EL LABERINTO

A R I A D N A - R C . c om      c r e a c i ó n    l i t e r a r i a

[número ventisiete edición primavera 2005]

j u n i o

 

P R I M A V E R A

 

 


i m p r i m i r 


v o l v e r

 


La muerte de los sesos
por Salomón Valderrama

 

Los surcos de los sesos
Mordidos
Me aguardan
Impertérritos

Lo crudo de la bóveda
Escondida
Se vuelve nieve
Al mirarla
Desnuda

 

 

 

 

 

 

 

© Salomón Valderrama Cruz nace en abril de 1979 en Chilia, departamento de La Libertad. Realiza estudios aleatorios en la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Aparece su primer libro de poemas Encrucijada (entre el amor y otras pasiones, primera parte) el año 2002 y, en el 2003, Anemómetro (entre el amor y otras pasiones, segunda parte). Ha sido publicado en las revistas: "elhablador"(Perú): www.elhablador.com, "Almiar, Margen Cero"(España): www.margencero.com, "Letras Salvajes"(Puerto Rico): www.geocities.com/letrassalvajes/, “Ariadna-rc”(España):
www.ariadna-rc.com, “Archivos del Sur"(Argentina), “Cultopía, Abaleo Artístico”(Perú): www.cultopia.net/, "Malabia", "Prometeo Digital", "Al Margen", "Café Berlín", Escaner Cultural", "Paradoja" y en otras revistas y medios de difusión literaria. Del libro "Anemómetro"


La foto
por Jaume D’Urgell


Sólo es una foto.
Una foto de periódico.
La foto de un extraño,
ajeno, lejano, irreal.

Sólo es una foto,
la misma foto de siempre.
Esa foto.
La foto.

Sólo es una foto,
y las fotos no lloran,
ni tienen miedo,
ni hambre.

Sólo es una foto.
Es la foto de un niño
que mira al objetivo
y no ve a nadie.



 

 

 

 

 

 

 

 

©Jaume d'Urgell i Rubió jaume@durgell.com www.durgell.com http://www.durgell.com/author.es.html


Soy Malo (poema de partida)
por Ramón Mas

 

¡Objetos y objetivos!
dura misión la que me ha tocado...
soy una piedra,
no busquéis nada amable
demí, menosprecio,
tú me lo demostraste,
soy depreciable,
jamás veras una lágrima,
no lo mereces ya que las provocas.
Envilezco ante vuestros ojos,
¡lapidádme!¡por favor!
¿si?¿soy el mal?¡pues también sufro!
aunque nunca tengáis la suerte de verme caer,
arrastrarme y llorar sangre,
muero por dentro.
Ahora debo irme,
abandonaros a todos,
os dejaré seguir multiplicándoos,
imaginad que me conocéis,
ese es mi regalo, antes de partir
os doy la razón, a la fuerza,
no con el corazón.
Renuncio a vuestras vidas,
renuncio a formar parte de esto,
quedaos aquí y seguid escupiendo
hasta que os cubra vuestra propia saliva.
¡He visto demonios tristes y ángeles tiranos!
pero ninguno tenia en su haber
tal vanidad,
para atreverse a juzgar.
Ladrillos...ladrillos que quieren ser un muro...
Ya no aguanto la tierra,
la escoria del olimpo,
me largo al infierno,
con los míos...
en soledad podréis pensar,
recapacitar,
seguiréis inseguros y llegarán las dudas,
demasiado tarde,
¡que os pudráis en la tierra intentando ser dioses!
Deseo firmemente,
respecto a vuestros valores,
que no los podáis digerir
y os revienten en el estómago.

Sí, soy malo.






 

 

 

 

 

 

 

 

© Ramon Mas. Poemas incluído en el libro (Dentro de nada) publicado por la pequeña Emboscall editorial de Vic (BCN) a finales del pasado 2004. Estudia Filosofía en la Universidad de Barcelona. Ha publicado Contradicciones y Vacío (Emboscall 2002) y (Dentro de nada) (Emboscall 2004). También ha publicado por su cuenta los cinco números del zine literario Blaster Kombo, y números sueltos de un folleto individual y efímero llamado Sujeto


Consumación [del milagro]
por Carlos Cebrián

 

Toda consumación tiene algo de fracaso.
El pago de un arancel ridículo.
No ha sido, no es, ni será,
como lo habíamos soñado,
ni siquiera como lo planeamos.
No es peor, es diferente, extraño.
Difícil conjugar verbos tan dispares.
Aunar las fuerzas con firmeza
de gladiadores y saltar a la arena
con la idea fija de sobrevivir,
curar las heridas, y limpiar los filos
de las espaldas ensangrentadas.
Hacer que ruede la cabeza del dragón.
Acunar al miedo, vencerlo.
Desearnos con locura,
cumplir cada noche con el deseo.
Hacer de la quimera un triunfo
contundente y consumar así el milagro.







 

 

 

 

 

 

 

 

© Carlos Cebrián. Salies de Bearn-Pau-Francia. 1965. Reside en Elche-Alicante desde 1975. Ha publicado Poemas de lluvia y alquitrán col. Ed. Inauditas. Elcge 1987. Heroína. Col. Lunara Poesía. Elche 1991. Humo que se va col. Diarios de Helena. Elche 1999. En antología: 93 poemas de los 80. col. Solara. Elche 1989. Ciclo alimentando lluvias. Instituto de Cultura Alicantina Juan Gil-Albert. Pliego nº 8 Alicante 2001. Prosa: Las noches de marzo. Col. Ed. Inauditas. Elche 1989. De belleza perezosa. Col. Temes D’Elx. Instituto municipal de cultura. Elche 2000. En constante preparación su Diario de un poeta intrascendente . Miembro fundador de Ediciones Frutos del Tiempo.


Sin título
por Valmore Muñoz Arteaga

 

A mis alumnos del Colegio Alemán

debemos escarbar entre las sombras del anhelo humano,
es una obligación fundida en el talle de la noche,
donde la mirada vigiladora del firmamento
se vuelve silencio y escritura de laberintos,
                                                                                          fortuita coyuntura
en la soledad que duele como frío de la muerte.

debemos, es una obligación arquitectónicamente
                                                                                          lapidaria,
invitar a las uñas a hundirse en los secretos del mundo,
a parir el musgo donde murmuran animales
                                                                                          deslenguados
olorosas sinfonías negras siguiendo el elixir
de morir en medio de los funerales del hombre
moribundo por no haber aprendido a respirar
más que serpientes enroscadas en los ramajes
de un lenguaje sonámbulo, lleno de piedras,
de angustias crecidas en la cresta de la humanidad
sin oídos donde aposentarse.

debemos escarbar, seguir escarbando dentro,
de ello depende la tumba donde se devuelve la
                                                                                         memoria,
donde se abren las puertas crepusculares
sobre la muerte, hacia la nada.

debemos escarbar y hacernos aldeas del olvido.

 

 

 

 

 

 

 

 

© Valmore Muñoz Arteaga


Prurito
por Luis Martínez

 


Es un vacío que se llena
solamente para vaciarse
de nuevo, algo así
como las nubes, el estómago

Algo así
como el carbón, las ascuas:
un bombillo que se prende
sólo para apagarse

Un ciprés enterrándose
en terreno arado: algo así—
el viento esperando
que los edificios se doblen

 

 

 

 

 

 

 

 

© Luis Martínez. C. A. Campos, 2004.
L_tmartin@hotmail.com
Nueva York, EEUU.


Los dedos
por Fernando Vallerstein

 

Y tan abierta
al mundo
al reducido mundo
del otro
del deseo
del otro
las lenguas resbalan
agigantadas
casi asfixiando
casi muriendo
y tan unidos
que casi ya
no importa morir
de tan unidos
del otro
cuerpo
que es uno
sumado
al otro
y esa asfixia
que impide reír
llorar
¡está claro!
hasta al tiempo respirar
que ayuda
a gozar
del otro.


