EL LABERINTO A R I A D N A - R C . c om c r e a c i ó n l i t e r a r i a [número ventisiete edición primavera 2005] j u n i o
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La
muerte de los sesos
Los surcos de los sesos Lo crudo de la bóveda |
© Salomón Valderrama Cruz nace
en abril de 1979 en Chilia, departamento de La Libertad. Realiza estudios
aleatorios en la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Aparece su primer libro de poemas Encrucijada
(entre el amor y otras pasiones, primera parte) el año 2002 y,
en el 2003, Anemómetro (entre el amor y otras pasiones, segunda
parte). Ha sido publicado en las revistas: "elhablador"(Perú):
www.elhablador.com, "Almiar, Margen Cero"(España):
www.margencero.com, "Letras Salvajes"(Puerto Rico): www.geocities.com/letrassalvajes/,
“Ariadna-rc”(España): |
La
foto
Sólo es una foto, Sólo es una foto, Sólo es una foto.
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©Jaume d'Urgell i Rubió jaume@durgell.com www.durgell.com http://www.durgell.com/author.es.html |
Soy
Malo (poema de partida)
¡Objetos y objetivos! Sí, soy malo.
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© Ramon Mas. Poemas incluído en el libro (Dentro de nada) publicado por la pequeña Emboscall editorial de Vic (BCN) a finales del pasado 2004. Estudia Filosofía en la Universidad de Barcelona. Ha publicado Contradicciones y Vacío (Emboscall 2002) y (Dentro de nada) (Emboscall 2004). También ha publicado por su cuenta los cinco números del zine literario Blaster Kombo, y números sueltos de un folleto individual y efímero llamado Sujeto |
Consumación
[del milagro]
Toda consumación tiene algo de fracaso.
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© Carlos Cebrián. Salies de Bearn-Pau-Francia. 1965. Reside en Elche-Alicante desde 1975. Ha publicado Poemas de lluvia y alquitrán col. Ed. Inauditas. Elcge 1987. Heroína. Col. Lunara Poesía. Elche 1991. Humo que se va col. Diarios de Helena. Elche 1999. En antología: 93 poemas de los 80. col. Solara. Elche 1989. Ciclo alimentando lluvias. Instituto de Cultura Alicantina Juan Gil-Albert. Pliego nº 8 Alicante 2001. Prosa: Las noches de marzo. Col. Ed. Inauditas. Elche 1989. De belleza perezosa. Col. Temes D’Elx. Instituto municipal de cultura. Elche 2000. En constante preparación su Diario de un poeta intrascendente . Miembro fundador de Ediciones Frutos del Tiempo. |
Sin
título
A mis alumnos del Colegio Alemán debemos escarbar entre las sombras del anhelo humano, debemos, es una obligación arquitectónicamente
debemos escarbar, seguir escarbando dentro, debemos escarbar y hacernos aldeas del olvido.
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© Valmore Muñoz Arteaga |
Prurito
Algo así Un ciprés enterrándose
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© Luis Martínez. C. A. Campos,
2004. |
Los
dedos
Y tan abierta |
© Fernando Vallerstein. Ariadna desde
Buenos Aires les escribe Fernando Vallerstein con motivo de afrenda
de este poema inédito que formará parte de una segunda
publicación poética personal que verá la luz para
el mes de Abril la misma llevará el nombre de "el círculo
de mas te quiero" Sin mas lo saluda Fernando Vallerstein. Lo hago
para que no te resfríes ( 2003). El círculo de mas te
quiero ( inédito) |
La pobreza de la lluvia
A veces ocurre que el maná llega del cielo y los pájaros dejan trazos húmedos en las sombras. A veces la lluvia se presenta con su corte de harapos: un gesto esquivo, cien días contados en las gotas de una clepsidra, el aire ocre mientras tanto. Todo cabe en un cielo abigarrado, las alondras, la silvina, el esparto, los lances de las mañanas en una plaza de Siena. Luego te miras las manos cuarteadas por la sal, el mazapán de sudor sobre la espalda, la desolación que nunca cesa al mediodía. No es cierto que los príncipes sean infalibles, ni que en las charcas los héroes descubran talones de cristal. Solo sabemos de la manumisión de las aguas, del polvo que blanquea los olivos, de los sifones tardíos del despilfarro.
