsesiones críticas. En el fondo, el libro posee ciertos dispositivos de crítica moral de las instituciones; sobre todo en lo que se refiere al deseo de desmontar ese crédito tan poco estable sobre la figura del héroe. En su sentido más amplio: el héroe tanto como protagonista de una situación, como arquetipo de esos ídolos de barro inventados por una sociedad caduca, abolida, como era la sociedad española de los años sesenta. Yo soy un lector y un gustador inagotable de los textos clásicos griegos y latinos desde Homero hasta los poetas de la Roma decadente, pasando luego por muchas zonas de esa cultura mediterránea que llega hasta Kavafis. Yo intento, a través del propio lenguaje, aclararme mi propia experiencia, ejercer una crítica de ese lenguaje que me sirva a la vez para investigar en mis fijaciones, en mis fantasmas temáticos; en ese caso el sexo está muy elaborado en el libro; el sexo, la crítica moral y, en cierto sentido, el deseo de aproximarse a una realidad que desconozco.

Libros que parecen más escritos por un latinoamericano que por un peninsular…

Es posible… A lo mejor es un contagio cubano-colombiano. Aparte de García Márquez y de José Eustasio Rivera, me siento muy ligado a dos escritores cubanos: Carpentier y Lezama Lima que son muy distintos pero en el fondo coinciden en algo de esa fascinación tropical, de ese criollismo que fermenta en el lenguaje. A pesar de que sus poéticas sean muy distintas me han servido de estímulo fundamental y creo que en ese sentido también me siento muy cubano, me siento heredero de una forma digamos antillana de trasplantar a la literatura el mundo vivido. Si tuviese que reconocer un padre literario diría sin pensarlo dos veces el nombre de Alejo Carpentier, su lectura me emocionaba y contenía a la vez, así como en Lezama Lima encontraba la forma de mi tradición barroca en medio del presente. La poética de Lezama está simultáneamente incorporada a su poesía y a su obra narrativa. Paradiso es un libro fascinante. Hay allí páginas que son poemas deslumbrantes, que no creo que se hayan producido en toda la literatura castellana del siglo XX. A lo mejor en algún recodo de la obra de Valle Inclán pueda descubrirse la misma garantía de invención, la revitalización de la lengua. Yo he defendido el barroco toda la vida porque reivindico mi historia, mis tradiciones. Andalucía es barroca desde Góngora hasta la Catedral de Cádiz, no creo que lo barroco sea algo confundible con la retórica, con lo ampuloso o artificial. Ya le he dicho que todo lo que no es barroco es periodismo.

Usted admiró mucho la Revolución Cubana…

Cuando triunfó la revolución, en los años 1959, 1960 y 1961, Cuba fue un punto de referencia ejemplar en muchos aspectos. Luego la revolución cubana ha dado muchos virajes, muchos bandazos. Hoy es difícil que uno defienda lo que está ocurriendo en Cuba, la dictadura de Castro, pero en aquellos años era un ejemplo de dignificación social. Las transformaciones en el orden educativo, en el orden sanitario, eran magníficas; pero, poco a poco, todo eso fue declinando hacia otro tipo de actitudes. Castro es alguien absolutamente incapacitado para evolucionar, para dar un nuevo viraje a la política interior cubana. Yo no puedo estar de acuerdo con la actual Cuba, pero estuve muy de acuerdo con la Cuba triunfante después de la revolución. Ha sido una decepción para mí y para muchos. Me irrita tanto como me irritan los anticastristas. Me pasé media vida en la lucha antifranquista, pero la dictadura castrista sólo la defendí en su primera etapa.

Y sigue fungiendo, a su edad, de radical, incluso ha publicado un Manual de infractores…

Sí, me considero un radical. Cuando hice el libro de Espronceda me agradaba todo eso que tenía el romanticismo de insumisión, de rebelión contra una sociedad retrógrada, inmovilizada por el influjo de la tradición. Yo detesto a los obedientes, los sumisos, los bien pensantes, a los gregarios, los curas neo franquistas, los adictos a la intolerancia, a la mentira, a los fundamentalismos......, a todos esos botarates que aceptan sin rechistar lo que les mandan y van por ahí con la divisa del pensamiento único. Para ellos vivir al borde de la vida o es un delito o un pecado... Escribir bien es una forma de rebeldía, un ajuste de cuentas, de resistencia contra los acosos de una realidad que consideras detestable. A lo mejor se escribe para que alguien, una persona concreta, se indigne con lo que dices y también para que alguien se alegre compartiendo tus ideas.

Ahora dígame, para terminar, cuales son los recuerdos más recurrentes de su vida en estos ochenta y un años cumplidos…

El registro de mi casa por los falangistas. Una atrocidad, gente maleducada y violenta. Luego, la muerte de mi madre. Yo perdí allí algo. No había cumplido como hijo, eso siempre se piensa. Y, después, la cárcel, la temporada que pasé en Carabanchel. Era el año 1964, habíamos presidido una asamblea por la amnistía de los presos políticos, en la Facultad de Derecho. Una claustrofobia fatal. Miedo de que se olvidaran de mí. Quedarte allí con la barba crecida, envejeciendo, solo...

 

*Entrevista cedida por Harold AlvaradoTenorio para su publicación en el número especial Aniversario Ariadna por la revista Arquitrave de la cual es Director. www.arquitrave.com


 

© Harold Alvarado Tenorio (Buga, Colombia, 1945) hizo estudios en la Universidad Complutense de Madrid, donde recibió titulo de Doctor en Letras. Es Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia y Director de la Editorial y Revista de Poesía Arquitrave.


Jorge G. Aranguren
De un abril frío

Palencia, Menoscuarto Ediciones, 2007

La aparición de este libro en el catálogo de un distribuidor supone, o así me lo he tomado yo, la reparación de una ofensa que el tiempo me debía desde 1979, año en que compré otro del mismo autor, De fuegos, tigres y ríos..., premio Adonais de 1976 (ya ven que lo mío con ciertas colecciones es fijación). Desde aquel momento, y como si fuera la mujer recordada por Everett Sloan, no hay mes que no haya sentido la necesidad de volver a sus páginas, a aquella terrible suavidad de las tardes vencidas y las muchachas cuyo amor se perdía sin brusquedad, con alivio, cada cuerpo una lectura más ante la que entrecerrar los ojos para no saber que ya el encantamiento de las palabras, o de la piel, nos había abandonado. Nunca volví a encontrar un libro de Jorge Aranguren, ni ninguna referencia acerca de él, pero mientras cambiaban mis amores, también los humanos, mantenía mi cita con “Glub”, el poema más hermoso, triste y vital del libro. Hace un par de años me topé con un poema suyo en una revista, creo recordar que en Cuadernos del Matemático, pero la mala fortuna quiso que el ejemplar se perdiera entre los otros muchos que por aquí sobreviven malamente a los constantes cambios de orden, y nunca he sido capaz de recuperarlo.

Hasta ahora, cuando entre las páginas manoseadas de un catálogo, encontré la portada, un tanto oportunista, el título y, sorpresa, el nombre del autor ya fuera del bucle al que lo condené durante casi treinta años. De un abril frío está conformado por quince relatos, de varia lección e intención, sin que haya una verdadera unidad temática o estilística; caben aquí la llamada de atención acerca de las víctimas del terrorismo etarra, el relato fantástico, la ensoñación, la mirada a los años sesenta desde una perspectiva realmente original, la broma erudita y pedante... es el tiempo el que ha reunido verdaderamente estas piezas; lo que las amalgama es su voz, una voz baja que entona las palabras despacio, no con impostada sabiduría o con altivez, ni con desorientación. Los personajes de Aranguren, el mismo Aranguren cuando ejerce de narrador, hablan con la parsimonia de quien descubre, o quizás lo descubrió hace tiempo, que es así como vivieron la vida, como les toca vivir la que les queda, incluso la que ya terminó. He vuelto, leyendo cada uno de estos relatos, ha imaginarme al hombre que en una cafetería de carretera susurra para sí: “así que la derrota es esto...”

A.M.R.

 

© Alvaro Muñoz Robledano Nació en Madrid en 1965. Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado los libros: “Fotografías junto al pecio” (Málaga 1991), “Hoteles” (Madrid 1996), y “Cuartel de Invierno” (Madrid 2000). Colaborador de ariadna-rc desde sus comienzos donde ha publicado su "Breve historia de la lucha de clases" (2003). Su último poemario "Salvoconductos" ha resultado ganador del III Premio Café MOn 2006.


50 años de Pasos sin huellas
por Manuel Grandes

Un escritor me comentó en cierta ocasión que a veces, los libros eligen a sus lectores que son esos objetos aparentemente inanimados, aunque llenos de vida, los que nos eligen. Y puedo afirmar que esto es absolutamente cierto. A mí me sucedió con “Pasos sin huellas” de Fernando Bermúdez de Castro, un libro que pasó a ser uno de esos de “nuestra vida” y cuyo recuerdo me va a acompañar el resto de mis días.

En el verano del 85 mi padre se fue a pasar un par de semanas ala playa con mis hermanos. Yo, alegando que tenía que estudiar las dos asignaturas que me quedaban para acabar la carrera me quedé en nuestra casa de la sierra madrileña. Aquella casa, había sido el cuartel general de verano de tres generaciones y estaba llena de todo tipo de objetos y por supuesto de libros.

A lo mejor alguno de vosotros ha estudiado Derecho y recuerda el tremendo “coñazo” que era el Mercantil de 5º y el Civil, también de 5º. A ellos les debo esta satisfacción , pues incapaz de avanzar con aquel par de “ladrillos” una tarde alargué el brazo a una de las estanterías del salón donde había organizado mi cuartel general y cogí el libro “Pasos sin huellas” de F. Bermúdez de Castro. Comencé a leerlo y ¡oh sopresa! , el que hablaba era yo:

“A los pocos días de mi llegada me embriagué como un patricio de las Guerras Civiles, época en la cual según he leído, los patricios romanos bebían desmesuradamente. También he leído que ningún mamífero es tan propenso a la melancolía como el homo sapiens…”

Embriaguez y melancolía, dos situaciones que me eran muy, pero que muy familiares en aquellos entonces y que generaron una corriente de simpatía e identificación con el protagonista casi definitivas. No fueron estas las únicas circunstancias que me resultaron cercanas en esta historia. Martín Canel, el protagonista, está en esa fase que todos hemos pasado en la vida —aunque a algunos como a Martín o a mi mismo, nos dure mas de la cuenta—, en esa etapa de búsqueda de ”no se sabe muy bien qué” y que a menudo termina desembocando en la melancolía, la apatía, y el convencimiento absoluto de que ahí fuera no hay nada y que de haberlo no merece la pena. Vamos, que como cantaban Los Secretos en “Soy como dos”, “…no sé bien que estoy buscando pero me estoy alejando”.

En esas se encuentra en el Londres de los 50 nuestro amigo Martín, rodeado de un círculo de amigos “pre-existencialistas”, algún escéptico y algún cínico, y bebiendo los vientos por una “vikinga” de las que”quitan el sentido” hasta que, como no podía ser de otra manera, el AMOR (CON MAYÚSCULAS) acude al rescate de su anodina y abúlica existencia.

Huguette de Guenard. Es el nombre de la heroína que llenará de sentido la vida de Martín y que con la excusa de escribir juntos un relato irá ganando el corazón de el hasta hacerlo suyo…

Estamos ante una bonita historia de amor , quizás un amor que alguien hoy en día calificaría de “ñoño” o de pacato y que yo personalmente creo que es mucho mas auténtica y original que otras muchas historias de amor más del gusto actual.

A mí personalmente me llegó. Puede que fuese por las afinidades entre Martín y yo , o quizás porque el se enamora de una chica morena de ojos oscuros , delgada, alta y con un cierto aire de distancia que no es mas que una máscara para ocultar su tímidez , y sobre todo de profundos principios y creencias, y yo estaba entonces y estoy hoy enamorado de una chica alta, morena de ojos oscuros …

En fin para los que leen con pasión es fácil alcanzar una simbiosis como la que os relato con un personaje pero en mi caso como entenderéis a continuación esa identificación fue mayor. En el verano del 91 Patricia (mi alta , morena y adorada mujer)organizó un viaje por Asturias junto a María y Jorge matrimonio amigo y también recién casados (desde aquí un abrazo para ambos) y yo mismo. Una noche cenando creo que en Tazones , comenzamos a hablar de libros y lógicamente yo mencioné Pasos sin huellas de Fernando Bermúdez de Castro…

—¿De quién has dicho? —me preguntó María.
—De Fernando Bermúdez de Castro —repetí yo.
—¡El tío Fernando! —exclamó ufana ella.

