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    nueve  otoño  tres
PORTADA :: EL HILO ::  EL LABERINTO

 

Todas la claves y el símbolo 

VersO
Solo la muerte
por Ernesto Langer

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Muerde las flores
por Antonio Rodríguez

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Es todo
por Ivanovich Torres
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Tardes de silencios rotos
por Javier Sánchez

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Conrad Anker
por Román Piña Valls
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Lágrimas
por Ricardo Guzmán
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Desvaríos subterráneos (Muerte)
por Nuria Ruiz de Viñaspre
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Abre los ojos
por José Vicente Badía
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Fragmentos
por Daniel Rubén Mourelle
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Yo sé los secretos...
por Rafael P. Castells
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Tras la reja
por Miguel de Asén

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Dos Poemas
por Mª Carmen Moreno Mozo

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Pasajero
por Antonio Álvarez

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Hay calles que matan
por Antonio Polo
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Yo no me fui
por Rafael Pérez Castells
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Aunque les creamos inocentes
por Álvaro Colomer
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El miedo a los truenos
por Antonio Rodríguez
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Una carta con los ojos cerrados
por Rafael Moriel
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Temprano a la mañana
por Ricardo A. Kleine
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El pie
por Cristina Bergoglio
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Alabanza del Tumba
por Horacio Sacco
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La sartén por el mango
por Mariano Gimeno Machetti
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El Brujo
por Roberto A.B elmonte
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Terospitas
por Eliseo
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Silencio
por Antonio Rodríguez
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ENRIQUE VILA-MATAS
BARTLEBY Y CÍA.
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JULIO GARCIA TRIO
SIN HUELLAS
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EZRA POUND
CANTARES COMPLETOS

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ROGER SHATTUCK
CONOCIMIENTO PROHIBIDO

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CÉSAR ANTONIO MOLINA
VIVIR SIN SER VISTO
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KETIL BJØRNSTADT & DAVID DARLING
EPIGRAPHS
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KARL MARX
POEMAS
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LAURA RUIZ MONTES
LO QUE FUE LA CIUDAD DE MIS SUEÑOS
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ENRIQUE BADOSA
MARCO AURELIO, 14
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MARIA JESUS MINGOT
CENIZAS
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BEBER ESTIMULA LA INTELIGENCIA
por Antonio Rodríguez
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MARUJA TORRES: VIDA DE NOVELA
por Carlos Yusti

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AN OBSERVATION ABOUT KING CRIMSON
EL CUELLO DEL REY EN EL FILO DEL HACHA

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DAVID TORRES
DONDE NO IRÁN LOS NAVEGANTES
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LIGAZÓN
Propuesta de montaje para la pieza de D. Ramón Mª del Valle-Inclán
Incluída en el "Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte"
JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ VILLANUEVA y ROSA FERNÁNDEZ CRUZ
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Solo la muerte
por Ernesto Langer

 

Aislado, me encuentro, encerrado,
trás las paredes que me aprisionan.
Sólo la muerte tiene la llave
y no llega.

Afuera lo otro limita conmigo.
Es una inmensa otredad en que respiro y me muevo.
¿Hasta cuándo?
Esa es mi duda y mi prueba
mi desasosiego y mi pena.

Porque estoy solo. Esa certeza me corroe.
En este espacio están mi carne,
y dentro de ella mi espíritu.
No hay fuga posible.

Sólo la muerte tiene la llave
y no llega.

 

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Muerde las flores
por Antonio Rodríguez



Muerde las flores si no encuentras
mi sombra entre tus bragas si no duermes
las monedas que no quise guardarme
muerde las flores
cuando la celebración del aria te intimide
y los cantos te arranquen de tu alma y te lleven
de los pelos amarrada a la cola de un caballo
encabritado entonces muerde
las flores y muerde los mares y muerde
las paredes y muerde los ojos de los ciegos
que te juzgan al pasar y muere en ese tormento
de escuchar la tormenta que se viene a morir
contigo muerde las flores mueren las flores
calla muérdete la lengua bebe su polen
.

 

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Es todo
por Ivanovich Torres



Todo se debe a tu mirada, no encuentro respuesta más clara y sencilla. Sin lujos ni fama, todo se basa a esos labios de niña
Alta y espigada con un cuerpo ideado, ser contemplado por mucho tiempo. Como las azucenas dormidas en tus hombros a la espera de un suspiro, uno que venga sin permiso

A tus manos no les digo nada, también las miro. Me imagino que levantas tus manos y tus dedos cortan el aire, como tijeras a la seda. Así lo imagino

Subes sin dejar de tocar el piso, te elevas con tus sueños hasta dejar muy quieto a tu cuerpo; se pone tibio

De tantos sueños que procreas vas poblando tu destino, y mientras pasan los días más me callo y te miro

Poco a poco me quedo sin palabras, como lluvia cansada sin otro remedio que dejar que la luz cercene su vientre nuboso. La diferencia es que tu lo haces con tus instintos carnosos.