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© Antonio Polo. San Fernando (Cádiz) 1957. Ha publicado distintos trabajos: "Quince líneas" Ed. Tusquets, "Lavapiés" Ed. Ópera Prima; colaborador en varias revistas literarias "Cuadernos del matemático", "Luces y Sombras", "Arena y Cal", etc. Ha sido finalista en varios premios literarios: C. Cuentos Canal Isabel II 2001, 2º Premio Villa de Pasaia 2000, Relatos de Viaje de la Revista Cartográfica, Premio Encuentro entre dos mundos 2000, Premio de Narrativa Géminis, Villa Constitución de Argentina, Finalista en el Certamen de Narrativa Nitecuento 2002, 2º Premio Internacional de Poesía de Pedraza 2002, II Premio Tilo Wenner de Poesía 2003, Finalista en el Premio Constantí de Relatos de Viajes 2004, Finalista en el Concurso de Microrrelatos de la Comarca de Matarranya 2005. |
El hueso
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© Úrsula Doñate. Estudia Publicidad y RRPP en la Universidad de Alicante. Ha escrito "Mi espalda es un sombrero", un poemario publicado en Poesía Salvaje. Además cultiva el vicio fotográfico y ha ganado un premio recientemente en la Universidad de Alicante. |
Para no ver un asesinato en la
calle o que sueñen con un santo llamado poesía
Para ser publicado y difundido (leer hasta "el
final")
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© Salomón Valderrama Cruz nace
en abril de 1979 en Chilia, departamento de La Libertad. Realiza estudios
aleatorios en la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. Aparece su primer libro de poemas "Encrucijada"
(entre el amor y otras pasiones, primera parte) el año 2002 y,
en el 2003, "Anemómetro" (entre el amor y otras pasiones,
segunda parte). Ha sido publicado en las revistas: "el hablador"
(Perú), "Almiar, Margen Cero" (España), "Letras
Salvajes" (Puerto Rico), "Ariadna-rc" (España),
"Archivos del Sur" (Argentina), "Cultopía, Abaleo
Artístico" (Perú), "Malabia" (Argentina),
"Revista Voces" (España), "Escaner Cultural"
(México-Chile), "La Teta del Sapo" (Perú), "Prometeo
Digital" (España), "Al margen" (México),
"Paradoja" (Estados Unidos), "Café Berlín"
(Alemania), "Poesía y Literatura" (Chile), "deriva"
(España), "Conexión Mutante" (Chile), "El
Rincón del Poeta" (España) y en otras revistas y
medios de difusión literaria. |
Abecedario
y arañas
A J.C. Prefiero recoger palabras del suelo que cortarle la pata a una araña y enviársela al Ministro de Defensa metida en un sobre. Es loable esta segunda tarea, sin duda, pero pertenece más bien a un tipo subversivo, sin escrúpulos, o a un idólatra de Cortázar, no a mí. Y aunque yo muero por Cortázar, prefiero coleccionar palabras, letras y dichos. Aquí una A, allí han dejado caer una Z, una W en la papelera, pues allá que voy. Quizás lo que más problemas den es almacenarlas en casa, porque las guardas en los cajones, bien ordenaditas, y te vas a la cama convencido del trabajo y por la mañana te las encuentras emparejándose unas con otras. Y cuando menos te lo esperas, ya tienes a la palabra PAZ atemorizada, a GUERRA en la sopa, ACCIÓN HUMANITARIA bajo el edredón y en cualquier rincón del sueño, PREVENTIVA (esta palabra es cabezona por antonomasia) en el bidet, taponando la salida de aguas de la lavadora, en la nevera. Y ahí es donde está el reto, en ordenarlas. Se les tiene que explicar que se mezclan mal, que no quieren decir lo que creen decir y que deben olvidar de su cabecita de palabras locas esos significados impuestos. Es cuestión de sentarlas en unas sillitas especiales y enseñarles en una pizarra todo sobre la guerra, la paz y la libertad. Entonces sí, se ordenan como tienen que ordenarse, con el sentido exacto. Y ya es el momento de enviarlas otra vez a la calle, a que corran por la boca de la gente, a que pisen parques y comercios y asociaciones. Y si rozan a algún político ¡bienvenido sea! Si no, hay que abrir un sobre, convencerlas de que el viaje será corto, nada pesado, y remitirlas al Ministerio. Con pata o sin pata de araña, eso va a gustos.
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© Iván Humanes Bespín. |
El
hilo de Ariadna
No bien traspasó la puerta, Psilas avanzó al centro del laberinto. Ayudado por Ariadna, sabía que en aquel momento Minotauro dormía. Preparó su espada para cortarle la cabeza, pero al momento de hacerlo la espada también cortó el hilo que lo unía a la entrada. Perdido, sin rumbo, Psilas olvidó qué hacía dentro del laberinto. Por ello, cuando miró el cuerpo abatido de Minotauro fue como si mirase en un espejo y horrorizado echó a correr. A su paso halló a los otros jóvenes enviados por Minos para ser sacrificados y, al instante, con su espada destazó uno a uno. Teseo, hijo de Etra y Egeo, llegó cinco años después. Mató, como se sabe, al monstruo que vivía dentro del laberinto y dejó a Ariadna abandonada en una isla con Dionisos; ella había reconocido en la cabeza que Teseo llevaba al antiguo Psilas, extranjero y amante. Después, el vino de Dionisos le hizo olvidar a Ariadna a Minotauro, Psilas y Teseo. Incluso es probable que, como le pasó a Psilas, un hilo –el chorro del vino– le hiciera olvidarse de sí.