Resultó que el autor de aquella maravillosa historia era tío suyo, y no sólo eso sino que además cuando al día siguiente llegásemos a Vivero (Lugo) era posible que en la tercera planta de la magnífica casa que la familia de María poseía allí, era posible,repito, que pudiese conocer ¡A FERNANDO EN PERSONA!

Así fue y os aseguro que aquella tarde resultó inolvidable para mí y creo que también para el “tío Fernando”. Imaginad a un escritor que lo primera novela que escribe gana el “Planeta” y no vuelve a publicar nunca más (ofertas no le faltaron, fue una decisión personal suya), imaginad a esa persona, os digo, que está tranquilamente pasando la tarde leyendo en su casa, cuando su sobrina entra a saludarle y a decirle que un amigo suyo quiere conocerle y que además es hermano de Almudena Grandes. Pero imaginad su sorpresa cuando inicia la conversación ponderando y reconociendo la obra de la novel escritora y descubre que el hermano de esta no quiere hablar de ella sino de Pasos sin huellas, de Huguette y de Martin y le dice que es una de las novelas que mas le han gustado. Ese privilegio lo tuve yo. El de conocer a un escritor de los “buenos” que la única novela que quiso publicar fue un “planeta” y que según me confesó esa tarde nunca más tuvo deseo de publicar nada mas.

Recientemente volví a leer la novela y aunque al conocer la historia y sobre todo el desenlace, no es lo mismo. Fue como ver al cabo de 20 años un “peliculón” de los de antes. La misma emoción, aderezada por recuerdos de aquel verano, de Fernando (no volví a verle después de esa tarde), de Patricia que después de aquella tarde decidió leer la novela, y de alguien a quien le acababa de recomendar su lectura y prestar el libro para que lo hiciese.

Por eso cuando los compañeros de Ariadna me comentaron la idea de sacar este número (desde aquí mi enhorabuena a Pedro y Antonio por su gran labor) les pedí que me dejaran reseñar 50 años mas tarde esta novela absolutamente olvidada de los grandes circuitos pero presente en la memoria de muchos de los que la leímos.

Un amigo escritor, Justo Merino; me comentó en una ocasión que si una historia de amor queda escrita esa historia puede “resucitar” tantas veces cuantas una persona abra ese libro y comience a leerla.

Vuestra historia, Huguette y Martín, nunca morirá porque la pluma de ¿uno? de vosotros se encargó de que esa historia ganara la inmortalidad. Yo se lo pregunté a Fernando aquella tarde en Vivero, no lo pude evitar: “¿fue autobiográfica?” Su respuesta no la olvidaré jamás: “hombre todas las historias tienen algo de autobiográfico”… Muy gallego ¿verdad?

 

 

© Manuel Grandes



Música para aeropuertos
Crisopa en vuelo
por Pedro Díaz Del Castillo

      

En vuelo, la música de Crisopa busca las nubes y se adapta a ellas como una fina membrana que recubre las circonvoluciones de esos cerebros aéreos que por lo menos, mientras suena, podrían ser nuestros. Crisopa es el nombre tras el que se oculta Santi Lizón, un músico madrileño de formación clásica y alma electrónica. Crisopa posee unas alas transparentes y un sonido que absorbemos intensamente alcanzando ese lugar incierto donde reside la calma y el horizonte. Una de sus composiciones "Óvulos" regula los púlsos del corazón de Ariadna desde enero del año 2006, asociado a los versos de Jesús Urceloy en la entrada al laberinto.

Sigo sus evoluciones desde el primer EP en la Plataforma LTW, un net-labet pionero en España en la difusión de sonidos experimentales. La carrera de Crisopa cuenta con tres EP's: Bisagra EP, en Plataforma LTW, Filamentosa EP, en Persona-Isla y el más reciente Medicamentosa EP, en el net label addSensor. Si bien es cierto que sus temas van goteando en su página personal siendo atraidos por diversas recopilaciones de otros net-labels. Todos ellos son accesibles desde su página personal en MySpace.

En los últimos años las música electrónica es uno de los campos más abiertos, polimórficos y generativos del panorama actual, alimentando continuamente al resto de disciplinas musicales. La música de Santi Lizón es buena muestra de una de las vertientes de la música electrónica, en las que la abstracción, el error o los ritmos marcados ceden paso a melodías subterráneas y planeadoras. Crisopa sabe elaborar a la perfección texturas de alta emotividad y capacidad evocadora con elementos del ambient más heterodoxo, paisajes cósmicos y un tratamiento de la melodía a la vez sutil y contundente. Músico en constante evolución sus dos últimos temas subidos a la red, "North left" y "Another flying cathedral" han empezado a incorporar melodías generadas por voces humanas como un elemento más de un delicado trenzado en el paisaje sonoro.

Sigo vigilando las nubes a través de alas pobladas de líneas sonoras y fugas electrónicas. Desde mi ventana recibo destellos del horizonte y una imágen intermitente de Crisopa remontando el vuelo sobre el laberinto.

www.myspace.com/crisopa

Discografía

Bisagra EP ( Plataforma-LTW , 2006) www.plataforma-ttw.com
Filamentosa EP (Persona-Isla, 2007) www.persona-isla.org
Medicamentosa E.P.  ( Add Sensor ,2007)  www.addsensor.com

Buen genoma
, Drifting Skywards 2 (Compilation , Cold Room , 2006) www.netlabel.cold-room.com
UFOs go home! , Tangencial (Compilation, Miga, 2007) miga-label.org
North left , Drifting Skywards 3 (Compilation, Cold Room , 2007) www.netlabel.cold-room.com

 

© Pedro Díaz Del Castillo (Madrid, 1962) Enfrascado en el aspecto estético de ariadna-rc desde sus comienzos, tiene el atrevimiento de insertar sus textos de tanto en tanto entre los pliegues de las ropas de ariadna, cosa que hace con sumo placer, humildad infinita y esperanza en que algún lector pueda disfrutar timidamente de ellos.

Desde el móvil perpétuo www.mpp2.org


El poder de las palabras

Roberto Vecchioni
El librero de selinunte

por María Aixa Sanz


 

La vida es una sucesión de imágenes y sensaciones hechas con el color y la textura de las palabras.

¿Acaso nunca se ha preguntado el poder que tienen las palabras?. Una palabra dicha o callada a tiempo, ¿cuántas situaciones puede cambiar?...

¿Cómo sería nuestra vida, nuestra existencia, sin palabras?

¿Sin poder expresar todo lo que sentimos, todo lo que nos sucede, todo lo que queremos contar? ¿Cómo expresar el cariño y la ira? ¿Cómo sería un mundo sin palabras?

(...) pero al principio todo esto nos llevó a la ruina, nos quitó, sin restituírnoslas nunca, sonrisas y llanto, rabias e insultos, dulzuras y cortesías. (...)

(...)Yo amo a Primula. No puedo hablar con ella, y siento esta falta como un desgarro, un dolor sin fin. No me bastan y no le bastan los gestos, las caricias, las miradas: todo ello es de una dulzura animal que colma sólo una mínima parte del espacio común: como un continuo responder sin preguntas. Como si para pintar tuviera de todo, excepto los colores. (...) (pág. 112 y 113)

A esta reflexión nos invita Roberto Vecchioni en su libro “EL LIBRERO DE SELINUNTE” publicado por Gadir Editorial . Nos invita en una espléndida narración, fábula, cuento, donde nos describe un mundo sin palabras y el mismo mundo antes de que éstas desaparecieran a través de un pueblo Selinunte y de uno de sus vecinos Nicolino.

Esta narración es un canto a la palabra, al amor que siente este escritor por ellas, también es un canto a los libros y a todas las historias escritas en ellos que nos cuentan la vida y la existencia atravesando el tiempo y las épocas.

Selinunte es un pueblo construido en un valle entre dos ríos, desde Selinunte se ve el mar Tirreno y la vida de sus gentes pasa literalmente en él, en sus corrillos a la fresca, en sus calles, en sus plazas y en sus casas, entre sus vecinos, en sus fiestas. Selinunte es un pueblo vivo al que llega un hombrecillo, que se convierte en la comidilla de todo Selinunte y compra un establecimiento viejo donde pretende abrir una librería. Todo el proceso sigue adelante, la librería se abre, pero los libros no se venden, el librero ha colocado treinta sillas en el centro del establecimiento flanqueado por columnas de libros. En la librería no se venden libros sólo se leen, cada noche el librero abre la tienda, coge un libro se sienta en su lugar y empieza la lectura haya o no oyentes. Esta costumbre incrementa el recelo de las gentes de Selinunte que lanzan piedras al cristal de la librería, se niegan en los comercios a vender al librero los productos necesarios para vivir, le insultan...

Pero hay un vecino, Nicolino, un chaval de trece años que se resiste a comportarse como sus convecinos, se resiste a formar parte de sus despropósitos, y la curiosidad instalada en su cuerpo hace que trame un plan para ir a las lecturas del librero de Selinunte.

La vida de Nicolino cambia:

(...) a medida que pasaba el tiempo, lograba distinguir mejor las palabras o aquellas que a mí me parecían palabras. Y las encontré bellísimas, como si tuvieran un cuerpo, una vida (...)

(...) En aquellos dos meses el tiempo de las palabras se había convertido en mi verdadero tiempo (...)

Aunque Nicolino ame las palabras como el librero las ama y ama los libros y las historias, no puede evitar la catástrofe propiciada por el recelo y la intolerancia de sus vecinos y que sumerge a Selinunte en el silencio total, tras la quema de la librería y la desaparición de los libros. (...) Se levantó un viento dulce, y a mí, a mí solo, me pareció oír dentro de él palabras: las últimas, quizás, porque ninguno de nosotros podía imaginárselo, pero desde aquel día las palabras se habrían marchado para siempre. (...)

El sólo. Sólo él. Nicolino tendrá capacidad de guardar para siempre en su interior cada una de las palabras y será el único que conocerá su poder. Pues sus convecinos todos aquellos que habían renegado de ellas, de los libros, y de sus historias, desde el día más trágico para Selinunte olvidaran cada una y conocerán que pobre resulta la existencia sin ellas.

“EL LIBRERO DE SELINUNTE” es un fantástico cuento, que se convierte en vital para todos los amantes de los libros y en necesario para todos los humanos. Es un verdadero homenaje a la palabra. Leandlo por favor. Háganse ese regalo.


© MARIA AIXA SANZ, (Alcalà de Xivert, 1973). Diplomada en Ciencias Empresariales por la Universidad Jaume I de Castellón.Debuta en el año 1998 en la literatura con el relato “Tetrarca del reino de la nada” que le abre las puertas editoriales para participar en diversas antologías colectivas de cuentos y revistas literarias. ‘EL PASADO ES UN REGALO’, la publicación de su primera novela en el año 2000 le otorga gran éxito de público, al que le acompaña en el año 2001, la publicación de la segunda novela ‘LA ESCENA’ . Su tercera novela: ‘ANTES DEL ULTIMO SUSPIRO’ aparece publicada en Otoño de 2006 en diversos formatos. Finalista del IV Certamen “Edisena” de cuentos Cortos-Cortos, con ‘Peregrinaje de un derrotado’. Publicado en el libro el Cuarto de los Cuentos. El relato ‘Lindo O. Santos’, en el año 2002 es escogido por la editorial Torremozas para representar a la literatura española en un libro de cuentos junto con otros ocho países de Hispanoamérica. Esta participación genera criticas extraordinarias que la dan a conocer en la prensa de América del Sur. En julio de 2006 aparece publicado el relato: ‘Nerina Rombaldoni’ en la internacional y prestigiosa revista Voces. Colaboradora fija con artículos sobre literatura en el periódico ‘Etcétera’ de Zaragoza desde el año 2001, distribuido por España, México, Argentina, Chile y Perú. Y en las revistas: ‘Dosdoce’, ‘Nemeton’, ‘Mainhardt’, ‘Almiar - Margen Cero’, ‘Literaturas.com’ y ‘Palabras Diversas’. Sus artículos para el fomento de la lectura también se publican en el periódico ‘Etc. Magazine’ de Buenos Aires, Argentina, en la web ‘Libreros’ de Caracas, Venezuela, la revista ‘Destiempos’ de México D.F. y en la revista ‘Remolinos' de Lima, Perú. Corresponsal desde Castellón de la revista ‘Literarte' de Buenos Aires.


Que el fuego recuerde nuestros nombres
Antonio Orihuela
Aullido Libros, Punta Umbría, 2007

por Antonio García-Teresa

 

 

La realidad, definitivamente, es el punto de partida y también el punto de llegada. Se pueden atravesar distintas veredas, pero todas arrancan y concluyen en ella.