 

 

 

 

 

 

 

© Fernando Vallerstein. Ariadna desde Buenos Aires les escribe Fernando Vallerstein con motivo de afrenda de este poema inédito que formará parte de una segunda publicación poética personal que verá la luz para el mes de Abril la misma llevará el nombre de "el círculo de mas te quiero" Sin mas lo saluda Fernando Vallerstein. Lo hago para que no te resfríes ( 2003). El círculo de mas te quiero ( inédito)


La pobreza de la lluvia
por Antonio Polo González

 


Un arcón nazarí abandonado entre los olivos, el tornado blanco que acecha los viñedos, una cabeza romana entre las cráteras vacías de Mesina, el fondo cuarteado de las charcas.

A veces ocurre que el maná llega del cielo y los pájaros dejan trazos húmedos en las sombras. A veces la lluvia se presenta con su corte de harapos: un gesto esquivo, cien días contados en las gotas de una clepsidra, el aire ocre mientras tanto.

Todo cabe en un cielo abigarrado, las alondras, la silvina, el esparto, los lances de las mañanas en una plaza de Siena. Luego te miras las manos cuarteadas por la sal, el mazapán de sudor sobre la espalda, la desolación que nunca cesa al mediodía.

No es cierto que los príncipes sean infalibles, ni que en las charcas los héroes descubran talones de cristal. Solo sabemos de la manumisión de las aguas, del polvo que blanquea los olivos, de los sifones tardíos del despilfarro.

 

 

 

 

 

 

 

 

© Antonio Polo. San Fernando (Cádiz) 1957. Ha publicado distintos trabajos: "Quince líneas" Ed. Tusquets, "Lavapiés" Ed. Ópera Prima; colaborador en varias revistas literarias "Cuadernos del matemático", "Luces y Sombras", "Arena y Cal", etc. Ha sido finalista en varios premios literarios: C. Cuentos Canal Isabel II 2001, 2º Premio Villa de Pasaia 2000, Relatos de Viaje de la Revista Cartográfica, Premio Encuentro entre dos mundos 2000, Premio de Narrativa Géminis, Villa Constitución de Argentina, Finalista en el Certamen de Narrativa Nitecuento 2002, 2º Premio Internacional de Poesía de Pedraza 2002, II Premio Tilo Wenner de Poesía 2003, Finalista en el Premio Constantí de Relatos de Viajes 2004, Finalista en el Concurso de Microrrelatos de la Comarca de Matarranya 2005.


El hueso
por Úrsula Doñate


El hueso
Continua creciendo
Lo bastante
Como para alarmar
A los nervios
Pequeñas lesiones
Empiezan
A invadirlo todo
Las costillas
Y aquella carne
En el respaldo de la silla
Consagrando la humanidad
Sobre el hombro el progreso
Como una cámara negra
Iluminando lo humano
Con un brazo
Un corazón dentro de un sobre
Apretado por un ritmo
Murmurando
A dos mil metros
Reflexionando
Sobre las semanas de carnaval
Sillones de brazos torcidos
El sastre no enhebra uno nuevo
Sacude la barbilla
A la manera de los temblores
Y el cuello postizo
Ha terminado siendo normal
No tengo visiones
Que me lleven
A nuevas reflexiones
Ese tic comenzó
A molestarme en Grecia
Mientras contemplaba las ruinas
Y mi cuerpo se vestía de negro

 

 

 

 

 

 

 

© Úrsula Doñate. Estudia Publicidad y RRPP en la Universidad de Alicante. Ha escrito "Mi espalda es un sombrero", un poemario publicado en Poesía Salvaje. Además cultiva el vicio fotográfico y ha ganado un premio recientemente en la Universidad de Alicante.


Para no ver un asesinato en la calle o que sueñen con un santo llamado poesía
por Salomón Valderrama

 