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© Asmara Gay. |
El
anticuario
Javier había llegado a las tierras del interior catalán en el verano de 1999, huyendo de su Rosario natal, allá en la lejana Argentina, donde la situación económica no podía estar peor. No hablaba mucho de su pasado, pero los que le conocían decían de él que era hijo de una familia acomodada venida a menos, y que hacía ya mucho tiempo que no pasaba los veranos esquiando en la exclusiva estación de esquí de Bariloche y tenía que ganarse la vida haciendo los más variados laburos, tales como camarero, pizzaiolo, dependiente en tiendas de lo más variopinto, e incluso en cierta ocasión estuvo dando clases de piano a una señorita refinada de la buena sociedad de Rosario. A la segunda clase la chica le confesó que se había enamorado de él, y el día que terminó la decimotercera clase le confesó que la había dejado embarazada. Javier consideró que a los veintitrés años aún era demasiado joven para tal responsabilidad así que puso tierra de por medio antes de que el padre de la muchacha le metiese una perdigonada en la entrepierna. De modo que con algunos pesos en el bolsillo y muchas ganas de alejarse de su vida en Argentina desembarcó un mes de Agosto de finales de siglo en el puerto de Barcelona. A las pocas semanas se había quedado casi sin plata debido al elevado precio del alquiler de la mugrienta habitación del Barrio Chino donde se hospedaba. No podía continuar en la ciudad si no encontraba pronto un empleo, así que decidió dirigirse hacia el interior, lejos de la costa, a ver si tenía más suerte. Sacó un billete del autobús de línea Alsina-Graells que debía llevarle hasta Andorra, pequeño país del que tenía referencias como paraíso del esquí y de las compras, lo que le hizo abrigar esperanzas de poder encontrar un modo de subsistir ejerciendo alguno de sus variados oficios . Sin embargo, por alguna extraña razón no iba a llegar a su destino. Al paso del autocar por la ciudad de Solsona se despertó de la cabezada que había empezado a echar a la altura de los túneles de Vallvidrera y se sorprendió por el aspecto extraordinariamente familiar de aquellas murallas medievales con las cúpulas de la Catedral y del Palacio Episcopal asomando entre aquellas piedras centenarias. Aquella imagen ya la había visto antes. Sabía que eso era completamente imposible pues era la primera vez que estaba en Europa, pero al mismo tiempo sabía exactamente que tras aquella puerta principal de la muralla había una calle estrecha y empinada que iba a dar a una pequeña plaza con una fuente por la que salía agua desde cuatro caños en forma de cabeza de león. Se apeó apresuradamente del autocar y recogiendo su mochila con sus pocas pertenencias se dirigió con absoluta incredulidad hacia la puerta principal de la amurallada villa que fuera siglos atrás sede Episcopal. Su corazón latía alocadamente. ¿ Conocía lo que había detrás de aquel arco o tan solo era su imaginación ?. Al llegar a la puerta vió una calle estrecha y empinada que se abría paso entre antiguos edificios. Empezó a ascender con cierto temor por aquella cuesta empedrada y sintió un escalofrío que le recorrió la espalda al llegar a la plaza con la fuente de los caños en forma de cabeza de león. Era tal y como la había imaginado momentos antes en el autocar. Se sentó en los escalones de la fuente con la sensación de estar volviéndose loco. Aquello no era posible. De repente en su mente se agolpaban imágenes de otras calles de la ciudad. Frente a donde se encontraba podía ver una calle estrecha a su derecha que sabía iba a parar a otra plaza más amplia con una estatua en su centro situada sobre un pedestal, y que si se dirigía por la calle que estaba a su izquierda iría a dar con la Catedral. Estaba completamente seguro de ello y sin embargo nunca había estado en aquel lugar. Empezó a caminar por las estrechas calles echándose de vez en cuando las manos a la cabeza para asombro de los transeúntes cada vez que arribaba a algún sitio que ya se había dibujado en su mente instantes antes de llegar a él. Era como si recordase la ciudad. Puso a prueba su nueva habilidad preguntándose a si mismo el tipo de comercio que encontraría cada vez que doblase una esquina y a excepción de una tienda de antigüedades que se hallaba a la entrada de la villa no adivinó ninguno más. Necesitaba dar explicación a la extraña experiencia que estaba viviendo así que se decidió a cruzar la ruinosa puerta de entrada de aquella desvencijada tienda sobre la cual había un descolorido letrero en el que a duras penas se adivinaba que estuvo escrita mucho tiempo atrás la palabra “ Brocanteria “. Un hombre enjuto se encorvaba sobre un libro de tapas carcomidas sentado frente a una mesa de madera que presidía la mal iluminada sala repleta de todo tipo de objetos de épocas pasadas. Cuando Javier saludó educadamente entonando un “Buenos días” con su acento porteño, el hombre de la tienda de antigüedades apenas arqueó una ceja y siguió ensimismado leyendo su roído libro. - Interesante ciudad, ¿ verdad amigo mío ?,- dijo el tendero sin apartar la vista de su lectura. Javier abrió la boca para contestar pero no supo que decir exactamente tan sorprendido como estaba por la familiaridad con que le había hablado aquel individuo. - Este …. Discúlpeme señor. Me agradaría saber que hago acá. No sé la razón por la que he entrado en su comercio, así que me voy de inmediato. Mis disculpas de nuevo. Ahora el viejo levantó la vista y miró fijamente al joven forastero. - No tienes que disculparte, muchacho.- dijo el anticuario esbozando una desdentada sonrisa .