Este extenso poema supone un acercamiento a lo real de Antonio Orihuela distinto al que suele frecuentar, alejado de su ironía e inmediatez habituales. En Que el fuego recuerde nuestros nombres , el poeta ubica al yo poético en una posición más distante en su punto de observación, con una serenidad escalofriante, que ejecuta una retrospectiva de los hechos que construyeron sus días, su forma de pensar y de sentir desde la desolación de la derrota ante la inminencia del desastre: “estoy agotado / y el mundo se ha vuelto viejo y polvoriento / (…) / así que adiós / (…) / os regalo este saco de huesos y estos ojos azules”.

A partir de ahí, presenta un largo recorrido de despedida, sostenido por un pesimista “Todo caerá” que es el eje del discurso. Mediante la continua anáfora “Adiós...”, al mismo tiempo que consolida la peculiar cadencia y ritmo y la especial intensidad del poema, Orihuela rememora todo lo que ha constituido la vida del siglo XX, aludiendo a referencias concretas, despidiéndose de ellas.

Sin embargo, lo que a priori podría ser un texto autobiográfico, individualista, gracias a la amplitud de la mirada del poeta supera la perspectiva personal, la cercana, y se convierte en un condensado repaso a la historia y cultura de la segunda mitad del pasado siglo. La reconstruye, en un contexto de última vez, para anunciar su irremediable destrucción, su relatividad ante la inminencia de la muerte. Así, consigue trascender su resignación inicial y se convierte en una despedida metafísica, en un “todo caerá” (explícito en los últimos quince versos) que se enlaza con el tema clásico de la muerte, la cual arrasa con todo sin concesiones, con igualdad e idéntica frialdad.

Pero en el trayecto levanta un sugestivísmo edificio. No son, por tanto, sólo interesantes sus conclusiones, sino también cómo horada el camino.

En ese sentido, es muy significativo que apele a hechos colectivos, a acontecimientos históricos o a personajes de relevancia, fuera de su esfera exclusivamente particular (aunque aún hay sitio para su “Adiós monstruo que vivías debajo de la cama, / adiós nervios, miedos, inocencia, almohada”). La vida que recorre Orihuela es la vida de los habitantes del mundo, porque entiende que tiene más semejanzas que diferencias con el resto de personas, y que todos partimos del mismo magma. De este modo, también aquí de nuevo plantea que se difuminan las barreras entre la vida privada, inconexa, aislante, egotista, y la colectiva, abierta, enriquecedora, generosa, y que todo afecta a todos (por lo que puede actuarse sobre lo concreto para incidir en lo global). Y es que podemos participar en su recorrido precisamente porque hacemos nuestras sus referencias; porque nos ponemos a la par del yo poético mientras camina, y así sus recuerdos son también los nuestros y los de todos los que nos rodean.

De esta manera, el poeta también aquí recoge las interpelaciones, las alusiones directas al lector que caracterizan otras obras suyas. No hay en esta ocasión preguntas retóricas que descuadren al público o ironía que precise de su colaboración, tan habituales en sus poemas, sino que se le invita directamente a enriquecer el texto compartiéndolo, exponiendo las piececitas que lo sustentan con el fin de que el lector añada otras o las dé la forma definitiva.

Por tanto, no es todo ese discurso un mero juego referencial. No busca el guiño cómplice del reconocimiento del lector. La severidad y la contundencia de la despedida es el ancla que permite no interpretar el texto como un banal ejercicio lúdico, y la desoladora conclusión que vertebra el poema es incapaz de dar pie a ello. El poeta abre sus puertas, pero él continuará igualmente solo su marcha si nadie desea acompañarlo, y el rastro seguirá poseyendo la profundidad y la reflexión que en sí mismo contiene.

De Que el fuego recuerde nuestros nombres destaca sobre todo su intensidad, que se mantiene de manera continua. Probablemente, una de sus bazas es el aporte continuo de información, que, como hemos dicho, alude doblemente al lector, y, del mismo modo, le resitúa en la plataforma emocional desde donde va descendiendo la voz del poema. El ritmo, construido en verso libre sostenido por la anáfora y por los paralelismos, tan propios de Orihuela, también contribuye a no dejar relajarse al lector en ningún momento a pesar de su extensión.

Es significativo, por otro lado, que, a pesar del tono y sentido del texto, incluso del distanciamiento inicial, los versos contienen la habitual crítica con buenas dosis de síntesis inherentes a Orihuela. La alternancia de sencillas alusiones culturales, valoraciones más descriptivas, con conclusiones contundentes y disidentes de otras referencias potencia en gran medida la fuerza sus condensados análisis críticos, y conjugan un mosaico ante todo no complaciente con lo establecido, y que, de nuevo, apela a que el lector contemple y enjuicie la realidad, y no sólo asista a ella como espectador.

Así, resulta especialmente remarcable que el poema ofrece múltiples lecturas: una filosófica, base de todo él; una cultural, como recorrido por toda una experiencia vital (que es personal-colectiva, como he indicado); una puramente lírica, de la impresión individual del autor sobre el mundo; otra crítica sobre la sociedad global (pues enjuicia de manera disidente el conglomerado que forma el statu quo ). Esa polivalencia es que la sustenta las grandes obras de la literatura.

Que el fuego recuerde nuestros nombres es, por tanto, un libro que avanza en la poética de Antonio Orihuela (además de su poesía experimental y visual y su poesía de la conciencia), que revela nuevas capacidades técnicas y expresivas del poeta, aunque coherentes en todo momento con sus propuestas, y que demuestra que la capacidad crítica de la poesía es cuestión de gesto en el poema, de posición, de actitud vital que empapa toda creación por encima de pretendidos encasillamientos estéticos.

 

 

 

© Antonio García-Teresa


En picado
Nick Hornby
Anagrama, noviembre de 2006

Título original: A Long Way Down
Traducción: Jesús Zulaika.
326 páginas

por Antonio García-Teresa

 

Cuatro personas de vida dispar coinciden en la azotea de un rascacielos londinense una Nochevieja cuando pretenden saltar al vacío. A través de la yuxtaposición de pequeños relatos escritos en primera persona, encabezados por el nombre del personaje que toma la voz del narrador, Nick Hornby va desarrollando una peripecia algo estrambótica que termina siendo una narración coral sobre las distintas maneras de entender y abordar la vida y la muerte, sobre la soledad, la autoestima y el hecho básico del ser humano de su necesidad de integrarse en un grupo o una sociedad.

La base del volumen es, por tanto, esas cuatro personas, que están construidas exquisitamente. Cada uno de los personajes es una novela en sí, aunque con ellos el autor no busca provocar empatía o compasión. Son universos distintos, repudiables en muchas ocasiones, hermosamente complejos, que no dejarán indiferente a nadie a pesar de no pretenderse crear una vinculación, una identificación con el lector.

Hornby no incide en las posibilidades del multiperspectivismo (narradores infiables, sucesos relevantes de los que conoce más el lector que sus protagonistas, etcétera) más que como recurso con el cual adentrarse en la mente de los distintos personajes, pues son éstos su objetivo.

Además, sin duda, esta alternancia de narradores (en fragmentos de dos o tres páginas) contribuye a realzar el ritmo y la potencia de la novela, que, a pesar de la introspección, es un texto vigoroso y muy vivo, aunque resulta más brillante el primer tercio de la obra.

La novela avanza y entreteje una trama minuciosa y bien armada, plagada de pequeñas vueltas de tuerca y cierta atmósfera de humor absurdo, de desconcierto, y posee la extensión justa que el desarrollo de la idea precisaba. Se produce el largo descenso del título (A Long Way Down, en el original) de degradación vital y moral (cada uno dentro de su particular concepción de su mundo) aunque sin llegar al extremo, lo que, a la postre, refuerza la verosimilitud de una historia por momentos rocambolesca pero, desgraciadamente, nada irreal.

En el fondo, el escenario vitalista del relato, aunque condiciona toda la lectura y dota de coherencia y de apego a la realidad a la ficción, es un componente más de los personajes. No es, por tanto, En picado un relato moralista, sino una interesante novela con una atractiva construcción de personajes.

 

 

© Antonio García-Teresa


ORBITUARIO

Oswaldo Navarro

Exilio Maldito
por Joel Ortega Juarez

 

Osvaldo Navarro padeció el exilio maldito durante 15 años hasta su muerte. No podía regresar a Cuba ni siquiera a ver a sus familiares ni sanos, ni enfermos, tampoco a sus muertos. Así de brutal es el exilio maldito.

Un exilio que no tiene la gloria de aquellos producidos por las dictaduras militares y de derechas. Esos sortearon la travesía desértica, rodeados de la solidaridad de las izquierdas. Estas regatean cualquier gesto de mínimo apoyo a los perseguidos de la dictadura castrista, aduciendo que son instrumento del imperialismo en su afán de aplastar “el solitario socialismo en la isla”.

Antes de partir, atravesado por el rayo demoledor de un infarto masivo, Osvaldo Navarro logró concluir tres libros : Melodías de Amor, Horror al vacío, éstos dos de poesía y Las Paces de Martí , ensayo teórico donde Navarro establece cómo en Cuba fue derrotado el proyecto civilista de Martí por el militarismo.

Por ello, nos recuerda su compañero de exilio Félix Luis Viera: para Osvaldo fueron premonitorias las palabras de Martí dirigidas a Máximo Gómez “No se funda una república, general, como se manda un campamento”.

El exilio maldito implicó para Osvaldo confrontarse con dolor a los tres mundos de Miami: el integrado por el originario de batistianos, el de la camada masiva del Mariel y el creciente de intelectuales disidentes del castrismo pero identificados con las causas de izquierda. Como parte de éste tercer universo Navarro sufrió el rechazo de las élites de poder de Miami y tuvo necesidad de laborar en sus cercanos 60 años, primero como cerillo en un Mall y después como carpintero.

Siempre apoyado por Elena Tamargo, su amor, su cómplice y todo Osvaldo vivió con intensidad el privilegio de los años de la Glasnost y la Perestroika en Moscú, todavía como funcionario cultural de Cuba. Quizá esa experiencia y su espíritu crítico y rebelde lo llevaron a salir de ese mundo y adoptar la resistencia por medio de su extraordinaria pluma. Ejemplo de esa crítica corrosiva y al mismo tiempo gozosa es Hijos de Saturno.

¿Que todo esta muy bien? yo creo que eso ni el mismo caballo lo cree porque no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que los caballos dicen sí con la cabeza pero con esa misma cabeza están pensando que no y sus motivos tienen porque mientras dicen sí lucen obedientes y generosos pero en cuanto se les ocurre mover la cabeza de un lado para otro ya parecen deslucidos y resabiados del amo…

Nunca más exilio maldito

Publicado en Milenio, periódico mexicano, sábado 9 de febrero de 2008

 

© Joel Ortega Suárez


Doris Lessing, a propósito del Premio Nóbel

La Grieta

por María Aixa Sanz

Cuando a Doris Lessing le dieron la noticia de que le acababan de conceder el Premio Nobel de Literatura de ese año (2007), ella venía de comprar del mercado de su barrio londinense, llevaba en cada mano una bolsa de plástico por las que se asoman puerros, cebollas y otra clase de verduras, llegó a su casa cargada y le sorprendió la cantidad de cámaras y prensa que se agolpaba en aquella tranquila calle, pensó que debían estar rodando el capítulo de alguna serie televisiva y fueron los mismos periodistas quienes le dieron la noticia de que acaba de ser galardonada con el máximo premio de las letras.

Nadie después del Nobel puede aspirar a más.

Con la humildad, normalidad y sencillez características en ella, se sentó en un escalón de los tres o cuatro que hay en la pequeña escalera que hay enfrente del rellano de la puerta de su casa y dentro de la estupefacción del momento y dadas las ansias que creaba en aquellos periodistas improviso una afable y campechana rueda de prensa, una de las cosas más importantes que dijo fue que ahora la leerían más lectores y que algunos la descubrirán en ese momento debido al Nobel. Cuanta verdad recogían estas palabras.

Doris Lessing antes del Nobel para muchos lectores maduros era una lectura pendiente, dentro de las cientos de novelas y decenas de escritores que pasan una criba anual en las manos de los lectores, Doris Lessing, en mi caso y en la de muchos quedaba relegada para otra ocasión. Era nuestra lectura pendiente, una espina por quitar en la biblioteca. Como consecuencia del galardón todas las editoriales que tenían libros de la escritora en su anaqueles no duraron ni un instante en reeditarlos con nuevas portadas y con la faja correspondiente anunciando que aquel libro pertenecía a la Premio Nobel de Literatura de 2007.