Para no ver un asesinato en la calle o
Que sueñen con un santo llamado poesía


(Que me perdone César Moro a quien estudio y admiro
Pero la Lima que él conoció es diferente a la mía)
Quisiera ser inocente en un planeta inocente
Milagro murciélago minero ciego hombre al revés
Todavía un niño de tierra liberado redimido
Libelo rinoceronte expresionista de lo clásico
Un molino nuevísimo moliendo el cuerpo santo de la poesía
Un monstruo con cabeza de árbol
Brazos de aguacero tórax de caballo
Piernas de hambriento flamenco rojo blanco y rojo
Cuello de poeta muerto pero eterno
Paria de madera que navega en el grifo amarillo horno de mujer Mirada de mariposa ebria negra en totalidad
Existencia de menos 4 horas en Pisco Sour y ser de frágil y lúcido espanto
Caminata de una rueda de hueso o clavícula de hierro líquido
La poesía sin sangre
La poesía que es maravilla imperfecta o
Sueño a la salida de la vida a la primera puerta de la muerte
Tan blanca como La teoría de la relatividad
Amor insustituible máquina de hacer paz
Para no ver un asesinato en la calle
Solamente ser un instante sagrado en secreto el corazón de La Antártica
Antorcha en vuelo sostenido alguna imagen abortada
Una brisa cortante subterránea y suave
Una destrucción justificada para empezar de nuevo
Como ente invisible aferrarme al inefable
Pasajero del amor tan crudo y verdadero
Una mirada inocente flexible acomodable en mí
También frágil e incompleto horizonte
En esta ciudad como en cualquier ciudad que jacta de grandeza
Habida pasada o por venir en los ingentes cubos discos díscolos
La poesía que siempre está oculta
Es habitante multiplicado en capital fauvista del herrero
La fruta de Tokio México New York Beijing París Sidney
Sao Paulo Frankfurt Londres Montreal Barcelona y Zurich
Están regadas las ánimas de La Biblia
En corderos negros recorriendo a paso en tríptico
Los bellos murales de Los reyes rojos
Con espadas de sudor y agua clara entre lágrima y lápida en el lago Titicaca
Para poder jugar con mis amigos en una calle ancha e infinita
Tantas veces infinita mayores veces visitada
En óleo todavía siempre virgen la pinacoteca puente
Del Banco Central de Reserva de mi amado Perú transitando
Otra vez Lima en un podomóvil loco de corequenques inmortales
O dentro de un cóndor submarino galopando
Como salmón preñado a La serpiente de oro
Marca autóctono autónomo auténtico auquénido o Fórmula 1
Incansable a tajos y salivazos en la cara entre cataratas cañetanas
Abrazando a sonrisa la sombra que tiene patas de cangrejo Copulada y tragada por la luz indiferente
A su ternura negra culpable de corazón mineral
Esta mano tan robótica como cauda equina
Todos los días largo el reloj rogando sobrevivir y ver belleza
Despojada de un límite o Poema sin límites de velocidad
Al vacío incompleto para amar verso abstruso
Desnudo en el cráneo océano del Caballito de Totora
Ser primario nota prohibida el secreto de los secretos de Los Andes
Camino que da la vuelta al mundo está esperando
Una mirada guardada o Kachampa de Teodoro Valcárcel
Bajo alguna mastaba en telar o roca hecha nudo infinito
Caverna que sale y entra válvula policúspide en la montaña flor
Vida tan corta pasajera retornada y extraña
Como permanente desconocida
Edad de la Tierra espero no único planeta de la poesía
Atropello de dejar de existir perversión de morir
Galería del amor luz azul piel de mujer
Devoción o vaso de agua muerta resucitada en vida
Instrumento o vientre de madre que llena
El vacío espejo o símbolo de caos
Los cuentos de prosa patria dadaísmo por mi vida
Y no las filiales Prosas Apátridas de Julio Ramón Ribeyro
Alga inocente que crece del hidrogeno estancado
Estribaciones andinas que brotan sobre la arena frutal antonimia
Escupamos el amor guerra y nos embarramos amor paz paz amor
Labio a labios pausa hembra macho macho hembra o
Granizo sin polo comienzo cometa tornillo idea de fuego en juegos loco
Con mis amigos encontrar la poesía para jugar
A estar despiertos siempre vivos siempre
Alegres todo lo que se pueda
Cuerpo oscuro de átomos que comen luz blanca y quieta Internamente somos microbios esperpentos arquitectónicos Construyendo vagos y delicados objetos químicos
Por la cuidad que no es está invertida de mirada superrealista vasta
El cerro San Cristóbal del lapicero playa viva en la niña
Mis cínicas cinco pulgas como trompa de elefante América
En arco y lanza india al rescate de Atahualpa
Soporte de balcones y terrazas arqueológicas laberintos de poesía
Exactamente tallada en cuerdas rústicas
Piedra parida o amamantada en piedra
Una ínsula infinita de aire y existencia solar
Vivir un amor raudo con una mujer lo menos posible extranjera
Lo más posible en sueños de abierta primavera
Para amarrarla y ser primera flor sobre planeta inocente
Distante pero puro en mi ciudad natal o pueblo nuevo
Elijo mi libertad para jugar fútbol todos iguales
Con sangre y sin sangre en moto camión triciclo convertible bicicleta limosina Avión patines camioneta helicóptero skate combi cohete o bus
En gran vereda que cae golpea cierra grita se eleva y explota y mata a veces
El tiempo en una tuerca o piñón de Lima sensible y frágil
Un basural en Caquetá y un edificio en lancha
Noche que intercambias una estrella por un plato vacío
Escultura perenne estática que llena los ojos ponzoñosos
El que recauda en vastas bolsas blancas el difunto
Las botellas chancadas ocupan menos espacio
Con un pie con una cosa abstracta
Aquella la que se bebió el agua que regala la vida
Un humilde igual de increíble existencia las flores de ozono
Los que tienen más de seis hijos que los libros no valen
Sino únicamente su peso en papel reciclar igual un poema lento Que se traga su complejidad simplicidad maravilla
Que sobrevive sin balcón sin jardín ciudad
En La Punta más ligada al fardo vacío azul del Océano Pacífico
Sempiterno cuadro en fresco hábito y red de oro
De Fernando de Szyszlo para pescar el cielo plomo
El plomo del cielo imprimir y olvidar recordar
La no tan horrible Lima para despejar Lima la temible
Santa poesía líbrame de seguir destruyendo mi planeta vivo
El planeta vivirá el planeta recuerdo los que vendrán
Tortugas apiladas bacanales como montón de piedras cabañas tumbas
Vida espero irrepetible pesadilla
Estallaban en 20530 pedazos las chozas coches bancos
Cosas de juguetes tristes de los niños recaudando
Los estómagos de sus parientes y vecinos tan distantes
Hechos pedazos y la calle era el Perú
Y el Perú un camal que sacrificaba el oxígeno que a las justas bebíamos
De vez en ves cuando se materializaban los panes intangibles
Y a todo camino rezábamos separar un lugar tranquilo en el cielo Aun sobre la vida incorrecta Hacíamos largas colas para comer cabezas de pollo críptico E iba al colegio y nada sabía de regresar a casa Todo era despedirse fuerte llorar con todas las esperanzas a cuestas Para que retornes completo y no me digan la mitad Que mi madre no lo soportará Para enterrarte sólo el fémur y calcular la libertad Todo estaba incorrecto se sufría de ida y vuelta De dentro para fuera y de afuera para adentro Éramos los radares negativos y no como La piedra autocrítica Pero yo he crecido mi sangre peruana se despierta
Ahora que hay algunos votos verdaderos
Todo puede ser diferente
En las calles solitarias de colores estará evidente Lima la fauvista
En la calle quisiera ser un niño y pasear tranquilamente
Por la tierra verde hojas jardines bosques selvas monte de madre
Amarilla sol eterno día entre flores fotosíntesis del pan
Marrón hombres puros vidas densas montañas columnas vertebrales
Rojo constelación de estrellas hijos dibujos o génesis
Genes que prometen la preservación de la vida
Gemas como puertas que amanecen siempre
Celeste charco laguna lago lluvia cuna y cañas dulces
Agua blanda diurna imperceptible hielo y
Miel Azul para otra clase de océano mar pulcro tierra toda santa
Para abrazar a mis amigos volar con ellos estas calles mágicas
Este cielo triste pero alegre como nosotros
Los sólidos danzantes de tijeras largas gordas y curvas frágiles
No en la calle futurista sino en la cama de una historia amada
Antigua y viva sobre el lomo de las mulas una cueva en Toquepala
Otra vez visitando con mi amigo César Tello
Avanzando en clave de canto y sinfonía etérea
Desde mi fálica Caral a la otra Machu Picchu
En barro piel ladrillo y pez de plata
Cíclica en La Procesión de La Papa
Con Gerardo Chávez en Chan Chan a la fruta disuelta una infusión
En escala blanca para tomar cultura todavía
Para escuchar La flor de la Canela enamorada de El plebeyo
Y no me arranches la cartera libro
Que no se me caigan los dientes como sombreros cariados a la sopa Tu memoria que soy el mismo y tú mismo serena noche escalando
Un teatro en prohibición y polvo
Cuando vuelen mis museos favoritos
Mis parques ideales mis encuentros literarios y gritarán que venga
Mario Vargas Llosa José María Arguedas y Nicomedes Santa Cruz
A un voto solamente no al terrorismo que mata y retrocede para vulgar llorar
Gritar a los jugadores de los dados
No tan eternos como siempre más humanos como un poco
Para sobrevivir por la misma calle desierta
Como sortijas de sangre regalada sobre cabellos esponjados Cuando alguien cae cuando alguien muere
Cuando ya no juega el siempre
Sino únicamente de vez en cuando
A diamante sobre cascarón maíz de piedra plana y hueca
Semejanza de otra utopía que se acuerden
De César Moro en nombre del amor y sus preferencias finas
Que no olviden a Enrique Verástegui ni a Víctor Humareda
Que se exponga la obra pictórica de Jorge Eduardo Eielson
Que se desentierre publique y humanice Felipe Huamán Poma de Ayala
Que sueñen con un santo llamado poesía
Por parcela comprada regalada invadida o heredada
Que desaparezcan las barriadas y esteras
Que se construyan represas edificios
Avenidas erguidas para que todos sepan matemáticas
Para que no se ausente la luz
Que hablen cuatro idiomas para que no sufran
Desesperado esperanto cuando tomen los exámenes
Que recorran nuevamente la tremenda galería en Pachacámac
Anastomosar caño mar y océano Lurín y Rimac el atollado hablador
Silencio cuando alguien lee cuando alguien grita
Y aquel escribe en la computadora natural como jugar
Para no ver un asesinato en la calle
Hay que ser monógamo asumir responsabilidades
Y poder cantar en coro libre
El río de Javier Heraud
Como tú lo estableciste de María Emilia Cornejo
Madre de Carlos Oquendo de Amat
Para vivir mañana de Wáshington Delgado
Masa de César Vallejo
Si me quitaran totalmente todo de Alejandro Romualdo
El Perú de Marco Martos
Tercer movimiento (affettuosso) de Antonio Cisneros
En los bosques de cervezas azules de Juan Cristóbal
Casa de cuervos de Blanca Varela
Abolición de la muerte de Emilio Adolfo Westphalen
El guardián del hielo de José Watanabe
Composición de hombre marrón
Roca hielo luz o polvo agua y oscuridad
Tan humanos como siempre
Para entender que el sol brilla que la cultura existe y es siempre
Que no quisiera ver
Cuando estando fríos los metales solos lloran
Cuando los peces fabricados en tierra se queman
O cuando las aves se ahogan a pedazos en la flor
Que más que rosa de Martín Adán es un girasol que persigue al sol
En ambas manos sueltas
Direcciones libres
El corazón de niño

 

 

Para ser publicado y difundido (leer hasta "el final")
Del libro del mismo nombre...