- Siéntate, por favor. Te estaba esperando…. Hacía mucho tiempo que te esperaba…. Aquel sujeto estaba más loco que él, pensó Javier, de modo que recogíó su mochila y se la puso al hombro dispuesto a salir por donde había entrado. - No te asustes, Xavier de Cardona. La voz del anticuario había sonado a sus espaldas como la voz de un fantasma. - ¿ Como sabe mi nombre, señor ?, dijo volviéndose atónito hacia el tendero. - Tu nombre está escrito en el libro, - sonreía el mellado anciano. - ¿ Qué libro es ese ? - Es la historia de esta ciudad, mi querido amigo, a través del árbol genealógico de los señores de Cardona, antiguos dueños de estas tierras allá por el siglo catorce, cuando se construyeron las murallas de esta ilustre villa. La familia Cardona vivía en el castillo de Olius, hoy casi destruido pues las murallas se construyeron con las piedras del castillo, el cual puedes contemplar desde esa ventana. Javier se acercó hasta la ventana que le indicaba el viejo y vió a lo lejos las ruinas de un castillo que dominaba la ciudad desde una cercana colina. A la vista de las ruinas, en su mente se dibujó otro castillo mucho mayor y majestuoso en esa misma colina. Imágenes de una corte medieval se agolpaban en su memoria : caballos, damas, armaduras, estandartes, … De pronto le llegaban olores de ropa vieja, de polvo del camino, de sudor rancio y de comida guisada en cazuelas de cobre…. El viejo reía divertido mostrando lo que le quedaba de su sucia dentadura mientras veía como el muchacho extranjero se sumía en la más absoluta confusión. - Ten, muchacho, te lo regalo. - el anticuario le tendió el libro – Es también tu historia : aprenderás cosas sobre ti mismo que desconocías hasta ahora. Javier dudaba ; desconfiaba de las intenciones de aquel hombre, pero finalmente cogió el libro que se le ofrecía, lo metió en un bolsillo exterior de su mochila y dando media vuelta apresuradamente murmuró un “ adios, gracias “ no demasiado convencido y salió de la tienda. Tenía la urgente necesidad de escapar de aquel lugar maldito. Al atravesar de nuevo la puerta de
la muralla de Solsona y salir al exterior de la ciudad sintió
un cierto alivio, y decidió alejarse todo lo posible. Durante el recorrido confraternizó con el propietario del Land Rover, que resultó ser uno de los promotores inmobiliarios de la zona y propietario del restaurante de la urbanización. Al llegar al final del trayecto Javier tenía trabajo como camarero del restaurante y cuando llegase el invierno podía contar con un empleo como monitor de esquí. Javier no podía creerse que su suerte hubiera cambiado de ese modo en tan solo media hora. El restaurante era también albergue de montaña, así que dispondría tambien de alojamiento. Empezó a trabajar aquella misma tarde. Había casi olvidado por completo el episodio del anticuario de Solsona, y estaba encantado con su nuevo lugar de residencia. Pasaron algunos meses y llegaron las primeras nieves de mediados de Diciembre a la estación de esquí. La urbanización estaba a una cota algo más baja, alrededor de los mil setecientos metros de altitud, en medio de un inmaculado bosque de abetos y robles, que milagrosamente había quedado a salvo de la fiebre inmobiliaria. El entorno natural de aquel paraje conservaba todavía una belleza intacta, casi inesperada para el visitante que conseguía llegar tras superar las mil y una curvas de aquella carretera de alta montaña. Nada que ver con el paisaje de Rosario al que estaba acostumbrado, con enormes llanuras infinitas hasta donde alcanzaba la vista. Tan solo una colina yerma y árida, exenta por completo de vegetación y ya a las afueras de la ciudad, rompía la monotonía de la planicie. No había abierto todavía el libro del anticuario, que yacía casi olvidado en el bolsillo de la mochila que guardaba en el armario de su habitación del albergue. Se decidió a sacarlo de su letargo, no sin cierto temor por los recuerdos sobre el extraño modo en que fue a parar a sus manos. El viento soplaba con fuerza aquella tarde, y Javier contemplaba el bosque desde su ventana del albergue. Aves rapaces sobrevolaban majestuosamente las cumbres cercanas de la Sierra del Vert, y algo más alejadas hacia el norte se divisaban los suaves contornos de la Sierra del Cadí cubiertos de nieve. Las viejas y deterioradas tapas del
libro no tenían ninguna inscripción. Abrió con
cuidado por la primera página. Le costó descifrar los
primeros caracteres escritos en lo que en un principio creyó
que era latín pero que pronto identificó como catalán,
lengua que había tenido la oportunidad de escuchar en los últimos
meses. La explotación de las minas se hacía de forma muy rudimentaria pero el negocio era próspero y los Cardona se hicieron construir un Castillo cerca de la montaña de sal para mejor control de los trabajos, al tiempo que a su alrededor crecía la ciudad. Nuevas familias de campesinos abandonaban sus campos para venir a trabajar a las minas de Cardona, un nuevo modo de ganarse la vida y alejar la miseria del trabajo del campo siempre expuesto a las inclemencias del tiempo y a las malas cosechas. Así la ciudad se fue engrandeciendo hasta mediados del siglo XIV. Sin embargo, empezaron a ocurrir fenómenos extraños que inquietaron a los habitantes de la ciudad. Por las noches extrañas luces aparecían sobre las minas y algunos miembros de la familia Cardona desaparecieron sin dejar rastro. Los mineros que iban por la mañana a extraer la sal de potasa se encontraban con que el yacimiento había mengüado misteriosamente durante la noche. Los Señores de Cardona empezaron a acusar a sus empleados de robar la sal y de ser los responsables de las desapariciones. Se hicieron juicios sumarísimos en los que se condenaba a morir empalados a los pobres mineros que el tribunal hallaba culpables. Estas ejecuciones crearon un profundo malestar en la población, que se vió agravado al comprobarse que las desapariciones de mineral y de personas de la familia Cardona continuaban ocurriendo. Además, dichas desapariciones siempre coincidían con la presencia de aquellas extrañas