En ese momento la lectura pendiente casi se torno en una obligación. Era ya la hora de leerla. Aunque no era tampoco asunto de urgencia. Pero por ese hilo invisible por el cual se mueven las lecturas y se acercan a nosotros unas y no otras y un libro o escritor te lleva a otro, una persona querida me regalo la novela “LA GRIETA”, de Doris Lessing, publicada por la editorial Lumen (que inicia con este título la Biblioteca dedicada a la escritora), me comentó que ojalá hubiese acertado entre la marea de libros que se nos ofrecen. Y acertó. Acertó de lleno por tal motivo siempre le estaré agradecida.

“LA GRIETA”, es una de esas novelas en que el lector se reencuentra de lleno con el placer que le proporciona leer y que a veces por culpa de una cuantos títulos mediocres se intuye que se pierde. Con “LA GRIETA” me encontré con ese placer, con la respuesta a porqué soy lectora desde niña. No sé qué características debe reunir un escritor para ser premio Nobel, no sé si Doris Lessing, las reúne, solo sé que es una escritora en mayúsculas y que dentro de la literatura hay varias clases de escritores. La Lessing pertenece al grupo de los elegidos y como buena conocedora del oficio y maestra, es capaz de reinventar el mundo desde “LA GRIETA”, es capaz de contarnos la creación de la mujer y el hombre desde una perspectiva, desde un lugar, desde una experiencia completamente distinta a la que conocemos y tirando de la imaginación, inventa un mundo de grietas (mujeres) a las que su plácida vida cambia cuando una de ellas, descubre que al otro lado de la Roca de la Muerte hay un valle lleno de chorros (hombres). Descubrimos con las grietas y los chorros: el comienzo del mundo y de las sensaciones, las caricias y el miedo, las andanzas y la cordura, las costumbres y la ternura...

“LA GRIETA” es una aventura, es arrancarle otra posibilidad a la literatura, es poner la imaginación al servicio del lector, es una novela que solamente puede haber sido escrita por una escritora en mayúsculas, una maestra en su oficio. Eso es lo cierto. Esa es la incuestionable verdad de esta premio Nobel.

 

 

DORIS LESSING(Gran Bretaña, 1919)
Novelista británica cuyo interés por la psicología se traduce en su exploración novelesca de la locura y el autoanálisis. Gran parte de su obra está basada en la vida cotidiana e interior de mujeres sensibles y perceptivas. Nació en Persia (actual Irán) y creció en el sur de Rhodesia (actual Zimbabwe). Se trasladó a Inglaterra en 1949. Entre sus obras más notables figuran la pentalogía titulada Hijos de la violencia (1952-1969), un relato, en gran medida autobiográfico, articulado en torno al personaje de Martha Quest, y El cuaderno dorado (1962), su novela más famosa. Esta última se ha convertido en un clásico de la literatura feminista por su estilo experimental y su análisis de la personalidad, la creatividad y la identidad femenina. Su primera novela, Canta la hierba (1950), está ambientada en África, al igual que la extensa antología de relatos publicada bajo el título de Cuentos africanos (1951). Otras novelas dignas de mención son Instrucciones para un descenso al infierno (1971), El verano antes de la noche (1973), Los matrimonios entre las zonas tres, cuatro y cinco (1980), El experimento sirio (1981), La buena terrorista (1985) y El quinto hijo (1988). En busca de un inglés (1960) es un volumen de recuerdos personales...


© MARIA AIXA SANZ, (Alcalà de Xivert, 1973). Diplomada en Ciencias Empresariales por la Universidad Jaume I de Castellón.Debuta en el año 1998 en la literatura con el relato “Tetrarca del reino de la nada” que le abre las puertas editoriales para participar en diversas antologías colectivas de cuentos y revistas literarias. ‘EL PASADO ES UN REGALO’, la publicación de su primera novela en el año 2000 le otorga gran éxito de público, al que le acompaña en el año 2001, la publicación de la segunda novela ‘LA ESCENA’ . Su tercera novela: ‘ANTES DEL ULTIMO SUSPIRO’ aparece publicada en Otoño de 2006 en diversos formatos. Finalista del IV Certamen “Edisena” de cuentos Cortos-Cortos, con ‘Peregrinaje de un derrotado’. Publicado en el libro el Cuarto de los Cuentos. El relato ‘Lindo O. Santos’, en el año 2002 es escogido por la editorial Torremozas para representar a la literatura española en un libro de cuentos junto con otros ocho países de Hispanoamérica. Esta participación genera criticas extraordinarias que la dan a conocer en la prensa de América del Sur. En julio de 2006 aparece publicado el relato: ‘Nerina Rombaldoni’ en la internacional y prestigiosa revista Voces. Colaboradora fija con artículos sobre literatura en el periódico ‘Etcétera’ de Zaragoza desde el año 2001, distribuido por España, México, Argentina, Chile y Perú. Y en las revistas: ‘Dosdoce’, ‘Nemeton’, ‘Mainhardt’, ‘Almiar - Margen Cero’, ‘Literaturas.com’ y ‘Palabras Diversas’. Sus artículos para el fomento de la lectura también se publican en el periódico ‘Etc. Magazine’ de Buenos Aires, Argentina, en la web ‘Libreros’ de Caracas, Venezuela, la revista ‘Destiempos’ de México D.F. y en la revista ‘Remolinos' de Lima, Perú. Corresponsal desde Castellón de la revista ‘Literarte' de Buenos Aires.


Traducido al inglés, el francés y el italiano el poema el desterrado, de Julio San Francisco.
Historia de un poema. Todas las traducciones

 

El Desterrado fue escrito por el poeta cubano disidente Julio San Francisco en Madrid, en octubre de 1997, cuando llegó desterrado a España por ser cofundador de la primera agencia de prensa libre y privada en Cuba, Habana Press, y del Movimiento Cubano de Periodismo Libre o Independiente. El autor lo publicó posteriormente en la autoedición que hizo de su poesía Todo mi corazón y otros agravantes, poemas escritos en La Habana y Madrid. En el 2005 la catedrática Nuría Rodríguez Lázaro, talentosa investigadora y estudiosa de la poesía del exilio, lo estudió en la Universidad parisina de La Sorbona, en su grupo de estudio. En enero del 2007 el poeta recibió un homenaje del exilio cubano en Madrid por conmemorarse los diez años del antológico texto donde hablaron de la vida, la lucha y la obra suya el poeta Raúl Rivero y el filólogo Nicolás Águila. Actualmente El desterrado ha sido traducido al inglés, al francés y dos veces al italiano y ha aparecido en los últimos tres años en más de 100 medios digitales, páginas webs y blogs, de todo el mundo, incluidos, claro, franceses, italianos y, sobre todo, cubanos del exilio. Refiriéndose a El desterrado dijo Rivero en el mencionado homenaje “Creo que Julio San Francisco, en un país que ha producido en su historia más poetas desterrados que todo el continente americano, ha hecho un hallazgo que tiene que ver con el milagro de la poesía”. Probablemente El desterrado se haya convertido en el poema cubano más traducido, publicado y conocido en internet en la actualidad. Ha aparecido, incluso, junto al Himno del desterrado, de José María Heredia. Julio acaba de terminar la novela Nacido para triunfar, la apasionante lucha de un periodista cubano disidente, que tiene prólogo del prestigioso académico de la Academia de la Lengua Española Luis María Anson, y otro libro que recoge toda su poesía del exilio y que también ha titulado El desterrado. Para ambos libros busca editores actualmente y, en el caso de la novela, también productor que se interese en llevarla al cine.

(Sonsoles Jimena, El Club de los Amigos Malos)
contacto: juliosanfco@yahoo.es

ORIGINAL EN ESPAÑOL:

 

EL DESTERRADO

El parque madrileño que frecuento
tiene frío
y yo
tengo frío
y el banco donde me siento
tiene frío.
El parque tiene, también, un joven con su
(esposa enamorada
y yo trato de imaginarme, por curiosidad,
cómo será tener una esposa enamorada
en este parque madrileño.
El joven de la esposa enamorada
tiene un coche en el que vienen a este parque madrileño
y yo, por entretenerme, trato de imaginarme
cómo será tener un coche
y llegar con una esposa
a este parque madrileño.
El joven de la esposa enamorada y su coche
tiene una casa
y yo, por distraerme, trato de imaginarme
cómo será llegar a una casa
en un coche
después de pasear por este parque madrileño
con una esposa enamorada.
El joven de la esposa enamorada, su coche y
(su casa
tiene un amigo que se encuentra con ellos
en este parque madrileño
y yo, por divertirme, trato de imaginarme
cómo será tener un amigo
y encontrarse con él
en este banco frío
de este parque madrileño.
El joven de la esposa enamorada, su coche,
(su casa y su amigo
tiene patria
y yo me pregunto cómo será tener una patria.
El joven de la esposa enamorada, su coche,
(su casa, su amigo
y su patria
tiene un hermoso perro
y pasean con su hermoso perro
todas las tardes
por este frío parque madrileño.
¡Si yo tuviera un perro!

Julio San Francisco
El Retiro, Madrid, octubre, 1997

THE EXILE

Traducción al inglés de Cristina Sadaba

The park of Madrid where I usually go
is cold
and
I am cold
and the bench where I sit
is cold.
The park, has also, a young man
with his enamored wife
and I try to imagine, out of curiosity,
how it would be to have an enamored wife
in this park of Madrid.
The young man with the enamored wife
has a car in which they come to this park of Madrid
and I, to amuse myself, I try to imagine
how it would be to have a car
and arrive with a wife
to this park of Madrid.
The young man with the enamored wife and his car
has a house
and I, to distract myself, I try to imagine
how it would be to arrive to a house
in a car
after a walk through this park
of Madrid
with an enamored wife.
The young with the enamored wife, his car
and
(his house
has a friend who meets with them
in this park of Madrid
and I, just for fun, I try to imagine
how it would be to have a friend
and meet up with him
in this cold bench
of this park of Madrid.
The young of the beloved wife, his car,
(his house and his friend
has a native country
and I wonder how it would be to have a native country.
The young with the beloved wife, his car,
(his house, his friend
and his native country
has a beatiful dog
and they go for a walk with his beatiful dog
every evening
through this park of Madrid
Oh, If only I had a dog!

 

EN FRANCÉS:

L´EXILÉ

Traducción al francés de Helena Aguirrebengoa

Ce parc de Madrid que je fréquente
a froid
et moi
j´ai froid
et le banc où je m´assois
a froid.
Ce parc a aussi un jeune homme qui a une épouse amoureuse
et moi, j´éssaie de m´imaginer, par curiosité,
quel effet cela fait d´avoir une épouse amoureuse
dans ce parc de Madrid.
Le jeune homme dont l´épouse est amoureuse
a une voiture avec laquelle ils se rendent dans ce parc de Madrid
et moi, pour passer le temps, j´essaie de m´imaginer
quel effet cela fait d´avoir une voiture
et d´arriver avec son épouse
dans ce parc de Madrid.
Le jeune homme qui possède une épouse amoureuse et une voiture
a une maison
et moi, pour me distraire, j´essaie de m´imaginer
quel effet cela fait d´arriver à la maison
en voiture
après s´être promené dans ce parc de Madrid
avec son épouse amoureuse.
Le jeune homme qui possède une épouse amoureuse, une voiture et une maison
a un ami qui les retrouve
dans ce parc de Madrid
et moi, pour m´amuser, j´essaie d´imaginer
quel effet cela fait d´avoir un ami
et de le retrouver
sur ce banc froid
de ce parc de Madrid.
Le jeune homme qui possède une épouse amoureuse, une voiture, une maison et un ami
a une patrie
et moi je me demande quel effet cela fait d´avoir une patrie.
Le jeune homme qui possède une épouse amoureuse, une voiture, une maison, un ami
et une patrie
a un beau chien
et ils se promènent avec leur beau chien
tous les après-midi
dans ce parc si froid de Madrid.
Ah si j´avais un chien!