Y eso me parece que es todo, no agrego más para no desperdiciar tu asombro; mientras contemplas las letras me quedo en silencio, mi mente se calla, contemplo el aura que te acoge y el aroma de tus ojos.

Eso es todo, para mi, es todo.

 

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Tardes de silencios rotos
por Javier Sánchez



Estaba sentado tras la mesa
de un café cercano a mi apartamento
donde algunas,
quizás las mas solitarias
de las tardes,
venía a tomar café.
Era un lugar
de los pocos lugares
en esta acerada ciudad
de gris pizarra,
donde podía sentir
ese apaciguamiento
de mi mente desquiciada,
desbocada de dudas.
Me sentaba
y dejaba pasar el tiempo
enlazando diálogos incompletos,
trazos de frases
y conversaciones
que lentamente,
muy lentamente esbozaban
el cuadro inconcluso y eterno
de las antiguas obras de bodevil
que años atrás
había visto en varias ocasiones.
Como si de un personaje más
se tratara,
componía el colorido de este lienzo
acompañado
de mi taza de café,
y entre sorbo y sorbo,
los personajes
pasaban junto a mí
con sus historias colgadas,
a sus espaldas cansadas.
Era curioso observar,
como acabábamos hablando
siempre de lo mismo,
de poesía,
o de mujeres.
Y seguía pasando el tiempo,
impertérrito y decadente,
con la lentitud acostumbrada
pero era agradable
la sensación de sentirme
no como un escritor,
fotógrafo o pintor,
sino como partícipe
de una obra pictórica,
era como si el color
rojo, azul, verde o añil,
supiera su función
dentro de un cuadro.
La oportunidad de ser,
de participar,
de sentirme parte activa
unas veces,
en un cuadro de Cezanne,
y al poco
encontrarme en un lienzo Goyesco.
Era el paraíso de mi ego,
rodeado de cuadros y frases,
aderezadas de música y cerveza,
y como no,
de mi aromático y sabroso café
que como tantas tardes
han hecho pasar mis silencios y mis paranoias
al oscuro túnel del olvido.


 

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Conrad Anker
por Román Piña Valls



    A David Torres

Hallé tu cuerpo, Mallory,
como una estalacmita,
devorado por buitres, fundido en la montaña.
Prometeo de hielo, los goraks penetraron
con sus picos tu vientre,
tu corazón, tu hígado,
y en el hueco crecieron tus entrañas de nieve.
Con la pierna partida y la espalda desnuda
los años de ventisca deshicieron tu ropa
algodonando el cielo con lluvia de Inglaterra
en las cumbres del Tíbet.
Pero jamás creí que pudieras ser tú
sino el pequeño Irvine quien había de erguirse,
como un dardo perdido en la ladera blanca,
a saludar al hombre en vuestra búsqueda.
Al descubrir tu brillo de alabastro,
Única luz antigua entre las ruinas
de cuerpos abatidos en la cumbre,
pensé que eras el joven Andrew Irvine.
Ahora me pregunto por qué nos resistimos
a aceptar que eras tú, que era tuyo el cadáver
del hombre sepultado, que era tuyo el pie blanco
sin bota que asomaba, que eran tuyos los músculos
de hielo como mármol insensible a los siglos.
Porque eras como un dios, George Leigh, nadie creía
que pudieras ser tú quien nos diera su cuerpo
de luz para acabar con el misterio.
Nadie quiso creer en estas siete décadas
que tus ojos de fuego
se abrirían así desde el abismo,
mojados en la sangre, bajo el peso del mundo,
para hablar del horror de aquella noche.
Ya no sé si hice bien desenterrando
tus despojos, hurgando en tus bolsillos,
desdoblando la pierna de muñeco,
o al cubrir tu sepulcro
con las rocas oscuras que antes te golpearon.
Yo me senté en la nieve y miré abajo
por algunos minutos, en la cima
para escuchar tu grito en los glaciares,
acaricié tu torso de alpinista
hermoso y duro, frío como de oro
blanco que las tormentas respetaron.
Seguí las venas anchas de tus brazos,
arranqué tus dos manos de la nieve
arañada en la lucha por volver a la senda.
Y no miré tu rostro,
no pude con el cáliz
de contemplar tu faz de dios vencido.

 

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Lágrimas
por Ricardo Guzmán



      En el día de las almas,
      i.m. Federico Fellini

      a Raúl Guzmán

Estalla
el corazón.