 

 

 

 

 

 

 

 

© Salomón Valderrama Cruz nace en abril de 1979 en Chilia, departamento de La Libertad. Realiza estudios aleatorios en la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Aparece su primer libro de poemas "Encrucijada" (entre el amor y otras pasiones, primera parte) el año 2002 y, en el 2003, "Anemómetro" (entre el amor y otras pasiones, segunda parte). Ha sido publicado en las revistas: "el hablador" (Perú), "Almiar, Margen Cero" (España), "Letras Salvajes" (Puerto Rico), "Ariadna-rc" (España), "Archivos del Sur" (Argentina), "Cultopía, Abaleo Artístico" (Perú), "Malabia" (Argentina), "Revista Voces" (España), "Escaner Cultural" (México-Chile), "La Teta del Sapo" (Perú), "Prometeo Digital" (España), "Al margen" (México), "Paradoja" (Estados Unidos), "Café Berlín" (Alemania), "Poesía y Literatura" (Chile), "deriva" (España), "Conexión Mutante" (Chile), "El Rincón del Poeta" (España) y en otras revistas y medios de difusión literaria.
Lima - Perú


Abecedario y arañas
por Iván Humanes Bespín


A J.C.

Prefiero recoger palabras del suelo que cortarle la pata a una araña y enviársela al Ministro de Defensa metida en un sobre. Es loable esta segunda tarea, sin duda, pero pertenece más bien a un tipo subversivo, sin escrúpulos, o a un idólatra de Cortázar, no a mí. Y aunque yo muero por Cortázar, prefiero coleccionar palabras, letras y dichos.

Aquí una A, allí han dejado caer una Z, una W en la papelera, pues allá que voy. Quizás lo que más problemas den es almacenarlas en casa, porque las guardas en los cajones, bien ordenaditas, y te vas a la cama convencido del trabajo y por la mañana te las encuentras emparejándose unas con otras. Y cuando menos te lo esperas, ya tienes a la palabra PAZ atemorizada, a GUERRA en la sopa, ACCIÓN HUMANITARIA bajo el edredón y en cualquier rincón del sueño, PREVENTIVA (esta palabra es cabezona por antonomasia) en el bidet, taponando la salida de aguas de la lavadora, en la nevera.

Y ahí es donde está el reto, en ordenarlas. Se les tiene que explicar que se mezclan mal, que no quieren decir lo que creen decir y que deben olvidar de su cabecita de palabras locas esos significados impuestos. Es cuestión de sentarlas en unas sillitas especiales y enseñarles en una pizarra todo sobre la guerra, la paz y la libertad. Entonces sí, se ordenan como tienen que ordenarse, con el sentido exacto. Y ya es el momento de enviarlas otra vez a la calle, a que corran por la boca de la gente, a que pisen parques y comercios y asociaciones. Y si rozan a algún político ¡bienvenido sea! Si no, hay que abrir un sobre, convencerlas de que el viaje será corto, nada pesado, y remitirlas al Ministerio. Con pata o sin pata de araña, eso va a gustos.



 

 

 

 

 

 

 

© Iván Humanes Bespín.


El hilo de Ariadna
por Asmara Gay


No bien traspasó la puerta, Psilas avanzó al centro del laberinto. Ayudado por Ariadna, sabía que en aquel momento Minotauro dormía. Preparó su espada para cortarle la cabeza, pero al momento de hacerlo la espada también cortó el hilo que lo unía a la entrada. Perdido, sin rumbo, Psilas olvidó qué hacía dentro del laberinto. Por ello, cuando miró el cuerpo abatido de Minotauro fue como si mirase en un espejo y horrorizado echó a correr. A su paso halló a los otros jóvenes enviados por Minos para ser sacrificados y, al instante, con su espada destazó uno a uno.

Teseo, hijo de Etra y Egeo, llegó cinco años después. Mató, como se sabe, al monstruo que vivía dentro del laberinto y dejó a Ariadna abandonada en una isla con Dionisos; ella había reconocido en la cabeza que Teseo llevaba al antiguo Psilas, extranjero y amante. Después, el vino de Dionisos le hizo olvidar a Ariadna a Minotauro, Psilas y Teseo. Incluso es probable que, como le pasó a Psilas, un hilo –el chorro del vino– le hiciera olvidarse de sí.

 

 


 

 

 

 

 

 

 

© Asmara Gay.


El anticuario
por Rosendo Sánchez



El viento soplaba con más fuerza de lo habitual y se enredaba entre las copas de los abetos haciendo que sus ramas oscilasen con furia. Desde el albergue de alta montaña en el pirineo leridano, Javier contemplaba el espectáculo del bosque doblegándose al paso de la tramontana.

Javier había llegado a las tierras del interior catalán en el verano de 1999, huyendo de su Rosario natal, allá en la lejana Argentina, donde la situación económica no podía estar peor. No hablaba mucho de su pasado, pero los que le conocían decían de él que era hijo de una familia acomodada venida a menos, y que hacía ya mucho tiempo que no pasaba los veranos esquiando en la exclusiva estación de esquí de Bariloche y tenía que ganarse la vida haciendo los más variados laburos, tales como camarero, pizzaiolo, dependiente en tiendas de lo más variopinto, e incluso en cierta ocasión estuvo dando clases de piano a una señorita refinada de la buena sociedad de Rosario.

A la segunda clase la chica le confesó que se había enamorado de él, y el día que terminó la decimotercera clase le confesó que la había dejado embarazada. Javier consideró que a los veintitrés años aún era demasiado joven para tal responsabilidad así que puso tierra de por medio antes de que el padre de la muchacha le metiese una perdigonada en la entrepierna.

De modo que con algunos pesos en el bolsillo y muchas ganas de alejarse de su vida en Argentina desembarcó un mes de Agosto de finales de siglo en el puerto de Barcelona.

A las pocas semanas se había quedado casi sin plata debido al elevado precio del alquiler de la mugrienta habitación del Barrio Chino donde se hospedaba. No podía continuar en la ciudad si no encontraba pronto un empleo, así que decidió dirigirse hacia el interior, lejos de la costa, a ver si tenía más suerte.

Sacó un billete del autobús de línea Alsina-Graells que debía llevarle hasta Andorra, pequeño país del que tenía referencias como paraíso del esquí y de las compras, lo que le hizo abrigar esperanzas de poder encontrar un modo de subsistir ejerciendo alguno de sus variados oficios .

Sin embargo, por alguna extraña razón no iba a llegar a su destino.

Al paso del autocar por la ciudad de Solsona se despertó de la cabezada que había empezado a echar a la altura de los túneles de Vallvidrera y se sorprendió por el aspecto extraordinariamente familiar de aquellas murallas medievales con las cúpulas de la Catedral y del Palacio Episcopal asomando entre aquellas piedras centenarias.

Aquella imagen ya la había visto antes.

Sabía que eso era completamente imposible pues era la primera vez que estaba en Europa, pero al mismo tiempo sabía exactamente que tras aquella puerta principal de la muralla había una calle estrecha y empinada que iba a dar a una pequeña plaza con una fuente por la que salía agua desde cuatro caños en forma de cabeza de león.

Se apeó apresuradamente del autocar y recogiendo su mochila con sus pocas pertenencias se dirigió con absoluta incredulidad hacia la puerta principal de la amurallada villa que fuera siglos atrás sede Episcopal.

Su corazón latía alocadamente. ¿ Conocía lo que había detrás de aquel arco o tan solo era su imaginación ?.

Al llegar a la puerta vió una calle estrecha y empinada que se abría paso entre antiguos edificios. Empezó a ascender con cierto temor por aquella cuesta empedrada y sintió un escalofrío que le recorrió la espalda al llegar a la plaza con la fuente de los caños en forma de cabeza de león.

Era tal y como la había imaginado momentos antes en el autocar.

Se sentó en los escalones de la fuente con la sensación de estar volviéndose loco. Aquello no era posible. De repente en su mente se agolpaban imágenes de otras calles de la ciudad. Frente a donde se encontraba podía ver una calle estrecha a su derecha que sabía iba a parar a otra plaza más amplia con una estatua en su centro situada sobre un pedestal, y que si se dirigía por la calle que estaba a su izquierda iría a dar con la Catedral. Estaba completamente seguro de ello y sin embargo nunca había estado en aquel lugar.

Empezó a caminar por las estrechas calles echándose de vez en cuando las manos a la cabeza para asombro de los transeúntes cada vez que arribaba a algún sitio que ya se había dibujado en su mente instantes antes de llegar a él. Era como si recordase la ciudad.