EN ITALIANO:

L’ESILIATO

Primera traducción al italiano de Gordiano Lupi

Il parco di Madrid che frequento
ha freddo
e anch’io
ho freddo
e la panchina dove mi siedo
ha freddo.
Il parco ha, anche, un giovane con la sua
(sposa innamorata
E io tento di immaginarmi, per curiosità,
come sarebbe avere una sposa innamorata
in questo parco di Madrid.
Il giovane con la sposa innamorata
ha un’auto con la quale vengono a questo parco di Madrid
e io, per intrattenermi, tento di immaginarmi
come sarebbe avere un’auto
e arrivare con una sposa
a questo parco di Madrid.
Il giovane con la sposa innamorata e la sua auto
ha una casa
e io, per distrarmi, tento di immaginarmi
come sarebbe arrivare a una casa
in auto
dopo aver passeggiato per questo parco di Madrid
con una sposa innamorata.
Il giovane con la sposa innamorata, la sua auto e
(la sua casa
ha un amico e si incontra con lui
in questo parco di Madrid
e io, per divertirmi, tento di immaginarmi
come sarebbe avere un amico
e incontrarsi con lui
in questa panchina fredda
di questo parco di Madrid.
Il giovane con la sposa innamorata, la sua auto,
(la sua casa, il suo amico
hanno una patria
e io mi domando come sarebbe avere una patria.
Il giovane con la sposa innamorata, la sua auto,
(la sua casa, il suo amico
e la sua patria
hanno un bellissimo cane
e passeggiano con il bellissimo cane
tutte le sere
per questo freddo parco di Madrid.
Oh, se io avessi un cane!

 

L’ESILIATO

Segunda traducción al italiano de Andrea Nemec

Il parco madrileno che frequento
ha freddo
e anch’io
ho freddo
e la panchina dove mi siedo
ha freddo.
Il parco ha, anche, un giovane con la sua
(sposa innamorata
e provo ad immaginarmi, per curiosità,
come sarebbe avere una sposa innamorata
in questo parco madrileno.
Il giovane con la sposa innamorata
ha un’auto con la quale vengono in questo parco
madrileno
e io, per passare il tempo, provo ad immaginarmi
come sarebbe avere un’auto
e arrivare con una sposa
a questo parco madrileno.
Il giovane con la sposa innamorata e la sua auto
ha una casa
e io, per divagare, provo ad immaginarmi
come sarebbe arrivare ad una casa
in auto
dopo aver passeggiato per questo parco madrileno
con una sposa innamorata.
Il giovane con la sposa innamorata, la sua auto e
(la sua casa
ha un amico che si vede con loro
in questo parco madrileno
e io, per divertirmi, provo ad immaginarmi
come sarebbe avere un amico
e vedersi con lui
su questa panchina fredda
di questo parco madrileno.
Il giovane con la sposa innamorata, la sua auto,
(la sua casa, il suo amico
ha una patria
e io mi domando come sarebbe avere una patria.
Il giovane con la sposa innamorata, la sua auto,
(la sua casa, il suo amico
e la sua patria
ha un bel cane
e passeggiano con il loro bel cane
tutte le sere
per questo freddo parco madrileno.
Se anch’io avessi un cane!

 

ENTREVISTA REALIZADA POR EFE, AL AUTOR CUANDO EL POEMA SE ESTUDIÓ EN LA SORBONA Y DIFUNDIDA POR ANA MENDOZA, JEFA DE CULTURA DE LA PRESTIGIOSA AGENCIA ESPAÑOLA DE NOTICIAS, A TODOS SUS CLIENTES EN EL MUNDO

La Sorbona estudiará una obra del poeta cubano exiliado en España, Julio San Francisco

Agencia española de noticias EFE

La universidad parisina de La Sorbona va a estudiar la obra Todo mi corazón y otros agravantes (poemas escritos en La Habana y Madrid), de Julio San Francisco, escritor y periodista cubano exiliado en Madrid desde hace ocho años.

Según informó a Efe el autor, será la catedrática Nuria Rodríguez Lázaro, especialista en poesía del exilio, la encargada de presentar en La Sorbona, el próximo 1 de abril, una ponencia sobre esta obra, de poca difusión, y de cuya edición en 2002 se encargó el propio escritor. Julio San Francisco, que en 1997 fue "desterrado" por fundar la agencia privada Habana Press y por su labor allí como subdirector, considera el estudio de su obra en el país vecino "un gran premio, por el prestigio de La Sorbona y de Francia como cunas de la excelencia de la poesía" y un "importante hecho" en su trayectoria profesional. El escritor dijo también a Efe que el cantautor Luis Eduardo Aute, al que conoció en 1981, ha accedido a escribir el prólogo de "Todo mi corazón y otros agravantes" y a presentarla ante su editor.

San Francisco, de 53 años, ha fundado recientemente la Unión Europea del Exilio Cubano y pertenece a la conocida en Cuba como "Generación Inédita", formada por autores exiliados de unos 50 años, cuyas obras nunca se publicaron en su país natal.

Además de San Francisco, destacan en este grupo otros autores cubanos como Oscar Kessell, Reynaldo Escobar, Ernesto Canteli, José Luís García, Enrique Patterson, Pedro Fowler y José Antonio vora. Autor de obras poéticas como "Acrobacia Roja (poemas contra el oportunismo)", "Así en la cama como en el cielo (poemas eróticos)", y de cuentos como "Los fieles difuntos apoyan y aplauden (cuentos satíricos)", San Francisco acaba de terminar su novela "Nacido para triunfar", centrada en la lucha de un periodista por la libertad de prensa en Cuba.

 

COMENTARIO DEL COLUMNISTA IGNACIO GRANADOS EN EL NUEVO HERALD, DE MIAMI, CUANDO EL DESTERRADO SE ESTUDIÓ EN LA SORBONA

San Francisco, un cubano del siglo XX en los salones de París
en su vida se amontonan noticias intensas

Ignacio T. GranadosEspecial/El Nuevo Herald, Miami

El poeta cubano exiliado en España, Julio San Francisco, es objeto de estudios por parte de la prestigiosa universidad francesa de La Sorbona. Todo mi corazón y otros agravantes (poemario escrito entre La Habana y Madrid), es la obra escogida en este caso, a pesar de su poca difusión y de que, incluso, su publicación fuera patrocinada por el propio autor.El estudio es dirigido por la catedrática Nuria Rodríguez Lázaro, ya conocida por su especialización en la literatura del exilio. De este caso, lo especialmente llamativo para la estudiosa fue el carácter comprometido y social, que rescataría elementos de la tradición española. El prólogo del poemario fue escrito por el cantautor Luis Eduardo Aute, que también lo presentó al editor; y parece ser una obra muy atractiva para los músicos, ya que ha sido adaptada por el rockero Juan de Mandeville para un disco suyo.Julio San Francisco, de 53 años, es también un conocido activista opositor al gobierno cubano, fundador del movimiento de la prensa independiente en la isla de Cuba. Más recientemente fundó la Unión Europea del exilio Cubano. Como autor, ha escrito los poemarios Acrobacia Roja (poemas contra el oportunismo) y Así en la cama como en el cielo (poemas eróticos). También a su pluma se debe el libro de cuentos Los fieles difuntos apoyan y aplauden (cuentos satíricos) y actualmente trabaja en una novela que recrea los avatares de la prensa independiente.A San Francisco se le sitúa con la generación inédita: ese grupo de autores que no conocerían la publicación en Cuba, su país de origen, y que en muchos casos se frustrarían vocacionalmente por esa circunstancia. Entre ellos destacan nombres como Enrique Patterson, Reynaldo Escobar y Pedro Fowler. Se le califica como rebelde, proscrito e inconforme, todo un perfil del romanticismo político; pero también de ingenuo, sensible, inteligente, dramático y exquisito. En su expediente se amontonan noticias intensas, como la experiencia casi inaudita hoy día de perderlo todo por el amor de una cantante. Reseñistas y críticos relacionan su obra con la estética del absurdo, desde Kafka a Piñeira; pero sobre todo, un poder para la tensión dramática que lo situaría entre lo mejor de la última narrativa cubana.

 

LOS DISCURSILLOS DE RAÚL RIVERO Y NICOLÁS ÁGUILA EN EL HOMENAJE A JULIO SAN FRANCISCO POR LOS DIEZ AÑOS DE EL DESTERRADO PUEDEN LEERSE ÍNTEGRAMENTE A CONTINUACIÓN:

Todo el corazón de Julio
(Palabras del poeta cubano Raúl Rivero en el homenaje en España a Julio San Francisco, Fundación Hispano Cubana, 31 de enero de 2007)

Queridos amigos, Cuando repaso a veces en la alta noche los días aquellos en que se inició en Cuba el periodismo independiente, Julio San Francisco aparece en esas evocaciones como un fantasma obligatorio de corbata roja, de apellido más llano como Martínez, por ejemplo, y como el más empedernido soñador de aquella tropa mínima y pobre que tenía dos hambres: una de pan y otra de libertad.

Nadie estaba trabajando para labrarse un porvenir porque la dictadura había confiscado tiempo atrás todos los espejuelos para ver el futuro, casi nadie se proponía alcanzar una visa para salir de aquél pantano porque con aquellas fundaciones de agencias de prensa y los primeros despachos y crónicas periodísticas lo único que garantizábamos era una mayor cercanía con el ruido de los cerrojos y los candados enigmáticos que exportan con generosidad los sobrinos de Mao Tse Tung.

En la organización de la primera estructura legítima y profesional estaba Julio, junto a otro madrileño por adopción, el periodista Rafael Solano, un tipo cálido y vital al que sólo le reprochábamos que no escribiera versos.

Julio solía confundir –como le vuelve a pasar ahora- los apuntes a mano de sus artículos y sus noticias con las notas rápidas de los desvelos y los asaltos por sorpresas que hace la poesía y así, en los bolsillos de sus camisas desvencijadas y sus pantalones sospechosos podían encontrarse los datos para una pieza sobre la represión policial y esta línea misteriosa: “Pintor de peces preciosos / mantén tu locura encinta”.

El asunto es que pasó todo lo que ya sabemos y pasó el tiempo y pasó un águila por el mar y un día de repente descubrimos que ya la dictadura había hecho que Julio tuviera que sobrevolar el mar después de cárceles, acosos y otros peligros y yo estaba en mi casa en La Habana, leyendo un poema que el poeta había escrito en un parque de esta ciudad.

Es poco frecuente que se conmemore el décimo aniversario de un poema, ya lo sé, pero después de casi medio siglo de esclavitud en nuestro país y sus exilios los episodios singulares son parte de la vida diaria.

Cuando leí el poema El desterrado, de Julio San Francisco, tuve una especie de estremecimiento porque pude recibir su mensaje personal de incertidumbres y carencias, pero por encima de la anécdota y la soledad del hombre que ve una pareja feliz en su entorno natural, adiviné el destino de miles de cubanos que diez años después venimos a ser el 20 por ciento de la población del país.

Supe que esa pieza era un canto a la orfandad y al desamparo y tenía que ver también con el corazón de otras personas que en diferentes partes del mundo tienen casa, cariño y perro y les ha sido dada con nobleza otra tierra, pero siempre van a sentir un sobresalto, una pequeña mancha oscura en las claridades de esos cielos.

Creo que Julio San Francisco, en un país que ha producido en su historia más poetas desterrados que todo el continente americano, ha hecho un hallazgo que tiene que ver con el milagro de la poesía que es encontrar la voz para decir lo que sentimos todos.

Esta casa, nuestra Orfila 8, en España que nos ha recibido como hijos que vuelven después de una mansión en la amargura y los dolores, se siente regocijada con el recuerdo y la memoria pública del poema El desterrado, de Julio San Francisco.

Yo también y mi regocijo tiene un concubinato con una figura también un poco singular que es tener nostalgia del futuro porque me protege la esperanza de que pronto podremos leer este poema en un parque de La Habana. Gracias.

 

PALABRAS DEL FILÓLOGO Y PERIODISTA CUBANO EXILIADO NICOLÁS ÁGUILA EN EL MISMO ACTO

Queridos amigos, Agradezco a la Fundación Hispano Cubana y particularmente al escritor Orlando Fondevilla, facilitador de esta tradicional tertulia de los miércoles, el privilegio de poder decir unas breves palabras sobre el narrador y poeta Julio San Francisco.

Nos reúne esta noche la amistad y la poesía. Y aquí estoy sobre todo en calidad de amigo, y no del crítico que no soy –que no quiero ser-, porque soy demasiado parcial para la neutralidad de la exégesis equidistante.

Julio no ha sido el único caso en Cuba de autor inédito durante ese “quinquenio gris” que ya dura casi medio siglo. Pero fue el primero, cuando no el único, que decidió publicarse él mismo por su cuenta y riesgo. Y un día de 1986 nos sorprendió en La Habana a todos los amigos (y sobre todo a la Seguridad del Estado) con un poemario “underground” impreso a mimeógrafo, que era sus ajuste de cuentas individual y generacional con el régimen. Una especie de “samizdat” con el sugestivo título de “Acrobacia Roja”, que lo dice todo.