luces sobre la montaña de sal que atemorizaban a los lugareños. Javier recordó al leer aquel pasaje del libro las historias que había oído en Argentina sobre extrañas luces que aparecían algunas noches sobre la colina que había a las afueras de Rosario. En la actualidad investigadores de fenómenos paranormales de todo el mundo visitaban aquel lugar apartado en el interior del cono sur americano para descubrir el origen de aquellas misteriosas luces, y había incluso quien afirmaba haber visto naves extraterrestres sobrevolando la zona. Javier nunca había hecho el menor caso de tales historias, pero esta vez se sorprendió por la coincidencia. Cerró el libro y pensó que debía visitar al anticuario para hacerle algunas preguntas. A la mañana siguiente bajó a la ciudad y atravesó de nuevo las familiares murallas por la puerta principal. Ascendió por la cuesta hasta la plaza cubierta por la nieve y dobló la esquina que le conduciría a la puerta de la tienda de antigüedades. La puerta hizo sonar una campanilla cuando la empujó para entrar y el viejo anticuario acudió a la llamada al cabo de unos instantes haciendo a un lado una cortina que había al fondo de la estancia. - Amigo Cardona, ¿ a qué debo el honor de tu visita ? – sonrió el anciano al reconocerle. Javier vaciló antes de contestar. En aquel momento le parecía un poco ridícula toda la historia. Al fin y al cabo probablemente todo eran imaginaciones suyas. - He estado leyendo el libro que me prestó y quisiera hacerle algunas preguntas con su permiso. El viejo tendero ofreció con un gesto de asentimiento una polvorienta silla cercana al muchacho mientras se acomodaba en otra no menos sucia. - No sé si mis conocimientos podrán sacarte del asombro en que supongo que te encuentras. Tal vez solo consiga confundirte más. - Eso no es muy alentador - reconoció el joven – pero estoy convencido de que solo vos me podés ayudar. No entiendo cómo puedo tener la sensación de reconocer esta ciudad sin haber estado nunca acá y cómo toda la historia que he leído en el libro se me hace extrañamente familiar. ¿ Soy realmente un descendiente de aquellos Cardona propietarios de las minas de sal ? ¿ Acaso existe alguna relación de esas minas con mi ciudad en la Argentina ? El anticuario esbozó una enigmática sonrisa. Se levantó de la silla e hizo un gesto invitando a Javier a que le siguiera. - Creo que ya estás preparado para ver esto, - dijo apartando la cortina que daba a la trastienda. El argentino penetró en la estancia que le enseñaba el viejo y observó que prácticamente la totalidad de la sala estaba ocupada por la silueta de un extraño y redondeado objeto cubierto por una enorme y sucia sábana. Cuando el anticuario apartó la sábana a Javier casi le da un infarto : aquel objeto era exactamente lo que ateniéndonos a la más clásica de las descripciones podríamos llamar un platillo volante. - En realidad no eres un descendiente de los Cardona, amigo Xavier, - dijo el viejo mientras accionaba algún oculto dispositivo en lo que parecía la puerta de la nave espacial,- sino que eres uno de ellos. La puerta de la nave se abrió con un suave chasquido y dejó ver en su interior unas pulidas paredes sin apenas ningún relieve y de una limpieza inmaculada que contrastaba con la mugre de la estancia donde se guardaba. - ¿ Y los mandos ?, - Javier inspeccionaba el interior de la nave sin salir de su asombro - Me imaginaba que estos trastos llevarían un montón de lucecitas y de palancas para poder viajar por el espacio… ¿ Que querés decir con que soy “uno de ellos” ? ¿ Es que acaso soy un extraterrestre? - Por supuesto que no, mi querido joven, me refiero a que eres uno de ellos : un Cardona de los del siglo XIV. Aquel viejo estaba completamente loco sin lugar a dudas, pensó Javier, pero le dejó terminar la inverosímil historia. - Debes saber,- continuó el anticuario,- que estas naves utilizan como combustible un raro elemento químico que escasea en el Universo y que sin embargo abunda en algunos lugares de este planeta. Ese elemento es el potasio. Con un solo kilo de sal de potasio se puede generar suficiente energía como para viajar por el espacio con estas pequeñas naves hasta lugares tan alejados que ni siquiera con la imaginación podrías llegar a ellos. Y uno de esos lugares donde dicho elemento abunda es aquí en las proximidades de esta ciudad, en las minas de sal que llevan tu apellido. La potasa es conocida desde la antigüedad por los humanos y se utilizaba desde tiempos remotos por sus propiedades fertilizantes con lo que se usaba para mezclar con estiércol y abonar los campos. Más tarde, a partir del siglo XVI se empezó a utilizar para la fabricación de explosivos y ya en el siglo XX para otras muchas aplicaciones. Sin embargo, el ser humano todavía no ha descubierto su principal aplicación como combustible porque aún no ha llegado al nivel tecnológico suficiente como para aprovechar tan magnífica fuente de energía. Pero otras civilizaciones más avanzadas utilizan dicha energía desde hace millones de años para desplazarse por las galaxias. El muchacho estaba anonadado. - Entonces … ¿ se supone que estas minas son algo así como una gasolinera espacial ? El viejo pareció meditar. - Algo parecido. Aquí las naves se han abastecido de potasa desde hace siglos, y no tus ascendientes, sino tu mismo, has sido uno de los que ha suministrado este mineral a los platillos volantes. - ¿ Yo ? - Por supuesto. Las desapariciones de los Cardona que menciona el libro que te presté no son sino abducciones de dichos miembros de tu familia, ya que junto con el mineral que precisaban las naves, a veces se abducía a algunas personas en señal de agradecimiento por el servicio prestado. Las personas abducidas tenían el privilegio de viajar por el espacio y conocer la forma de vida de otras civilizaciones más avanzadas, y así se ha venido haciendo desde entonces. - ¿ Querés decirme con toda esta historia que pertenezco a una época pasada y que he sido abducido por seres de otra galaxia y transportado a la época actual ?