Puso a prueba su nueva habilidad preguntándose a si mismo el tipo de comercio que encontraría cada vez que doblase una esquina y a excepción de una tienda de antigüedades que se hallaba a la entrada de la villa no adivinó ninguno más.

Necesitaba dar explicación a la extraña experiencia que estaba viviendo así que se decidió a cruzar la ruinosa puerta de entrada de aquella desvencijada tienda sobre la cual había un descolorido letrero en el que a duras penas se adivinaba que estuvo escrita mucho tiempo atrás la palabra “ Brocanteria “.

Un hombre enjuto se encorvaba sobre un libro de tapas carcomidas sentado frente a una mesa de madera que presidía la mal iluminada sala repleta de todo tipo de objetos de épocas pasadas. Cuando Javier saludó educadamente entonando un “Buenos días” con su acento porteño, el hombre de la tienda de antigüedades apenas arqueó una ceja y siguió ensimismado leyendo su roído libro.

- Interesante ciudad, ¿ verdad amigo mío ?,- dijo el tendero sin apartar la vista de su lectura.

Javier abrió la boca para contestar pero no supo que decir exactamente tan sorprendido como estaba por la familiaridad con que le había hablado aquel individuo.

- Este …. Discúlpeme señor. Me agradaría saber que hago acá. No sé la razón por la que he entrado en su comercio, así que me voy de inmediato. Mis disculpas de nuevo.

Ahora el viejo levantó la vista y miró fijamente al joven forastero.

- No tienes que disculparte, muchacho.- dijo el anticuario esbozando una desdentada sonrisa .- Siéntate, por favor. Te estaba esperando…. Hacía mucho tiempo que te esperaba….

Aquel sujeto estaba más loco que él, pensó Javier, de modo que recogíó su mochila y se la puso al hombro dispuesto a salir por donde había entrado.

- No te asustes, Xavier de Cardona.

La voz del anticuario había sonado a sus espaldas como la voz de un fantasma.

- ¿ Como sabe mi nombre, señor ?, dijo volviéndose atónito hacia el tendero.

- Tu nombre está escrito en el libro, - sonreía el mellado anciano.

- ¿ Qué libro es ese ?

- Es la historia de esta ciudad, mi querido amigo, a través del árbol genealógico de los señores de Cardona, antiguos dueños de estas tierras allá por el siglo catorce, cuando se construyeron las murallas de esta ilustre villa. La familia Cardona vivía en el castillo de Olius, hoy casi destruido pues las murallas se construyeron con las piedras del castillo, el cual puedes contemplar desde esa ventana.

Javier se acercó hasta la ventana que le indicaba el viejo y vió a lo lejos las ruinas de un castillo que dominaba la ciudad desde una cercana colina. A la vista de las ruinas, en su mente se dibujó otro castillo mucho mayor y majestuoso en esa misma colina. Imágenes de una corte medieval se agolpaban en su memoria : caballos, damas, armaduras, estandartes, … De pronto le llegaban olores de ropa vieja, de polvo del camino, de sudor rancio y de comida guisada en cazuelas de cobre….

El viejo reía divertido mostrando lo que le quedaba de su sucia dentadura mientras veía como el muchacho extranjero se sumía en la más absoluta confusión.

- Ten, muchacho, te lo regalo. - el anticuario le tendió el libro – Es también tu historia : aprenderás cosas sobre ti mismo que desconocías hasta ahora.

Javier dudaba ; desconfiaba de las intenciones de aquel hombre, pero finalmente cogió el libro que se le ofrecía, lo metió en un bolsillo exterior de su mochila y dando media vuelta apresuradamente murmuró un “ adios, gracias “ no demasiado convencido y salió de la tienda. Tenía la urgente necesidad de escapar de aquel lugar maldito.

Al atravesar de nuevo la puerta de la muralla de Solsona y salir al exterior de la ciudad sintió un cierto alivio, y decidió alejarse todo lo posible.
Se dispuso a hacer autostop en la primera esquina que encontró y a los pocos minutos le paró un Land Rover cuyo conductor se ofreció a llevarle a la cercana estación de esquí de Port del Comte. Al joven inmigrante le daba igual el lugar, así que subió al todoterreno y se encontró al cabo de una media hora de circular por una carretera de montaña con interminables curvas en una urbanización de bonitas casas de piedra y madera al pié de una pequeña estación de esquí.

Durante el recorrido confraternizó con el propietario del Land Rover, que resultó ser uno de los promotores inmobiliarios de la zona y propietario del restaurante de la urbanización. Al llegar al final del trayecto Javier tenía trabajo como camarero del restaurante y cuando llegase el invierno podía contar con un empleo como monitor de esquí.

Javier no podía creerse que su suerte hubiera cambiado de ese modo en tan solo media hora. El restaurante era también albergue de montaña, así que dispondría tambien de alojamiento.

Empezó a trabajar aquella misma tarde.

Había casi olvidado por completo el episodio del anticuario de Solsona, y estaba encantado con su nuevo lugar de residencia.

Pasaron algunos meses y llegaron las primeras nieves de mediados de Diciembre a la estación de esquí.

La urbanización estaba a una cota algo más baja, alrededor de los mil setecientos metros de altitud, en medio de un inmaculado bosque de abetos y robles, que milagrosamente había quedado a salvo de la fiebre inmobiliaria. El entorno natural de aquel paraje conservaba todavía una belleza intacta, casi inesperada para el visitante que conseguía llegar tras superar las mil y una curvas de aquella carretera de alta montaña. Nada que ver con el paisaje de Rosario al que estaba acostumbrado, con enormes llanuras infinitas hasta donde alcanzaba la vista. Tan solo una colina yerma y árida, exenta por completo de vegetación y ya a las afueras de la ciudad, rompía la monotonía de la planicie.

No había abierto todavía el libro del anticuario, que yacía casi olvidado en el bolsillo de la mochila que guardaba en el armario de su habitación del albergue.

Se decidió a sacarlo de su letargo, no sin cierto temor por los recuerdos sobre el extraño modo en que fue a parar a sus manos.

El viento soplaba con fuerza aquella tarde, y Javier contemplaba el bosque desde su ventana del albergue. Aves rapaces sobrevolaban majestuosamente las cumbres cercanas de la Sierra del Vert, y algo más alejadas hacia el norte se divisaban los suaves contornos de la Sierra del Cadí cubiertos de nieve.

Las viejas y deterioradas tapas del libro no tenían ninguna inscripción. Abrió con cuidado por la primera página. Le costó descifrar los primeros caracteres escritos en lo que en un principio creyó que era latín pero que pronto identificó como catalán, lengua que había tenido la oportunidad de escuchar en los últimos meses.
A pesar de que el libro estaba escrito en catalán antiguo, no le resultaba difícil entender el significado de lo que iba leyendo. Así, aprendió que los Señores de Cardona eran una familia de noble linaje que allá por el siglo XII recibieron de manos del Conde de Barcelona unas tierras alrededor de Solsona. Pronto se descubrieron unas minas de sal cercanas a esta población, así que dicha familia se instaló inicialmente cerca de dichas minas para su explotación y fundaron la ciudad que lleva su nombre: Cardona.

La explotación de las minas se hacía de forma muy rudimentaria pero el negocio era próspero y los Cardona se hicieron construir un Castillo cerca de la montaña de sal para mejor control de los trabajos, al tiempo que a su alrededor crecía la ciudad. Nuevas familias de campesinos abandonaban sus campos para venir a trabajar a las minas de Cardona, un nuevo modo de ganarse la vida y alejar la miseria del trabajo del campo siempre expuesto a las inclemencias del tiempo y a las malas cosechas. Así la ciudad se fue engrandeciendo hasta mediados del siglo XIV.

Sin embargo, empezaron a ocurrir fenómenos extraños que inquietaron a los habitantes de la ciudad.