Estaban llegando a la isla los aires frescos de la perestroika. Caían las vendas de los ojos (o las caretas), y de repente los ciegos de ayer empezaban a ver con claridad. El deseo de cambio se convertía en un clamor general. Parecía acercarse el final después de tantos quinquenios destructivos. Muchos fueron incluso más lejos y se quitaban la mordaza, pasando abiertamente a la disidencia.

Julio San Francisco decidió no ser cronista a posteriori, sino reportero in situ, para denunciar puntualmente las violaciones de los Derechos Humanos del régimen y de algún modo acelerar su fin. Le cabe el mérito, junto a Raúl Rivero y otras valiosas figuras de haber sido uno de los iniciadores del periodismo independiente en Cuba.

Fundó con Rafael Solano la agencia de prensa Habana Press, de la cuál fue vicepresidente, cuyo fin era, paradójicamente, reportar hacia el exterior para que llegara de rebote al pueblo de Cuba. De esa labor a pecho descubierto, bajo el acoso constante de la policía política, saldría el emocionante reportaje en tiempo real sobre las octavillas lanzadas en La Habana por avionetas de Hermanos Al Rescate, mientras la población recogía los volantes y leía el mensaje esperanzador que le llegaba del cielo.

El periodista conoció enseguida el precio que se paga en Cuba por ser independiente. Sufrió persecución política y acoso policial constante. Hasta que finalmente enfermó y tuvo que marchar al exilio en 1997.

Llegado al destierro madrileño, como disidente y escritor de la llamada Generación Gaveta, trajo consigo el grueso de su producción inédita que pudo conservar. Pero no se durmió en los laureles y siguió escribiendo poesía y narrativa. Llegó a terminar incluso una novela, aún inédita, que lleva un prólogo de Luis María Anson.

Ha publicado recientemente un excelente libro de cuentos del absurdo (Nada y otros cuentos del absurdo), pero antes había reunido parte de su producción poética escrita entre La Habana y Madrid, en el poemario Todo mi corazón y otros agravios, donde entre otros poemas de sostenida calidad, descuella El desterrado, digno de figurar en la más exigente antología de la poesía del destierro cubano.

En El desterrado, el poeta sufre al vacío la desolación del desterrado mientras contempla el mundo circundante de cerca pero desde la distancia del exiliado, sobrecogido más que sentado en un banco del Parque del Retiro:

El parque madrileño que frecuento
Tiene frío
Y yo
Tengo frío
Y el banco donde me siento
Tiene frío...

El poema abre con un desgarrador aliento a lo León Felipe, aludiendo a una frialdad que nada tiene que ver con el parte del tiempo. Y luego puntualiza, por contraste con una pareja de enamorados que se pasea por el mismo parque, la verdadera naturaleza de ese frío, hecho de las carencias y querencias del desterrado.

Las cosas que te perdiste, por otro lado, hace un balance entre irónico y sentimental de la ruptura de la pareja y consigue alcanzar una elevada tensión discursiva mediante el acertado empleo de la reiteración anafórica. Este y otros poemas de Todo mi corazón...

A mi juicio son de una factura muy acabada, tanto por los logros formales como por su integración temática, en el plano del contenido, en lo que constituye un canto desesperado de una voz que clama en el destierro.

Parte de esa producción poética la vi nacer y crecer durante mis días madrileños iniciales, cuando Julio San Francisco andaba en busca de un heterónimo y de una cura de reposo, después de la dura prueba que le tocó vivir como periodista independiente dentro de la isla. Por lo que quizás yo carezca de la suficiente distancia crítica para decir la última palabra sobre su poesía, si nos atenemos a aquello de que no se puede ser juez y parte al mismo tiempo.

Es por eso que celebro que una destacada académica de la Universidad de La Sorbona, * más distante de su obra y con más autoridad y más afinados instrumentos de medición crítica, haya puesto su empeño en destacar la obra poética de Julio San Francisco en esa prestigiosa institución docente.
Vaya, que al poeta y acróbata del “samizdat” precursor se le lee y estudia ahora en La Sorbona. ¡Enhorabuena, don Julio!

*El crítico se refiere a la catedrática Nuría Rodríguez Lázaro. (Nota del Editor)
** Ved el blog de Jorge Moragas La mochila...

 

LA NOTICIA DEL HOMENAJE EN EL NUEVO HERALD, DE MIAMI

Olga Connor / El Nuevo Herald

La Fundación Hispano Cubana, y el escritor Orlando Fondevilla, directivo en esa organización que organiza tertulias los miércoles en Madrid, presentaron un homenaje al narrador y poeta Julio San Francisco. Raúl Rivero y Nicolás Aguila dijeron las palabras exaltadoras de la obra de San Francisco. También estaban presentes el arquitecto español Antonio José Ortiz Bordallo que le entregó una placa, y el diputado del PP español Jorge Moragas.

''Cuando leí el poema El desterrado, de Julio San Francisco, tuve una especie de estremecimiento porque pude recibir su mensaje personal de incertidumbres y carencias'', dijo Rivero, ''pero por encima de la anécdota y la soledad del hombre que ve una pareja feliz en su entorno natural, adiviné el destino de miles de cubanos que diez años después venimos a ser el 20 por ciento de la población del país''. Rivero recordó además su amistad con él en Cuba cuando ambos trabajaron como periodistas independientes y la falta que tenían entonces de ''espejuelos para ver el futuro''. Un futuro de desterrados.•


 

© Julio San Francisco (Matanzas, Cuba, 1951) poeta, periodista y escritor. reside en Madrid, España desde 1997. edita el blog el club de los amigos malos desde donde lucha por la libertad de prensa en Cuba y promociona su literatura. su obra está integrada por acrobacia roja, poemas contra el oportunismo (La Habana, 1986), todo mi corazón y otros agravantes, poemas escritos en La Habana y Madrid (Madrid, 2002) y nada y otros cuentos del absurdo (Madrid, 2006). acaba de terminar nacido para triunfar, la apasionante lucha de un periodista cubano disidente.


Egregias mujeres medievales.
por Fermín Castro

 

Bienvenidos a La Torre del Misterio de Fermín Castro, el enclave donde se dan cita los amantes de la historia y la parapsicología.

Dios escoge para su jardín aquellas flores que le son más queridas y amadas. Hay un ramillete de esas magnificas florecillas que brotaron en una época de oscuridad y desesperación, de epidemias aniquiladoras como la peste del siglo XIV, de guerras sin fin, del triunfo de la fuerza bruta sobre la razón.

Hablar hoy de mujeres místicas de la época medieval parece un atrevimiento, ¿qué puede interesar la vida y obras de mujeres que murieron hace 800 o más años? ¿la mística a quien le puede impresionar en esta época sin alma en la que vivimos? Pero ah! Si sus enseñanzas hubieran sido escuchadas, si la Iglesia de Roma la hubieran puesto en practica cuanto horror y sufrimiento se hubiera ahorrado la Humanidad.

Las voces de estas mujeres me resultan nítidas, puras, más aún son tonificantes como bálsamo en este constante mar de dudas, inseguridades y prisas materiales que es la vida contemporánea.

En el año de 1194 germina entre los hombres un ángel, su nombre es Clara y será conocida por la historia como Clara de Asís. Al contrario de la mayoría de las jovencitas de su época, a las que se las educaba con el fin último del casamiento, Clara pronto mostró que un fuego distinto anidaba en su pecho. No era por frialdad, por falta de amor precisamente, sino que en ella el amor era el Amor a Dios.

Un hecho marca su vida, a los 16 conoce al hombre más cercano a Cristo que la Historia a registrado, ese hombre era Francisco de Asís. Su radical emulación de Cristo, su despego a lo material, su búsqueda de la pobreza como medio de llegar a Dios, impresionaron a Clara con la fuerza del fuego. Clara escapa de su casa y es consagrada a Dios por el propios San Francisco de Asís. De poco valieron los intentos de los familiares de Clara de hacerla regresar. Hacia 1215 era ya abadesa de San Damián y es su vida un ejemplo vivificador del ideal de vida franciscana.

Por los años en los que Clara de Asís conocía a San Francisco de Asís, en Magdeburgo Dios hizo brotar otro ejemplo para la humanidad y su nombre fue Mechtilde de Magdeburgo. En ella hay grandes misterios y secretos de los que solo algunos han sido desvelados, pues desde niña ya mostraba claras evidencias de estar marcada por el Espiritu Santo. Mujer valiente que fustigó en sus escritos los graves defectos del clero y de la Iglesia, la maldad y destrucción del Imperio. Al final de su vida se recluye en un convento huyendo de los poderosos enemigos que sus escritos le habían granjeado.

Diez años antes que Mechtilde de Magdeburgo escribiese su obra “La Luz Rutilante de la Deidad”, en Amberes veía por primera vez la luz del mundo Hadewich cuyas visiones, cartas y poemas giran en torno a un tema central, tronco de todo su pensamiento, el amor. El deseo sincero de ayudar al necesitado, de emular a Cristo, de amar, que conforman su vida no pueden sino conmoverme.

El que ama deberá sufrís por encima de sus fuerzas

Antes que faltar en un solo punto al honor del amor.

Hadewich de Amberes

Hacia 1250 Margarita Poréte nace en Hainaut. ¡Que deliciosa rebeldía hay en su vida y escritos! ¡que arrojo y valentía cristalina! ¡ que resolución en la vida! ¡que integridad absoluta nos enseña Margarita Poréte! Su obra ha influido notablemente en místicos, poetas y pensadores posteriores, y sus escritos por prohibidos por la Inquisición fue de los más leídos durante siglos. Durante siglos su obra era de fuego pues podia quemar, pues la Iglesia consideraba perniciosa la lectura de esta mistica pues sus obras conducen a regiones inhabitadas y peligrosas para el alma, a designios oscuros pensaba la Iglesia en su tradicional cortedad de miras y falta moral. Fue apresada por la Iglesia y se le dio la opción de abjurar de su pensamiento o morir quemada. Pero margarita, una mujer de menudo y frágil cuerpo, se nos mostró como un gigante moral y ético pues prefirió la muerte a negar su forma de entender el amor a Dios.

París la vio arder en 1310. Su obra “Espejo de almas simples y aniquiladas” suponen aún hoy en día un vertiginoso vuelo hacia Dios.

Volvamos la mirada hacía las islas mágicas, hacia la esmeralda Inglaterra pues allí a mediados del siglo XIV aparece otra de esas maravillosas flores de Dios. Juliana de Norwich sufrió a los 20 años una enfermedad que la puso a los pies de la tumba pero milagrosamente se restableció y a partir de ese momento su vida dio un giro inesperado, se transformó en una mujer nueva. Es oportuno hacer notar que son muchos los casos en los que hay una enfermedad o accidente mortal que superado convierte al simple hombre en santo o santa, como si el haber estado muy cerca del otro lado les hubiera hecho percibir la Verdad.

De Juliana de Norwich tenemos la reconfortante enseñanza de “Todos las cosas terminaran bien”, ella nos enseña que toda obra, todo trabajo y posición por pequeño y humilde tiene valor a los ojos de Dios. Siempre podemos redimirnos pues todo mal por obra y gracia de Dios acabará en bien. ¡Oh! Cuan alejados esta este pensamiento de los fuegos y azufres infernales de los curas negros y de los pulpitos venenosos. Su libro “ El Libro de las Revelaciones” es de absoluta necesidad en este momento de nuestra penosa historia, justo ahora que estamos en el cenit de nuestra civilización tecnológica, pero que ha olvidado lo más importante: el Amor.


© Fermín Castro


El sentimiento trágico de la vida en la filosofía
y en la poesía  (Miguel de Unamuno y Antonio Machado)

por Julio Pino Miyar

UNO

Leyendo un texto español correlativo al pensamiento ideológico del franquismo me encontré con la peregrina tesis de las dos Modernidades. Hasta ese momento yo comprendía la Modernidad como un fenómeno socio – cultural de carácter histórico, aparecido progresivamente en Europa a partir del Descubrimiento de América, la disolución del antiguo orden feudal, el advenimiento al poder de la clase burguesa, el establecimiento de la sociedad mercantil, la aparición de la Ideología política francesa de La Ilustración, la Filosofía Clásica alemana, la revolución industrial y científico - técnica y la concentración internacional del capital financiero como prolegómeno de un nuevo orden mundial impuesto por Occidente, especialmente por Norteamérica.

El filósofo e historiador español José Ortega y Gasset en su libro “Estudio de la historia” elaboró una visión crítica del concepto de Modernidad, a la hora de abordar la historia del Imperio Romano, proponiéndonos la tesis de una Modernidad romana. O sea, Ortega interpretó el criterio de Modernidad más como un concepto teórico, adaptable por ello a diversas formas de experiencia histórica, que como un hecho consumado, resultado fijo del desarrollo histórico acaecido en Occidente desde los siglos XVI y XVII.