- Javier levantó una ceja con sorna. - En efecto. Tu eres Xavier de Cardona, hijo natural del Barón de Solsona, nacido en 15 de Julio de 1344 y abducido el 24 de Enero de 1362 cuando contabas con diecisiete años de edad. Estuviste viajando por el Universo durante algunos meses de tu vida biológica, pero en tiempo terrestre transcurrieron mientras tanto varios siglos. El 26 de Marzo de 1997 fuiste devuelto a la Tierra en la ciudad argentina de Rosario, donde está localizado otro importante yacimiento de sal de potasa en una colina cercana a la ciudad, y donde las naves también se detienen a veces para repostar. El viaje estelar permanece en tu memoria subconsciente y en tu consciencia tu mismo has implantado tus propios recuerdos de una aparente vida en la actualidad. Por eso apenas tienes recuerdos de la Argentina, ni de tu infancia, y en cambio recuerdas perfectamente la ciudad donde ahora te encuentras. Era cierto. Javier era incapaz de recordar su infancia en Argentina, y había adoptado sus recuerdos de una película que había visto por la televisión. Había intentado borrar todas las imágenes que se agolpaban en su memoria relativas a un lugar lejano y a un tiempo medieval, que él consideraba producto exclusivo de su imaginación. Sin embargo, por increíble que pudiera parecer aquella historia del viejo anticuario, las cosas empezaban a tener sentido para él. - ¿ Y como es que vos sabés todas esas cosas sobre mi ? – preguntó dirigiéndose al anciano. El viejo saltó al interior de la nave con una agilidad impropia de su edad y se acomodó entre unos mandos que aparecieron como por deformación de las propias paredes del platillo volante, y guiñando un ojo que por un momento pareció el de un insecto contestó enigmáticamente : - Porque yo sí que soy “uno de ellos”
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© Rosendo
Sánchez |
Locagonía
/ Noesis / Seudología Locagonia La nave está a punto de zarpar. Michel dice que las aguas que vamos a surcar nos purificarán. Él es un buen tipo, pero eso no es suficiente para creerle. Pero ¿qué otra cosa podemos hacer si en la ciudad nadie nos quiere? Michel asegura que esto es real y que podemos asumir este viaje por los ríos de la Renania y los canales flamencos como una pesadilla o una liberación. Muchos no le entienden; no obstante, siguen sus palabras con una particular atención, pues encuentran algo de sentido. Por mi parte, sólo espero tener la oportunidad de saldar cuentas con Michel, quizás estrangularlo cuando esté durmiendo o, mejor aun, tirar al río sus insensatos apuntes. Mientras tanto, acepto mi destino: volverme prisionero de la misma partida, apenas el Stultifera navis deje de ser mi más aterradora invención, y mi patria innombrable, el paraíso que Dios nos negara. Noesis Vivir en función de un sueño fue, para Aristocles, no sólo una forma de vida, sino, sobre todo, una manera de no sucumbir ante la mediocre comodidad que le imponía su entorno. Cuando por tercera vez intentó instaurar su Estado ideal en Siracusa, el destino le jugó doblemente en contra: un nuevo fracaso, con el agravante de ser vendido como esclavo. La historia oficial –la versión de lo políticamente correcto– registra que fue prontamente redimido por un benefactor. Lo cierto es que, ante el ofrecimiento de recobrar su libertad, Aristocles enfrentó un dilema fundamental: seguir la vía de la felicidad o someterse a la parafernalia de la fama, en otras palabras, negar la veracidad de los sentidos para no poner en peligro los postulados del pensamiento o sacrificar las deducciones lógicas del pensamiento a fin de salvar los datos de la experiencia. Pero los dilemas son irremediables, particularmente cuando la tercera vía (suponer la existencia de dos mundos reales pero distintos, aunque uno más plenamente real que el otro) es producto de una madurez que tarda en la quimera de consolidar la identidad del individuo. Así, Aristocles, empujado por la vehemencia de ser un sujeto de cambio continuo, no obstante la inalterabilidad del concepto, siguió siendo arquetípicamente esclavo en la isla mediterránea, mientras que en su amada ciudad logró adquirir los bellos jardines cercanos al santuario de Academo, para dedicarse mundanamente a la enseñanza e investigación, y a escribir, a hurtadillas, sobre su más caro sueño: el desentrañamiento del misterio de la felicidad más allá de su prodigiosa intelección. Seudología En la sexagésima nona noche de Alf Lailah Oua Lailah, Gerazada, en la convincente traducción de Mardruz, cuenta que Scharkán empieza a leerle una carta a su padre. Con este recurso, el autor (hablante) no hace otra cosa que llevar al lector (oyente) a un principio fuera de la historia: una estratagema para sobrevivir en una construcción erigida a partir de la concatenación de enunciados. Tal es el secreto de una vieja fórmula alquímica que C.G. Jung considera capital en el contexto de la figura del ouroboros como símbolo del eón, una fantasía onírica que el pensador suizo omitiera en los sueños iniciales de Psicología y alquimia. De este modo, en la septuagésima noche, al lector no le queda otra cosa que colegir que el inconsciente permanece sustraído a toda arbitrariedad subjetiva, pues se trata de un dominio de la naturaleza que es imposible enmendar o pervertir, y que, además, su secreto lo entrevemos, pero jamás lo tocamos con las manos, al igual que una carta que nunca llega.
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© José
Donayre. |
Cuide su Colon y cómprese
un coche
Nayaf y Bufa. Más de treinta
iraquíes muertos una de estas madrugadas. Y casi cien heridos.
Han sucumbido a la última noche de guerra y destrucción.