Por las noches extrañas luces aparecían sobre las minas y algunos miembros de la familia Cardona desaparecieron sin dejar rastro. Los mineros que iban por la mañana a extraer la sal de potasa se encontraban con que el yacimiento había mengüado misteriosamente durante la noche. Los Señores de Cardona empezaron a acusar a sus empleados de robar la sal y de ser los responsables de las desapariciones. Se hicieron juicios sumarísimos en los que se condenaba a morir empalados a los pobres mineros que el tribunal hallaba culpables.

Estas ejecuciones crearon un profundo malestar en la población, que se vió agravado al comprobarse que las desapariciones de mineral y de personas de la familia Cardona continuaban ocurriendo. Además, dichas desapariciones siempre coincidían con la presencia de aquellas extrañas luces sobre la montaña de sal que atemorizaban a los lugareños.

Javier recordó al leer aquel pasaje del libro las historias que había oído en Argentina sobre extrañas luces que aparecían algunas noches sobre la colina que había a las afueras de Rosario. En la actualidad investigadores de fenómenos paranormales de todo el mundo visitaban aquel lugar apartado en el interior del cono sur americano para descubrir el origen de aquellas misteriosas luces, y había incluso quien afirmaba haber visto naves extraterrestres sobrevolando la zona. Javier nunca había hecho el menor caso de tales historias, pero esta vez se sorprendió por la coincidencia.

Cerró el libro y pensó que debía visitar al anticuario para hacerle algunas preguntas.

A la mañana siguiente bajó a la ciudad y atravesó de nuevo las familiares murallas por la puerta principal. Ascendió por la cuesta hasta la plaza cubierta por la nieve y dobló la esquina que le conduciría a la puerta de la tienda de antigüedades.

La puerta hizo sonar una campanilla cuando la empujó para entrar y el viejo anticuario acudió a la llamada al cabo de unos instantes haciendo a un lado una cortina que había al fondo de la estancia.

- Amigo Cardona, ¿ a qué debo el honor de tu visita ? – sonrió el anciano al reconocerle.

Javier vaciló antes de contestar. En aquel momento le parecía un poco ridícula toda la historia. Al fin y al cabo probablemente todo eran imaginaciones suyas.

- He estado leyendo el libro que me prestó y quisiera hacerle algunas preguntas con su permiso.

El viejo tendero ofreció con un gesto de asentimiento una polvorienta silla cercana al muchacho mientras se acomodaba en otra no menos sucia.

- No sé si mis conocimientos podrán sacarte del asombro en que supongo que te encuentras. Tal vez solo consiga confundirte más.

- Eso no es muy alentador - reconoció el joven – pero estoy convencido de que solo vos me podés ayudar. No entiendo cómo puedo tener la sensación de reconocer esta ciudad sin haber estado nunca acá y cómo toda la historia que he leído en el libro se me hace extrañamente familiar. ¿ Soy realmente un descendiente de aquellos Cardona propietarios de las minas de sal ? ¿ Acaso existe alguna relación de esas minas con mi ciudad en la Argentina ?

El anticuario esbozó una enigmática sonrisa. Se levantó de la silla e hizo un gesto invitando a Javier a que le siguiera.

- Creo que ya estás preparado para ver esto, - dijo apartando la cortina que daba a la trastienda.

El argentino penetró en la estancia que le enseñaba el viejo y observó que prácticamente la totalidad de la sala estaba ocupada por la silueta de un extraño y redondeado objeto cubierto por una enorme y sucia sábana. Cuando el anticuario apartó la sábana a Javier casi le da un infarto : aquel objeto era exactamente lo que ateniéndonos a la más clásica de las descripciones podríamos llamar un platillo volante.

- En realidad no eres un descendiente de los Cardona, amigo Xavier, - dijo el viejo mientras accionaba algún oculto dispositivo en lo que parecía la puerta de la nave espacial,- sino que eres uno de ellos.

La puerta de la nave se abrió con un suave chasquido y dejó ver en su interior unas pulidas paredes sin apenas ningún relieve y de una limpieza inmaculada que contrastaba con la mugre de la estancia donde se guardaba.

- ¿ Y los mandos ?, - Javier inspeccionaba el interior de la nave sin salir de su asombro - Me imaginaba que estos trastos llevarían un montón de lucecitas y de palancas para poder viajar por el espacio… ¿ Que querés decir con que soy “uno de ellos” ? ¿ Es que acaso soy un extraterrestre?

- Por supuesto que no, mi querido joven, me refiero a que eres uno de ellos : un Cardona de los del siglo XIV.

Aquel viejo estaba completamente loco sin lugar a dudas, pensó Javier, pero le dejó terminar la inverosímil historia.

- Debes saber,- continuó el anticuario,- que estas naves utilizan como combustible un raro elemento químico que escasea en el Universo y que sin embargo abunda en algunos lugares de este planeta. Ese elemento es el potasio. Con un solo kilo de sal de potasio se puede generar suficiente energía como para viajar por el espacio con estas pequeñas naves hasta lugares tan alejados que ni siquiera con la imaginación podrías llegar a ellos. Y uno de esos lugares donde dicho elemento abunda es aquí en las proximidades de esta ciudad, en las minas de sal que llevan tu apellido. La potasa es conocida desde la antigüedad por los humanos y se utilizaba desde tiempos remotos por sus propiedades fertilizantes con lo que se usaba para mezclar con estiércol y abonar los campos. Más tarde, a partir del siglo XVI se empezó a utilizar para la fabricación de explosivos y ya en el siglo XX para otras muchas aplicaciones. Sin embargo, el ser humano todavía no ha descubierto su principal aplicación como combustible porque aún no ha llegado al nivel tecnológico suficiente como para aprovechar tan magnífica fuente de energía. Pero otras civilizaciones más avanzadas utilizan dicha energía desde hace millones de años para desplazarse por las galaxias.

El muchacho estaba anonadado.

- Entonces … ¿ se supone que estas minas son algo así como una gasolinera espacial ?

El viejo pareció meditar.

- Algo parecido. Aquí las naves se han abastecido de potasa desde hace siglos, y no tus ascendientes, sino tu mismo, has sido uno de los que ha suministrado este mineral a los platillos volantes.

- ¿ Yo ?

- Por supuesto. Las desapariciones de los Cardona que menciona el libro que te presté no son sino abducciones de dichos miembros de tu familia, ya que junto con el mineral que precisaban las naves, a veces se abducía a algunas personas en señal de agradecimiento por el servicio prestado. Las personas abducidas tenían el privilegio de viajar por el espacio y conocer la forma de vida de otras civilizaciones más avanzadas, y así se ha venido haciendo desde entonces.

- ¿ Querés decirme con toda esta historia que pertenezco a una época pasada y que he sido abducido por seres de otra galaxia y transportado a la época actual ?- Javier levantó una ceja con sorna.

- En efecto. Tu eres Xavier de Cardona, hijo natural del Barón de Solsona, nacido en 15 de Julio de 1344 y abducido el 24 de Enero de 1362 cuando contabas con diecisiete años de edad. Estuviste viajando por el Universo durante algunos meses de tu vida biológica, pero en tiempo terrestre transcurrieron mientras tanto varios siglos. El 26 de Marzo de 1997 fuiste devuelto a la Tierra en la ciudad argentina de Rosario, donde está localizado otro importante yacimiento de sal de potasa en una colina cercana a la ciudad, y donde las naves también se detienen a veces para repostar. El viaje estelar permanece en tu memoria subconsciente y en tu consciencia tu mismo has implantado tus propios recuerdos de una aparente vida en la actualidad. Por eso apenas tienes recuerdos de la Argentina, ni de tu infancia, y en cambio recuerdas perfectamente la ciudad donde ahora te encuentras.

Era cierto. Javier era incapaz de recordar su infancia en Argentina, y había adoptado sus recuerdos de una película que había visto por la televisión. Había intentado borrar todas las imágenes que se agolpaban en su memoria relativas a un lugar lejano y a un tiempo medieval, que él consideraba producto exclusivo de su imaginación. Sin embargo, por increíble que pudiera parecer aquella historia del viejo anticuario, las cosas empezaban a tener sentido para él.

- ¿ Y como es que vos sabés todas esas cosas sobre mi ? – preguntó dirigiéndose al anciano.