Para Ortega la Modernidad puede aparecer bajo las determinadas circunstancias en que la tradición cultural de un pueblo, los postulados morales de su religión, las leyes naturales que hasta ese momento han regido el tráfico social llegan a tan alto grado de secularización que dejan de ser tenidas en cuenta por un período que busca deslindar su contemporaneidad política y económica de los fundamentos históricos establecidos por la tradición. Por eso es que Ortega define a la Modernidad como una progresiva pérdida de legitimación; es decir, desposeída de la legitimidad que le otorga la tradición. Una legitimidad que no sólo había sido sustentada por la tradición milenaria, cultural y religiosa (de la que la Modernidad concientemente se aparta para poder configurarse como tal) sino por los fundamentos filosóficos que en Occidente aportara, desde siglos, la metafísica.

Los conceptos de mundanidad, profanidad son entonces correlativos a la idea de Modernidad. Una época profana y mundana señala un tiempo moderno. El filósofo alemán Martin Heidegger definió estas características como propias de una época que ha sido construida sobre la base del olvido de los viejos conceptos de la metafísica, en particular sobre “el olvido del Ser”. Es decir, los problemas que plantea la existencia humana que atañen al significado y sentido de la vida, el código moral que pauta las formas en que el hombre se organiza socialmente, lo inserta en el cosmos cultural e interpreta la verdad de su existencia, dejan de tener interés para un período que tiende a desustancializar toda actividad, todo criterio, todo esquema relativo al valor, toda relación social, convirtiéndola en mera relación de beneficio, en simple interés de lucro. Para Ortega hay un momento en la historia de Roma que responde a estas características y que, por lo tanto, bien puede ser también definida con el concepto de Modernidad. Quizás porque la Modernidad es una constante que tiene la tendencia de aparecer en determinados períodos de la historia; un modo de ser y de configurarse la sociedad, la vida económica y la psicología de los individuos.

El hombre moderno es así el hombre frívolo, superficial, eficiente y funcional. Su psicología constantemente huye de los temas trascendentales de la existencia, vive muy apegado al concepto de su seguridad personal, no obstante sólo acepta la certeza de su finitud (la idea avasalladora de la muerte) como una posibilidad teórica no como una realidad cardinal de la condición humana. La propia relación del individuo moderno con el conocimiento, llega siempre reglamentada por las convenciones sociales, por el egoísta criterio burgués del beneficio. La aventura moral, que rige la introspección intelectual como conocimiento de sí y punto de inserción del Ser en el mundo, deja de tener sentido para el individuo disuelto, amalgamado, en la impositiva sociedad mercantil erigida por la Modernidad.

Cuando el hombre se apega a vivir siguiendo un código de conducta y de pensamiento que lo aleja de los valores establecidos por la tradición, a un modo de ser y de comportarse fundado estrictamente en las necesidades políticas y materiales, podemos decir que el hombre comienza a ascender a la conciencia histórica de su Modernidad. Y tal parece que es un fenómeno ocurrido en diversos momentos de la historia humana, bajo distintos niveles del desarrollo socio – económico, sin embargo se expresa siempre según estos axiomas: La crítica a la autoridad de la tradición y la religión. El surgimiento del Estado y la sociedad laica. El nacimiento de la sociedad política y la sociedad económica, fundadas ambas en el régimen de la propiedad privada. Y ocurre en el individuo de la Modernidad un cambio sustancial de su psicología al quedar esta substraída de los dogmas del pasado: la reorientación de la conciencia hacia los nuevos problemas que plantean su presente vital y su presente histórico.

Es tal vez sobre estas premisas que pueden ser entendidas las categorías de conciencia social y de realismo político. Las grandes luchas sociales que caracterizaron dramáticamente los últimos dos siglos, que protagonizaron la pequeña burguesía y la clase obrera, se movieron siempre dentro del espectro ideológico de la Modernidad. Federico Engels en su libro “Las guerras campesinas en Alemania” comparó las luchas de los obreros del siglo XIX con las de los primeros cristianos en la Roma imperial de los primeros siglos de nuestra era. Mas, no creo que sea esto un ciclo que se repite, es, por el contrario, una tendencia manifestada a ratos en la historia, que pugna por nacer y desarrollarse en su más completa plenitud como ese privilegiado estado de la conciencia y la condición humana en la que el hombre intenta poseer la contemporaneidad de su existencia; la gratificación de su personalidad inserta en su universo político y económico.

Si nos sumergimos un poco en la historia de España, para comenzar a serle fiel al título de este ensayo, veremos que la tesis de las dos Modernidades, entendidas como un cruce de caminos sobre el cual se desarrolló y bifurcó la historia europea de los siglos XVI y XVII, no sólo es un criterio ideológico creado para concederle a España un importante papel en tiempo de la Reforma Luterana, sino que tiende además a expresar las razones internas de la propia historicidad española, entregándole amplias cartas de legitimidad histórica a los ideales de la Contrarreforma. Nos veríamos de esta manera ante una segunda Modernidad Luterana, representada por las naciones mercantiles de centro y norte de Europa, y una primera Modernidad Romano – española, iniciada tempranamente en el siglo XV por los reyes católicos, Fernando e Isabel.

El llamado tercer Estado, el Estado burgués del mundo moderno, tuvo su antecedente en el pacto medieval de las monarquías nacionales con “el pueblo bajo” es decir, con la sociedad compuesta de mercaderes, trabajadores de los gremios y campesinos. En España la tarea de la unidad nacional en torno a una sola monarquía vino aparejada al esfuerzo modernizador emprendido, en principio, por los reyes católicos. Aunque si nos atenemos a Carlos Marx, en la península sobrevivieron al impacto de la Modernidad formas autárquicas de vida económica y social propias de la Edad Media. La llamada primera Modernidad española fue concebida como una propuesta distinta que buscaba sintetizar singularidades de la historia, la economía, la legislación y la cultura con la creación de un Estado en su sentido moderno, dotado de un carácter religioso - misional. Se configuró de este modo España como una excepción del desarrollo histórico, si la comparamos con el resto de Europa. Desgraciadamente el sol que alumbró en su esplendor al Imperio español en Lepanto tuvo su ocaso en Westfalia. Y todo lo que hay de irresuelto en la Modernidad se vuelve entonces, en su trágica y particular concreción, en lo irresuelto de la sociedad y reunión de pequeñas naciones que constituyen a la cultura y nación españolas.

 

DOS

Miguel de Cervantes nos dio a principios del siglo XVII esta definición de España: “…una nación política fundada sobre la base de varias naciones naturales”. Más allá de las lenguas, las culturas y las etnias que integran el complejo mosaico ibérico, el proyecto de la nación española es el resultado de un proceso histórico. La unidad de España fue históricamente una necesidad política sobre la cual se comenzó a edificar el Estado – Nación; la nación política a la que alude Cervantes.

En el año de 1936 una profunda crisis política condujo a España a la más cruenta guerra civil de su historia. Ese mismo año, después de haber elogiado desde el podio de la Universidad salmantina la invalidez física de Cervantes y refutado con vehemencia el “viva la muerte” de los falangistas, Miguel de Unamuno, retenido en prisión domiciliaria por soldados, escribió días antes de su propia muerte: “no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario”. Al conocer su fallecimiento el poeta sevillano Antonio Machado puso en labios de su apócrifo Juan de Mairena la siguiente esquela, cito de memoria: “Unamuno ha muerto de repente como quien muere en guerra. ¿Contra quién? Quizás contra sí mismo. Quizás, aunque muchos no lo crean, contra aquellos que han traicionado a España y vendido a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca, ni lo creeré jamás.”

En mi opinión Unamuno compuso tres obras cumbres (una suerte de trilogía ensayística) que componen lo más significativo de su pensamiento filosófico: “Del sentimiento trágico de la vida, en los hombres y en los pueblos”; “La agonía del cristianismo”; “Vida de Don Quijote y Sancho”. A Don Miguel, como a tantos pensadores y hombres sensibles del mundo, le dolía España; ese dolor por esa patria originaria y tenaz que el poeta peruano Cesar Vallejo logró capturar en versos: “España aparta de mí este cáliz”. Habría que tratar de entender qué es España para poder comprender su tragedia histórica. España es un misterio. Está en la sangre, pero no es la sangre, del mismo modo que decimos que Dios está en el mar, pero no es el mar. España es un misterio que sólo los hombres de bien alcanzan a penetrar traspasando sus umbrales de silencio, tocando a las puertas de la casa de la muerte que nos conduce a las entrañas donde descansan las osamentas sepultadas de nuestros abuelos milenarios. España está en la tradición, pero es el misterio que esconde la tradición. La patria milenaria, los arcontes, las escrituras fundamentales, las vidas ejemplares… Sin embargo, continúa siendo un misterio. España es la sangre, la raza. Es el duende de Lorca; la sangre derramada del poeta; la raza que no se rindió en Numancia. España es la esperanza.

El único pueblo que puede comparársele es el eslavo. Hay sólo unas líneas de Dostoievski que se atreven a expresar ese misterio fundamental: “Aquí en nuestra patria, en nuestra raza, en nuestro tiempo, ha nacido un nuevo tipo de hombre, el hombre que sufre por el mundo”.

España es la palabra.

España es el misterio que habita en la palabra empeñada por el honor del Quijote y su escritor Cervantes.

La crisis de la Cristiandad, de la que tanto hablaran Unamuno y Machado, si es entendida como una crítica a la larga tradición de la que la religión es portadora, no deja entrever la falla fundamental sobre la cual la civilización de Occidente agoniza. Aunque para el verdadero cristiano la esencia de su religión no es el mito del dios milagrero hecho carne y profecía apocalíptica. Para el verdadero cristiano la esencia de su religión tiene como cifra la tragedia del Gólgota y como significado el hombre que agoniza, que ha atravesado valientemente el Calvario de su vida, en pos de la redención de la humanidad. No nos encontramos por tanto ante un problema histórico, sino ante una fe muy especial que habla e interroga la sensibilidad humana. La crítica histórica del cristianismo, su enfoque racional para un estudio materialista que delimite sus fuentes filosóficas y el devenir de la Iglesia como institución, es perfectamente válido. Aunque para el hombre cristiano el sentido de la vida se vuelve objetivamente trágico. Mas una forma trágica que se expresa de un modo novedoso, completamente distinta a como era asumida la tragedia en tiempos de los poetas Esquilo, Sófocles y Eurípides.

Para los clásicos griegos la tragedia se inscribe, se incuba, dentro de los límites biológicos de la familia, la gens. Edipo, Orestes, Etiocles y Polinice etcétera son héroes envueltos en los eventos de su época, aunque la raíz de sus males tiene origen en una malformación de la familia humana. Resulta curioso que Unamuno opinara que el nombre más preciso para designar la tierra donde hemos nacido no fuera patria, sino matria; la tierra como Mater universal y nutricia y que su héroe Don Quijote prácticamente careciera de familia y sólo tuviera como legado de hidalgo unas pocas fanegas de tierra que vendió para engrosar su biblioteca con libros de literatura y caballería. Para el Quijote, su epopeya profundamente cristiana, como la describiera Unamuno, la tragedia se cierne lejos de los ámbitos de la familia y el legado filogenético de los padres, aparece en medio de los caminos transitados de La Mancha y los verdes campos de Montiel, para tener su consumación dramática cerca de las inmediaciones de la ciudad condal de Barcelona, como apuntara el propio Unamuno, la capital industrial de España. Porque el que vence a Don Quijote es el capitalismo. La tragedia nace así, para el hombre y su obra moderna, como hija de la honda contradicción que existe entre realidad e idealidad; entre historia y poesía.

La guerra civil de 1936 – 39 fue el enfrentamiento de dos idealidades donde Unamuno sería una de sus primeras víctimas. Machado alcanzaría a ver la entrega de Madrid a los ejércitos franquistas y conocer las últimas palabras de La Pasionaria dirigidas a las milicias internacionales, poco después moriría y sería sepultado en un pequeño pueblo de la frontera franco – española.

En uno de sus más enigmáticos escritos Unamuno nos narra alegóricamente acerca de una honda Sima colocada en la cumbre de una montaña. La religión, la filosofía, el arte, la superstición de los cercanos pobladores de la montaña, nos dice, giran en torno a lo que puede habitar en el interior de la obscura Sima. Todos los que han intentado penetrarla no han vuelto y el lugar inspira un sagrado temor. Por un lado la existencia de semejante caverna nos sobrecoge, por el otro, la Sima nos sirve para dar forma a nuestro pensamiento, motivar nuestras especulaciones, inspirar a los poetas y establecer un límite a nuestra vida, dotándola además de una noción de trascendencia; no tendríamos la intuición de lo sagrado si no es gracias a la Sima. Es difícil saber qué profundo misterio guardaba ese lugar, pues Unamuno se limita a contarnos de su existencia no a especular sobre ella.