El televisor muestra las escenas como si un demente estuviera detrás,
componiéndolas, empleando mucha atención en hilvanarlas,
cuidando que el mensaje de horror llegue bien a nuestro hipotálamo. Soldados americanos y milicianos iraquíes
abrasándose a tiros; escenas de gritos de un combatiente que
golpea contra la mugre ensangrentada de una pared la camiseta rojo sangre
de un compañero asesinado. Otra noticia: desesperación-indignación
de un millar de manifestantes frente a la entrada de la cárcel
de Abu Ghraib en protesta por asuntos de torturas y malos tratos infligidos
a prisioneros de guerra. Aún hay más: en Bagdad, cuatro
personas han muerto al explotar un vehículo blindado en el centro
de la ciudad, donde también ha habido seis muertos en un atentado
suicida
De repente, todo cambia; se transforma en milésimas
de segundo en un surtido de colores que anuncian que debemos adquirir
el no va más de los productos lácteos. Uno que garantiza
a nuestro colon que va a gozar lo suyo refrescándose, tonificándose
y haciéndose más turgente y sano. La ráfaga no
dura más de cinco segundos, pero ha dejado ante tus ojos una
estela de incredulidad que te deja pasmado: ¿será cierto
lo que acabo de ver hace seis segundos tan sólo? ¿No me
encontraba contemplando imágenes de una guerra? Había
cuerpos mutilados por ahí. Pero si resultaba espantoso
Cuando mi mente empieza a resistirse
al acto de abordaje del anuncio lácteo-intestinal, de inmediato
se produce otro asalto. Un vehículo a motor de "última
generación" refulge ante mis retinas bramando y describiendo
curvas a velocidad inusitada, reñida con los esfuerzos de la
dirección general de tráfico por atemperar los siniestros
en carretera. Velocidad de vértigo, curvas de vértigo,
chuleo total para el adquirente de semejante maravilla. Cómprelo,
hombre. Es lo que hace todo el mundo: comprar coches y beber lácteos
para cuidar su colon. No se preocupe por las noticias sobre la realidad
más cruenta, porque los humanos se aniquilen. Mande a paseo su
sensibilidad. Bájese de ese tren y súbase a este otro.
Pero no por mucho tiempo. Poco más allá le espera otro
vagón y otro más. Ha de ir subiendo y bajando cada dos
por tres, muchacho. De lo contrario no estará en la onda, no
será capaz de asimilar lo que le demanda la sociedad de la información.
No deja de causarme asombro la mezcolanza
de imágenes e informaciones que llegan a los aturdidos ojos y
oídos de los telespectadores de hoy en día. Lo mismo da
una sesión de políticos increpándose desde sus
púlpitos que una de pulpitos en salsa rosa. O las noticias de
la prensa rosa llevadas a programas de la tele-corazón interrumpidos
cada tres por dos por insultos y destemplanzas de toda índole,
que nada tienen que ver con los principios de "lo rosa" si
es que hay alguien capaz de definirlos. Recuerdo que hace décadas (uno ha pasado ya algunas barreras en la vida) podías indignarte ante las noticias televisadas sobre la barbarie humana y reflexionar un poco. Al menos se trataba de una sesión informativa continuada en el tiempo. El tele noticiario acababa y la publicidad comenzaba su perorata con el aluvión característico de imagen y sonido. Sin embargo, aguardaba su turno. Ahora no. Ahora estás inmerso en las noticias más crudas y de repente surge como porensalmo un spot publicitario de la manera más incongruente posible con tu estado de ánimo. Ataca tu sensibilidad de una forma que no te deja reaccionar con lógica ante las imágenes que aún están por digerir. Cualquier intento de recuperar el hilo conductor perece vanamente, algo que con el tiempo uno aprende a resolver de forma fría (y esto es escalofriante), asimilando por narices el torrente de lava informativa que arrolla todo a su paso. Tenemos que adaptarnos a este entorno,
ciudadanos, claro que sí. Hemos de colaborar todos y dejarnos
llevar por las olas, mecernos en el arrullo mediático, que penetre
en nuestros sentidos, que nos ilumine para consumir mucho, más
y mejor. Aligeremos el bolsillo y descarguémonos del incómodo
libre albedrío, de la iniciativa motivada por juicios de valor,
librémonos del corsé carca y degenerado del pensar antes
de actuar (qué soso y de mal gusto); miremos el entorno y comprémoslo
todo, lo que más envidia dé al vecino, lo más nuevo,
rutilante y chulesco. ¡Qué ilusión contemplar la
cara de asombro del prójimo ante nuestras novedades recién
adquiridas! Qué halago a la vanidad. Y si encima le digo que
he reservado un viaje para mis hijos, mi mujer y yo a Cabo Norte
qué vaharada de rabia le llenará las entrañas. Hombre pues no sé que argumentar ante eso. Lo cierto es que anda, mira lo que están echando por la tele Si es la última trilogía en DVD de "El infierno de los clones". La estaba esperando desde hace meses. Voy a -Ojo con lo que haces, macho. Que la vida está muy cara y aún estás pagando los plazos del home cinema- advierte mi conciencia en un lejano susurro. De súbito, me doy cuenta de
lo cerca que ando del abismo. Miro a través de la ventana y busco
sosiego en otras imágenes. Unos niños juegan a la pelota,
saltan y brincan. Ríen y gritan. Son gritos de paz, tranquilizan
mi alma. Doy media vuelta y sacudo la cabeza. No te puedes imaginar, conciencia mía, lo difícil que es sustraerse a los medios. |
© Marcos Manuel Sánchez Sánchez
nació en Ciudad-Real (España) en 1961. Es Licenciado en
Ciencias Químicas por la Universidad Complutense, |