El viejo saltó al interior de la nave con una agilidad impropia de su edad y se acomodó entre unos mandos que aparecieron como por deformación de las propias paredes del platillo volante, y guiñando un ojo que por un momento pareció el de un insecto contestó enigmáticamente :

- Porque yo sí que soy “uno de ellos”


 


 

 

 

 

 

 

 

© Rosendo Sánchez
Barcelona, 26 de Marzo de 2005


Locagonía / Noesis / Seudología
por José Donayre

Locagonia

La nave está a punto de zarpar. Michel dice que las aguas que vamos a surcar nos purificarán. Él es un buen tipo, pero eso no es suficiente para creerle. Pero ¿qué otra cosa podemos hacer si en la ciudad nadie nos quiere? Michel asegura que esto es real y que podemos asumir este viaje por los ríos de la Renania y los canales flamencos como una pesadilla o una liberación. Muchos no le entienden; no obstante, siguen sus palabras con una particular atención, pues encuentran algo de sentido. Por mi parte, sólo espero tener la oportunidad de saldar cuentas con Michel, quizás estrangularlo cuando esté durmiendo o, mejor aun, tirar al río sus insensatos apuntes. Mientras tanto, acepto mi destino: volverme prisionero de la misma partida, apenas el Stultifera navis deje de ser mi más aterradora invención, y mi patria innombrable, el paraíso que Dios nos negara.

Noesis

Vivir en función de un sueño fue, para Aristocles, no sólo una forma de vida, sino, sobre todo, una manera de no sucumbir ante la mediocre comodidad que le imponía su entorno. Cuando por tercera vez intentó instaurar su Estado ideal en Siracusa, el destino le jugó doblemente en contra: un nuevo fracaso, con el agravante de ser vendido como esclavo. La historia oficial –la versión de lo políticamente correcto– registra que fue prontamente redimido por un benefactor. Lo cierto es que, ante el ofrecimiento de recobrar su libertad, Aristocles enfrentó un dilema fundamental: seguir la vía de la felicidad o someterse a la parafernalia de la fama, en otras palabras, negar la veracidad de los sentidos para no poner en peligro los postulados del pensamiento o sacrificar las deducciones lógicas del pensamiento a fin de salvar los datos de la experiencia. Pero los dilemas son irremediables, particularmente cuando la tercera vía (suponer la existencia de dos mundos reales pero distintos, aunque uno más plenamente real que el otro) es producto de una madurez que tarda en la quimera de consolidar la identidad del individuo. Así, Aristocles, empujado por la vehemencia de ser un sujeto de cambio continuo, no obstante la inalterabilidad del concepto, siguió siendo arquetípicamente esclavo en la isla mediterránea, mientras que en su amada ciudad logró adquirir los bellos jardines cercanos al santuario de Academo, para dedicarse mundanamente a la enseñanza e investigación, y a escribir, a hurtadillas, sobre su más caro sueño: el desentrañamiento del misterio de la felicidad más allá de su prodigiosa intelección.

Seudología

En la sexagésima nona noche de Alf Lailah Oua Lailah, Gerazada, en la convincente traducción de Mardruz, cuenta que Scharkán empieza a leerle una carta a su padre. Con este recurso, el autor (hablante) no hace otra cosa que llevar al lector (oyente) a un principio fuera de la historia: una estratagema para sobrevivir en una construcción erigida a partir de la concatenación de enunciados. Tal es el secreto de una vieja fórmula alquímica que C.G. Jung considera capital en el contexto de la figura del ouroboros como símbolo del eón, una fantasía onírica que el pensador suizo omitiera en los sueños iniciales de Psicología y alquimia. De este modo, en la septuagésima noche, al lector no le queda otra cosa que colegir que el inconsciente permanece sustraído a toda arbitrariedad subjetiva, pues se trata de un dominio de la naturaleza que es imposible enmendar o pervertir, y que, además, su secreto lo entrevemos, pero jamás lo tocamos con las manos, al igual que una carta que nunca llega.


 

 

 

 

 

 

 

© José Donayre.
Para Ariadna de su libro inédito “Horno de reverbero”.


Cuide su Colon y cómprese un coche
por Marcos Manuel Sánchez

 

Nayaf y Bufa. Más de treinta iraquíes muertos una de estas madrugadas. Y casi cien heridos. Han sucumbido a la última noche de guerra y destrucción. El televisor muestra las escenas como si un demente estuviera detrás, componiéndolas, empleando mucha atención en hilvanarlas, cuidando que el mensaje de horror llegue bien a nuestro hipotálamo.

Soldados americanos y milicianos iraquíes abrasándose a tiros; escenas de gritos de un combatiente que golpea contra la mugre ensangrentada de una pared la camiseta rojo sangre de un compañero asesinado.

Otra noticia: desesperación-indignación de un millar de manifestantes frente a la entrada de la cárcel de Abu Ghraib en protesta por asuntos de torturas y malos tratos infligidos a prisioneros de guerra. Aún hay más: en Bagdad, cuatro personas han muerto al explotar un vehículo blindado en el centro de la ciudad, donde también ha habido seis muertos en un atentado suicida… De repente, todo cambia; se transforma en milésimas de segundo en un surtido de colores que anuncian que debemos adquirir el no va más de los productos lácteos. Uno que garantiza a nuestro colon que va a gozar lo suyo refrescándose, tonificándose y haciéndose más turgente y sano. La ráfaga no dura más de cinco segundos, pero ha dejado ante tus ojos una estela de incredulidad que te deja pasmado: ¿será cierto lo que acabo de ver hace seis segundos tan sólo? ¿No me encontraba contemplando imágenes de una guerra? Había cuerpos mutilados por ahí. Pero si resultaba espantoso…

Cuando mi mente empieza a resistirse al acto de abordaje del anuncio lácteo-intestinal, de inmediato se produce otro asalto. Un vehículo a motor de "última generación" refulge ante mis retinas bramando y describiendo curvas a velocidad inusitada, reñida con los esfuerzos de la dirección general de tráfico por atemperar los siniestros en carretera. Velocidad de vértigo, curvas de vértigo, chuleo total para el adquirente de semejante maravilla. Cómprelo, hombre. Es lo que hace todo el mundo: comprar coches y beber lácteos para cuidar su colon. No se preocupe por las noticias sobre la realidad más cruenta, porque los humanos se aniquilen. Mande a paseo su sensibilidad. Bájese de ese tren y súbase a este otro. Pero no por mucho tiempo. Poco más allá le espera otro vagón y otro más. Ha de ir subiendo y bajando cada dos por tres, muchacho. De lo contrario no estará en la onda, no será capaz de asimilar lo que le demanda la sociedad de la información.

No deja de causarme asombro la mezcolanza de imágenes e informaciones que llegan a los aturdidos ojos y oídos de los telespectadores de hoy en día. Lo mismo da una sesión de políticos increpándose desde sus púlpitos que una de pulpitos en salsa rosa. O las noticias de la prensa rosa llevadas a programas de la tele-corazón interrumpidos cada tres por dos por insultos y destemplanzas de toda índole, que nada tienen que ver con los principios de "lo rosa" si es que hay alguien capaz de definirlos.

Recuerdo que hace décadas (uno ha pasado ya algunas barreras en la vida) podías indignarte ante las noticias televisadas sobre la barbarie humana y reflexionar un poco. Al menos se trataba de una sesión informativa continuada en el tiempo. El tele noticiario acababa y la publicidad comenzaba su perorata con el aluvión característico de imagen y sonido. Sin embargo, aguardaba su turno. Ahora no. Ahora estás inmerso en las noticias más crudas y de repente surge como porensalmo un spot publicitario de la manera más incongruente posible con tu estado de ánimo. Ataca tu sensibilidad de una forma que no te deja reaccionar con lógica ante las imágenes que aún están por digerir. Cualquier intento de recuperar el hilo conductor perece vanamente, algo que con el tiempo uno aprende a resolver de forma fría (y esto es escalofriante), asimilando por narices el torrente de lava informativa que arrolla todo a su paso.