Machado nos comenta por su parte en esta otra cita, no es textual: “De todos los pensadores que hicieron de la muerte tema esencial de sus preocupaciones, fue Unamuno el que menos habló de resignarse a ella. Tal fue la nota españolísima, de este, no obstante, poeta de la angustia española.”

La última oración de “La agonía del cristianismo” expresa con creces la crisis histórica que en tiempos de la Modernidad padece la Cristiandad: “Cristo nuestro, ¿por qué nos has abandonado?” Es la irresolución de la sociedad moderna ante la máxima incomprensión de la leyenda cristiana: Dios abandonó a su suerte al Hijo; y el Hijo abandonó a su suerte al hombre. Tal es la metáfora originalmente bíblica que Unamuno traslada a su pensamiento y nos propone como singular tragedia contemporánea. Pero la renovación de las fuentes cristianas de la civilización de Occidente no significa aceptar dogmáticamente el Mito, sino entender la esencia que nos trasmite el sacrificio del Hijo de Dios, hijo también del Hombre. Esa esencia se inscribe en el seno de una manifestación poética, alegórica. Por tanto, si no comprendemos el valor gnoseológico que contiene la expresión poética, nunca podremos llegar a saber el alcance teórico de la alegoría planteada con la muerte y la resurrección del dios. En la Biblia debemos reconocer un texto literario, aunque esa obra haya sido escrita muchos siglos antes del surgimiento del lector moderno. Un texto que supone la existencia de un autor, de un artista. Como estamos en la época moderna ese tipo de lectura es la que debe importarnos.

Singularmente fue el propio Unamuno quien nos propuso una lectura de los textos donde adquiere mayor significado el papel de la interpretación que el propio texto. Para decirlo con palabras de Friedrich Nietzsche, tampoco es textual: No es el texto, es la interpretación que sobre el texto se hace, lo que determina la escritura. Así la universalidad de las escrituras bíblicas implica una relación directamente personal con la Obra. Ese es en el fondo el criterio de la Iglesia Luterana, por eso debemos seguidamente agregar que es la Obra, la escritura, la que nos salva y justifica; la irrenunciable vocación de artista que debe poseer el lector, el incansable interpretador de textos. “Vida de Don Quijote y Sancho” es exactamente eso: La universal epopeya cristiana vuelta a contar por Unamuno.

En el prólogo del libro antes citado, refiriéndose al hipotético lector como su “único amigo absoluto”, Don Miguel le comentaba que ambos hubieran preferido vivir bajo los “espasmos” del Milenario; en los lejanos tiempos fundacionales en que comenzaba a constituirse la nación española y la lengua castellana. Resulta interesante que en esa introducción titulada “El sepulcro de Don Quijote”, el autor revele a su escogido lector su más profunda e intensa vocación mística, mientras le vuelve a decir: “Si quieres vivir de ellos, vive para ellos, pero entonces mi pobre amigo te habrás muerto”.

Todavía recuerdo unos versos aprendidos en mi adolescencia que Machado le dedicara a Unamuno: “Esa tu filosofía/ que llamas dilletantesca/ voltaria y funambulesca/ gran Don Miguel es la mía/ agua viva, fugitiva/ poesía, cosa cordial/ ¿Constructora?/ no hay cimiento ni en el alma ni en el viento/ bogadora, marinera hacia la mar sin rivera”.

En ambos escritores se impone la obra humana, a-sistémica, minimal y con ella la angustia sucedida en medio de la larga extensión del tiempo, del que sabemos por deducción lógica que es tan finito como nosotros, sin dejar por eso de ser incognoscible, aunque con San Agustín digamos que “nuestra alma sufre porque quiere saberlo”.

Hay un lugar en el Quijote en que el caballero pronuncia su famoso “Yo sé quien soy.” Lo cito, porque es la angustia la que nos lleva de la mano a la que pudiera ser la problemática básica de nuestra existencia. La angustia nacida, como ya apuntaba, en medio de la enorme extensión temporal, campo abonado para el Ser y para la reflexión…

Quisiera repasar con el lector ese momento en el que Quijote pronuncia su frase más conocida: Se trata de su primera salida, cuando aún no ha encontrado a su fiel escudero, pero ya ha sido armado caballero por el dueño socarrón de una venta. Don Quijote topa, en el medio del camino que lo lleva a su aldea, con un grupo de mercaderes que va rumbo a la ciudad de Toledo. Según Unamuno se produce aquí una de las aventuras más singulares ocurridas al Quijote, pues no se trata, en esta ocasión, de socorrer menesterosos, damas en peligro o pelear con gigantes, se trata de enarbolar como blanco estandarte la bandera de la fe. Nadie pasará, afirma Don Quijote interponiéndose al paso de los mercaderes, si no reconoce la belleza sin par de Dulcinea. Nunca la hemos visto, comentan así los interpelados, ¿cómo pudiéramos afirmar entonces cosa semejante? Los mercaderes regatean el precio de la declaración que les exige el Quijote para seguir su marcha. Este se para en sus trece y los embiste cuando los mercaderes no dan traza de reconocer a semejante beldad e incluso insinúan que Dulcinea bien pudiera ser fea. Si nos mostraras su imagen aunque fuese del tamaño de un dedal, pudiéramos entonces reconocer la belleza inigualable de tal princesa; argumenta un mercader. Pero Don Quijote no cede. He ahí la esencia del problema: la beldad de Dulcinea esta más allá de cualquier objeción, ya que es cuestión de fe lo mismo que las ideas. Es casi un razonamiento teológico, Dulcinea es el ideal por eso existe y es perfecta. Tal fue el espíritu que movilizó a España contra Europa en tiempos de la Contrarreforma.

Queda Don Quijote adolorido en medio del camino, derribado por los golpes recibidos de mano de los mercaderes, hasta que acude por él el aldeano Pedro Alonso que reconoce, detrás de su insólita armadura, a su viejo amigo Alonso Quijano. Yo sé quien soy, replica el Quijote asumiendo desde la gramática y el sentido de la frase todo su contenido ontológico. ¿Hay una metafísica española? Unamuno y Machado pensaban que sí, pero de existir no está ni siquiera en la teología tomista de Suárez, se encuentra en el decir y en el mismo sentir de los españoles; en la tradición viva de ese pueblo; en su arte y literatura. Una filosofía española “que le pide al amor conceptos y lógica a la sinrazón”. Una filosofía española que nos pide perseverar aún después de la muerte y entender a la vida como un gran misterio.

Antonio Machado mucho más sosegado que Unamuno ante la crisis histórica que vivía España, enfrentada como el Quijote al dilema trágico de su identidad y consciencia de sí, prefirió valorar, como porción de su constante reflexión sobre la sociedad e historia de su pueblo, las verdades sofísticas del griego del siglo V a.n.e. Protágoras.

Retomando las verdades imperativas que sobreabundan en el Quijote, el mundo se divide en hombres que creen en bacías de barberos y en hombres que creen en yelmos de Mambrino. Semejante yelmo nace de la ensoñación del poeta que fue Cervantes, al concebir una bacía de barbero colocada sobre la cabeza impertérrita de Don Quijote y verla así refulgir en doradas tonalidades bajo los soleados cielos de la llanura manchega. Sancho Panza, ante la estruendosa disputa que se ha creado en torno al yelmo que es bacía o a la bacía que, según afirma la poética de Quijote, es yelmo inigualable, nos propone la siguiente solución semántica: “baciyelmo”. Con esto, ¿el tropos ha muerto y la existencia no trae consigo otro contenido que aquel que nos dictan las comunes y prosaicas razones del barbero, del aldeano Pedro Alonso y la comitiva entera de mercaderes que cabalgan rumbo a Toledo? Habría que replantear la razón de ser de Sancho para dilucidar esta ontológica y urgente cuestión. Por el momento intentemos comprender la raíz sofística en la que se sitúa ahora el pensamiento del poeta Machado:

Protágoras es el filósofo de la dubitación; de la alternancia y polisemia de los sentidos; del carácter transitivo, relativo, contextual de las verdades sometidas a la dialéctica del lenguaje y la vida. Si no lo entendiéramos en parte así, estaríamos todos todavía envueltos en la famosa disputa de la bacía que se volvió yelmo por la gracia del tropos, en realidad mucho más quijotesco que cervantino. Partiendo de todo lo anterior pudiéramos de nuevo preguntar: ¿es posible una sociedad política? O sea, una sociedad que tenga como fundamento la tolerancia democrática que dicta el mensaje protagórico, mas que conserve intacta la pasionalidad poética del Quijote, alias Cervantes. ¿Dónde está España en estos momentos? Hoy el país ibérico es una sociedad parlamentaria en su acepción burguesa, se encuentra perfectamente integrado a la Unión europea y disfruta inobjetablemente del hecho de ser una de las diez primeras economías del mundo. Pero con lo que acabo de decir no he contestado mi propia pregunta, porque simplemente no conozco la respuesta; no la sé y no puedo reencontrar, en los archivos maltratados de mi conciencia hispana, a esa España dramática, a esa palabra castellana con la cual llegar a decir lo que se tiene por cierto y fundamental sobre la vieja grandeza de ese pueblo mágico. Aunque para los que lo dudan es válido recordar que lo más alto de la legitimidad de esa gran novela, que es el Quijote, se guarda aún en manos de Sancho. Del espíritu conciliador y pacifista del gran Sancho; del “heroico Sancho” como le llamara Unamuno, alentando al buen hombre que va a lo largo de toda la novela en busca de su fe, como quien marcha en pos de una ensoñada ínsula. Camino milenario de convulsionados y flagelantes como no hay otro.

De todas formas no hay nada agotado en la literatura y el arte de El Siglo de Oro, ni en las verdades de Sancho y de Quijote, sólo nos encontramos ante la dimensión trágica que cobra en nosotros las vidas imaginarias creadas por Cervantes, comentadas por Unamuno, replanteadas de forma indirecta en los textos poéticos y filosóficos de Machado. Y con Machado volvemos a vindicar paradójicamente al Quijote, buscando el auxilio de Protágoras, porque Protágoras, en manos del poeta, se resignifica y deviene en el ideal político esgrimido frente a cualquier dogmática, frente al solapado totalitarismo que abunda en las sociedades mercantiles.

Tal vez por ese derrotero, que es el de la reactivación política de la sociedad humana, es que puede lograrse la superación de la crisis histórica que amenaza no sólo a los países hispano – hablantes, sino a la Modernidad en su conjunto. Atendiendo a esto es que se deberían repensar las antiguas verdades de la metafísica, la filosofía del Ser y el valor dramático (relativo a la moral) de la existencia, pero sólo para hacer bajar el tono airado de nuestras afirmaciones y convertirlas en ese acento, afectuoso y cordial, que el propio Machado percibía en los escritos del maestro Unamuno.

Y es que hay un lado obscuro, reticente, soterrado, grácil, dotado casi de una sensibilidad femenina, que los poetas como Machado imperiosamente buscan y que se llama diálogo; respeto a las verdades del prójimo; entelequia compartida; rumor y ensoñación de la tarde y que se vuelve la noche más íntima en la que se solaza el alma del poeta Juan, que es la que nos dice al emprender su solitaria subida a El Monte Carmelo: “En una noche oscura/ Con ansias en amores inflamada/¡Oh dichosa ventura!/ Salí sin ser notada/ Estando ya mi casa sosegada.

Es quizá de alturas como esta, discretas y sosegadas, que se pudiera llegar a comprender qué es España; qué significa en realidad el criterio de nación política; qué valor tiene para los escritores hispano - hablantes la lengua de Cervantes, inseparable de la palabra empeñada del Quijote; en qué radica el valor ideal de merecer; y cuál es el contenido factual del sentimiento trágico de la vida en la filosofía, en la poesía, en cada uno de nosotros y en la historia de los pueblos.

10/2/008

 

© Julio Pino Miyar, 1959, Cuba. Autor de los dos libros de ensayos: Ensayos acerca de un Texto Imposible y Escritos en la Modernidad; la novela, Oración por el Tiempo de las Amigas; las narraciones “Habaneros”; y el poemario Días enteros en Agrigento. En 1995 fundó en Miami la revista literaria Los Conjurados. Colabora asiduamente en calidad de ensayista con prensa internacional. Desde 1987 radica en Estados Unidos.




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