El sol
tiene
un
sesgo extraño,
misericorde.

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!

Cuña bendita.

Ya no prevaricaran en celo
libélulas,
manzanas,
mariposas.

Lágrimas;
por criaturas grotescas
como jueves chamuscado.
Lágrimas;
por criaturas delirantes,
semejantes
a vendedores de biblias laqueados.
lágrimas;
por criaturas bizarras,
cual cruce de estrellas
con
zapallos impalpables.

Las bienamadas
quedaron
solas.

Y
a nosotros.
En esta
dulce vida,
sólo nos queda
convertirnos
en roca.

Flamear
silencios incandescentes.

 

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Desvaríos subterráneos (Muerte)
por Nuria Ruiz de Viñaspre

 

...y que la muerte ponga fin a mis días
y me sorprenda
sentada en tus rodillas
que me sorprenda a la altura de tus ojos
¡abárcame en los umbrales de tu sonrisa!


I


CUANDO alguien muere
Y siempre alguien en algún lugar
Está muriendo
Quisiera uno no volver a detenerse
Ante las flores
No inclinarse jamás sobre éstas
Dejando así de respirar eternos olores
Cuando alguien muere
Y siempre alguien en algún lugar
Está muriendo
Quisiera uno esperar en silencio
Que el sol jamás asome
Y las horas se detengan
O puede que incluso huyan
De largo y sombrío luto
Pues no hay hora ni minuto ni segundo del día
Libre de muerte
Y entre segundo y segundo
Una nueva muerte siempre mora
Siempre alguien en algún lugar muere


II


DICHA
Efímera es la dicha
Lo dicen tus ojos
Que cuando obtienen todo
Nada queda
¡Grábate en la retina esas horas detenidas!
Dicha
Que se resbala escurridiza
Por entre tus dedos
Por entre tus ojos
Y entre tus dedos y tus ojos
Esas horas detenidas
¡Oh, Felicidad!
Que finita su existencia
Que en cuanto la rozas
Ya se escapa, se escapa
De tu abrazo
De tu mano
Y entre abrazos y mil manos
Esas horas detenidas
Huidizas
Siempre huidizas
¡Oh, si pudiera guardar el tesoro
De esas horas detenidas!
Esas horas que devoran
Tiemblan
Y moran
¡Esas íntimas aliadas del Tiempo!
Me devoran
Te devoran
Y entre devorado y devorada
Muriendo como sombras
Como almas
¡Oh, detente un segundo Amado!
¡Detén tu paso!
Y observa, tenaz
Esas agujas que matan
Devoran
Tiemblan
Y moran


III


SANGRE
Sangre roja
Sangre muerta
Cuerpo inerte
Tus azuladas venas
Plateadas
Tus desleales manos
Yertas
Sangre
Sangre quieta
Sangre helada
Tus inocentes bocas
Contraídas
Tus suspendidos ojos
Estáticos
¡Oh, Destino!
Que te llevaste al Amado sin reparo
Sangre
Sangre espesa
Sangre esquiva
De tus líquidos vientres huyendo
¡Ay de mí, Amado!
¿Adónde te marchaste tan manchado?
¡Qué diametro tu herida!
Sangre
Sangre muerta
Tus abiertos vientres
Desollados
Por un filo
Por un filo de navaja
¡Venganza!
¿Qué navaja osó
En tus espesas entrañas hundirse?
¡Quién fuera filo!
¡Quién daga intrépida en tus vientres!
¡Oh, Amado!
Que te fuiste
Y te escondiste
Y me dejaste


IV



AMOR
Que por ti todo lo diera
Todo
Que nada tengo
Si ausente te hallas
Amor
Que por ti todo matara
Que sin ti soy nada
Eso que sólo tengo
Nada
Todo
Amor
Atravesar tus ojos quiero
Y allí donde el tiempo ni existe
Morar por siempre
Sin tiempo
Déjame morar tras tu mirada
A cambio te digo de una vida
De todo
Nada
Eso que sólo diera


Selección del libro "Desvaríos subterráneos" publicado por Huerga y Fierro Editores.

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Abre los ojos
por José Vicente Badía

 

Abre los ojos,
y dime lo que ves.

Veo niños muertos antes de nacer,
veo viejos anclados en sus sillas de piedra,
perros sangrando agua por la boca,
árboles desnudos, moviendo sus raíces.

Cierra los ojos,
no ves nada,
la oscuridad ciega tu mente.

Busca la llave,
abre la puerta,
y entra.
y dime, lo que ves ahora.