Tenemos que adaptarnos a este entorno, ciudadanos, claro que sí. Hemos de colaborar todos y dejarnos llevar por las olas, mecernos en el arrullo mediático, que penetre en nuestros sentidos, que nos ilumine para consumir mucho, más y mejor. Aligeremos el bolsillo y descarguémonos del incómodo libre albedrío, de la iniciativa motivada por juicios de valor, librémonos del corsé carca y degenerado del pensar antes de actuar (qué soso y de mal gusto); miremos el entorno y comprémoslo todo, lo que más envidia dé al vecino, lo más nuevo, rutilante y chulesco. ¡Qué ilusión contemplar la cara de asombro del prójimo ante nuestras novedades recién adquiridas! Qué halago a la vanidad. Y si encima le digo que he reservado un viaje para mis hijos, mi mujer y yo a Cabo Norte… qué vaharada de rabia le llenará las entrañas.
.
-De modo que el objetivo básico según lo anterior es alimentar el ego y la vanidad hasta que quedemos desprovistos de sentimientos y capacidad de razonar objetivamente ¿no? -inquiere mi conciencia en un alarde de elocuencia-. Algo así ¿verdad?- remata.

Hombre pues… no sé que argumentar ante eso. Lo cierto es que… anda, mira lo que están echando por la tele… Si es la última trilogía en DVD de "El infierno de los clones". La estaba esperando desde hace meses. Voy a …

-Ojo con lo que haces, macho. Que la vida está muy cara y aún estás pagando los plazos del home cinema- advierte mi conciencia en un lejano susurro.

De súbito, me doy cuenta de lo cerca que ando del abismo. Miro a través de la ventana y busco sosiego en otras imágenes. Unos niños juegan a la pelota, saltan y brincan. Ríen y gritan. Son gritos de paz, tranquilizan mi alma. Doy media vuelta y sacudo la cabeza.

No te puedes imaginar, conciencia mía, lo difícil que es sustraerse a los medios.

 

 

 

 

 

 

 

© Marcos Manuel Sánchez Sánchez nació en Ciudad-Real (España) en 1961. Es Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense,
especialidad de Química Orgánica y ha trabajado como ejecutivo durante 15 años en la industria petroquímica. Actualmente vive en San Sebastián de los Reyes, provincia de Madrid.


A mí también la historia me absolverá
por Chejdad Mahmud

 

Un bosque verde espeso y muy cerrado, quizás es la imagen que más me impactó en mi tierna infancia, porque, mi primera exclamación al verlo desde la guagua "Girón V" era: "Uy, si me meto allí, me perderé para siempre". Tenia apenas 9 años de edad, quizás ya cumplidos o todavía por cumplir o, talvez 10 años?.

Con el tiempo, aquel bosque tenebroso se convertiría en tantas cosas para mí que, hoy en día aún añoro su generosidad, complicidad y compañía. Fue mi cobijo; mi alimento; mi mar; sitio de mis juegos y travesuras y cómo no, mis amores y desamores.

Era el mes de octubre de 1982 y, mi inquieta curiosidad volaba y tanto que se me difuminaba casi por completo: qué soy; de donde vengo; porqué vengo; a donde voy etc. tantas cosas que marcan y marcarían para siempre mi vida. En esos momentos se abría para mi un mundo nuevo, una vida en la que me sumerjo profundamente en todos los sentidos y maneras. No tenía lugar en mi mente otro fin, que explorar el lugar donde estoy, aquellos frutos grandes y amarillos que colgaban de los árboles y que se veían por todas partes en cantidades infinitas, hacían latir aún más fuerte mi curiosidad y mi apetito, que sin saber todavía qué era aquella fruta o especie vegetal, ya la deseaba y, no tuve que esperar tanto, justo al bajar de las guaguas corrimos en desbandada a los árboles y el griterío de todos y advertencias de otros no tenían cabida en ningún corazón en aquel intenso instante.

La TORONJA, que así se llama ase fruto tan absorbente en su presentación natural, fue mi primer bocado en Cuba, si, comí toronjas hasta la in saciedad, también la añoré, la agasajé, bailé y lloré en su honor; caminé largas jornadas en su busca y la encontré y, otras veces no; ahogó mi sed; fue motivo de mis peleas colegiales y, fue regalo una y mil veces a mis enamoradas y me alegré al recibirla como obsequio, la guardé bajo tierra como un tesoro en las épocas de escasez, luego iba a escondidas para saborearla, también la maltraté, porque era la mejor herramienta para sustituir una pelota de béisbol que era nuestro deporte predilecto.

Cuba, abrió sus puertas de par en par para mí, para nosotros y para millares de jóvenes de otros centenares de países. Cuba era mi destino y mi tierra de acogida durante 13 largos años pero también fructíferos y hermosos. Estudié casi todo el ciclo formativo allí, desde 5º de primaria hasta graduarme en la universidad. Yo definiría a Cuba como mi madrastra, pero esa que fue buena en todo momento, tolerante, eficaz, alegre y a la vez severa, me dio lo que tenía y se esmeró de que no me faltara ni me pasara nada y hasta me agasajó como hijo predilecto, sobre sus propios hijos. En Cuba no me permitían dormir porque me decían, que solo es necesario dormir cuando se esta muy cansado y a mi edad, ni siquiera había dado un paso de la vida real y... gracias a Dios, nunca desoí sus sinceros consejos y traté con todos los medios de estar siempre en pie.

Nosotros: éramos 600 niños de entre 9 y 12 años de edad, todos nacidos en plena guerra del Sahara Occidental y nuestra primera infancia fue marcada por el fusil y la bala, las trinchares y el miedo constante y sobre todo los largos viajes a todas partes y a ningún sitio. El Sahara, tan luego supe que era el desierto más grande e inhóspito del mundo y, que mi país se llama así porque esta en su parte más occidental. Mi país ahora sé que existe realmente, porque convivo con personas que han estado o viven allí. Aquellos murmullos que oía de pequeño sobre un tal Sahara Occidental y sus ciudades y sus barrios eran ciertos y, que mi padre murió defendiéndola.

Cuando abandoné Cuba, ya con 22 años y estaba bastante crecidito y con un titulo de licenciado bajo el brazo, era un mes de octubre, como antaño cuando llegue a la isla, no tenía una idea exacta de a donde voy, pero quería ir, ver a mi familia era lo más urgente, de la ultima vez hacía ya 13 años, un día me desligué de ellos sin mediar palabra y ese hecho también para siempre separó nuestras maneras y actitudes, cierto, ya no me acordaba de sus rostros ni de sus palabras. Mi reencuentro fue lamentablemente frió, pero intenso, no derramé lagrima ninguna, apenas mi madre pudo dejar ver unas cuantas gotas. Tenía una sensación rara en esos momentos, que más adelante esa sensación, se transformaría en confusiones, malentendidos, incoherencias, pensamientos raros, obligaciones...
Así, casi agobiado hice volar mi imaginación y, lo hice de todas las maneras posibles, en uno de esos vuelos, año y medio después de mi llegada a Tindouf, aterricé en Gran Canaria, era marzo 1997.

Eso, es otra historia y, otra lucha. Supe aquí en canarias que 2 y 2 no son siempre 4 y otras cosas más y; supe cual es mi razón de ser en esta vida y también cual es la de los tigres y los leones y las hormigas y los buitres y las hienas.

Por ejemplo hoy sé que estoy desarraigado, que tengo cien cabezas y mil lenguas; mis pasos van marcando un rumbo de lo que no tenía que haber pasado nunca o, tal vez si, pero, sé que mi tristeza no es contagiosa, porque va encubierta con chocolate y un transparente hilo de miel para disimularla.

Por ejemplo, que los buitres se alimentan de los animales muertos y vuelan muy alto y; las hormigas son tan fieras y voraces como los leones.

En fin, que con esto pretendo que me comprendan y que cada cual dé buenamente mucho de si, siempre, siempre, siempre.

 

 

 

 

 

 

 

© Chejdan Mahmud Yahid. Escritor saharaui. Las Palmas de Gran Canarias



v o l v e r


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