A mí también la historia
me absolverá
Un
bosque verde espeso y muy cerrado, quizás es la imagen que más
me impactó en mi tierna infancia, porque, mi primera exclamación
al verlo desde la guagua "Girón V" era: "Uy, si
me meto allí, me perderé para siempre". Tenia apenas
9 años de edad, quizás ya cumplidos o todavía por
cumplir o, talvez 10 años?. Con
el tiempo, aquel bosque tenebroso se convertiría en tantas cosas
para mí que, hoy en día aún añoro su generosidad,
complicidad y compañía. Fue mi cobijo; mi alimento; mi
mar; sitio de mis juegos y travesuras y cómo no, mis amores y
desamores. Era
el mes de octubre de 1982 y, mi inquieta curiosidad volaba y tanto que
se me difuminaba casi por completo: qué soy; de donde vengo;
porqué vengo; a donde voy etc. tantas cosas que marcan y marcarían
para siempre mi vida. En esos momentos se abría para mi un mundo
nuevo, una vida en la que me sumerjo profundamente en todos los sentidos
y maneras. No tenía lugar en mi mente otro fin, que explorar
el lugar donde estoy, aquellos frutos grandes y amarillos que colgaban
de los árboles y que se veían por todas partes en cantidades
infinitas, hacían latir aún más fuerte mi curiosidad
y mi apetito, que sin saber todavía qué era aquella fruta
o especie vegetal, ya la deseaba y, no tuve que esperar tanto, justo
al bajar de las guaguas corrimos en desbandada a los árboles
y el griterío de todos y advertencias de otros no tenían
cabida en ningún corazón en aquel intenso instante. La
TORONJA, que así se llama ase fruto tan absorbente en su presentación
natural, fue mi primer bocado en Cuba, si, comí toronjas hasta
la in saciedad, también la añoré, la agasajé,
bailé y lloré en su honor; caminé largas jornadas
en su busca y la encontré y, otras veces no; ahogó mi
sed; fue motivo de mis peleas colegiales y, fue regalo una y mil veces
a mis enamoradas y me alegré al recibirla como obsequio, la guardé
bajo tierra como un tesoro en las épocas de escasez, luego iba
a escondidas para saborearla, también la maltraté, porque
era la mejor herramienta para sustituir una pelota de béisbol
que era nuestro deporte predilecto. Cuba,
abrió sus puertas de par en par para mí, para nosotros
y para millares de jóvenes de otros centenares de países.
Cuba era mi destino y mi tierra de acogida durante 13 largos años
pero también fructíferos y hermosos. Estudié casi
todo el ciclo formativo allí, desde 5º de primaria hasta
graduarme en la universidad. Yo definiría a Cuba como mi madrastra,
pero esa que fue buena en todo momento, tolerante, eficaz, alegre y
a la vez severa, me dio lo que tenía y se esmeró de que
no me faltara ni me pasara nada y hasta me agasajó como hijo
predilecto, sobre sus propios hijos. En Cuba no me permitían
dormir porque me decían, que solo es necesario dormir cuando
se esta muy cansado y a mi edad, ni siquiera había dado un paso
de la vida real y... gracias a Dios, nunca desoí sus sinceros
consejos y traté con todos los medios de estar siempre en pie. Nosotros:
éramos 600 niños de entre 9 y 12 años de edad,
todos nacidos en plena guerra del Sahara Occidental y nuestra primera
infancia fue marcada por el fusil y la bala, las trinchares y el miedo
constante y sobre todo los largos viajes a todas partes y a ningún
sitio. El Sahara, tan luego supe que era el desierto más grande
e inhóspito del mundo y, que mi país se llama así
porque esta en su parte más occidental. Mi país ahora
sé que existe realmente, porque convivo con personas que han
estado o viven allí. Aquellos murmullos que oía de pequeño
sobre un tal Sahara Occidental y sus ciudades y sus barrios eran ciertos
y, que mi padre murió defendiéndola. Cuando
abandoné Cuba, ya con 22 años y estaba bastante crecidito
y con un titulo de licenciado bajo el brazo, era un mes de octubre,
como antaño cuando llegue a la isla, no tenía una idea
exacta de a donde voy, pero quería ir, ver a mi familia era lo
más urgente, de la ultima vez hacía ya 13 años,
un día me desligué de ellos sin mediar palabra y ese hecho
también para siempre separó nuestras maneras y actitudes,
cierto, ya no me acordaba de sus rostros ni de sus palabras. Mi reencuentro
fue lamentablemente frió, pero intenso, no derramé lagrima
ninguna, apenas mi madre pudo dejar ver unas cuantas gotas. Tenía
una sensación rara en esos momentos, que más adelante
esa sensación, se transformaría en confusiones, malentendidos,
incoherencias, pensamientos raros, obligaciones... Eso,
es otra historia y, otra lucha. Supe aquí en canarias que 2 y
2 no son siempre 4 y otras cosas más y; supe cual es mi razón
de ser en esta vida y también cual es la de los tigres y los
leones y las hormigas y los buitres y las hienas. Por
ejemplo hoy sé que estoy desarraigado, que tengo cien cabezas
y mil lenguas; mis pasos van marcando un rumbo de lo que no tenía
que haber pasado nunca o, tal vez si, pero, sé que mi tristeza
no es contagiosa, porque va encubierta con chocolate y un transparente
hilo de miel para disimularla. Por
ejemplo, que los buitres se alimentan de los animales muertos y vuelan
muy alto y; las hormigas son tan fieras y voraces como los leones. En fin, que con esto pretendo que me comprendan y que cada cual dé buenamente mucho de si, siempre, siempre, siempre. |
© Chejdan Mahmud Yahid. Escritor saharaui. Las Palmas de Gran Canarias |
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