 

 

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Fragmentos
por Daniel Rubén Mourelle

 

La Historia encuentra su celda


En aquel patio
de tanto que mis seis años la amaban
jamás
pero jamás jamás
me vio




Por la herida la sangre se libera


El último día
justo ése

se me acabó la tinta
se me cayó la goma

y de la espalda hacia atrás
hubo un ruido

a quebranto

a lágrima asesina




En la cama a oscuras


La flecha da en la lengua
no tiene alternativa
Aquellas risas siguen retumbando
ninguna regresa a los sitios del encuentro

Los hermanos
en la sangre
único lugar
aquellas risas
aquellas tardes

Después
en el tren
una siesta infinita

Cuántas trampas para obligarnos
al abandono de nuestros niños
callados
para escuchar




Primera comunión


A los ocho
descubrí en mi caja
un lápiz traidor

lo quemé en el fondo
sobre una piedra

aún hoy
queda la marca

Arponeros

Call me Ishmael 
H.M.

Ásperos
dramáticos
tifones desesperados por recuperar
el aliento
hoy nos vemos
tal como veníamos
a buscarnos




Las eternas esclavas


Siempre que lloramos
escondemos

Nuestras lágrimas aceleran la huida
creyendo liberarse

para ser atrapadas sin remedio
por alguna
de esas tristezas que justo
estaba volviendo


 

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Yo sé los secretos...
por Rafael P. Castells

 

Yo sé los secretos de la luz pero no tengo fósforos,
yo sé que si una sonrisa escapa en un vagón
vale más que un día boreal,
yo sé tantas cosas convenientes que apenas practico
siempre distraído por lo inútil.

Yo sé casi lo mismo que supe al guardar el primer recuerdo,
aunque, ahora, también sé que tendré pánico.


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Tras la reja
por Miguel de Asén

 

TRAS LA REJA
Al hombre que estuvo en la carcel por
robar unos pañales.


Tras la reja el alma herida,
en mi celda la mente huida,
con frescor de soplo de vida,
olvidando la afrenta no merecida.
Pájaro mil veces ser quisiera
y volar a un lugar sin nombre,
sentir la libertad en mi boca,
llenarme de brisa, de sol, de risa.
¿Tanto mal hice yo al mundo?
¿No son mis lágrimas bastantes?
Son los años millones de instantes
y este pozo es tan profundo,
que aún respirar es ya condena.
Nada ahora mi ser llena,
sólo me queda la pena
y en mis pies una cadena.
Miguel de Asén.



AFTER THE GRILL
To the man that was in the jail to steal
some diapers.

After the grill the wounted soul,
in my cell the escaped mind,
with coolnes of blow of live,
forgetting the not deserved insult.
Bird a thousand times to became I wanted
and to fly to a place without name,
to feel the freedom in my mouth,
to fill with breeze, of sun, of laught.
So much worng I made to the world?
My enougt tears are not?
The years are millions of instants
and this well is so deep,
that to breathe is already condemnation.
Nothing now my person enjoy,
I only have pain
and in my feet a chain.


Miguel de Asén

 

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Dos Poemas
por Mª Carmen Moreno Mozo

¿Te vas?. Oye, escucha..
Mañana oiré el silvido del viento.
Te veré maullar. Te sentiré al alba.
Me abrazarás, mío, único, suave: Hielo
Me besarás. Contigo sentirás que vibro.
Me salvarás de la rutina. Te contaré
lo que sentía cuando te ibas.
Sabrás
que veo tus palabras en los cristales.
Sabrás
que estás conmigo cuando caigo o lucho
en la vida de corcho, calles salvajes
AULLIDOS
SOLEDAD
SILENCIO.
La penumbra de sueños. Acabados besos.
Ahogarás los dedos en la piel de mis ojos
y estará el tiempo roto
de tanto perderse en recuerdos.
Vaho. Niebla. Y lloré
Sabrás, si oirás que recuerdo lo que gritas.
Si te vas, no podrás acabar con el amor.
Te llevará la soledad al pánico
y sentirás la ternura
que ahoga la ciudad
y te hace volver sobre tus pasos.

 

Si vinieras ahora lloraría en el cuenco
de tus ojos. Tiraría tu amor.
¿Recuerdas como tirabas tú mi manía
de asirme a ti emborrachada
de lágrimas?
Dirías: ¡Si¡. Ojos hirviendo de amor.
Ojos hirviendo de dolor ¿Recuerdas?
Voy a contar todos mis gráciles sueños
(esos que pintaste tú en mi vida)
-Te rociaré de besos-dices.
Ya no podemos. Devuélveme todas
las perlas de lágrimas
que derramé.
Cuéntalas. Son tan tuyas ahora
(Una, dos, tres, diez,
cien, doscientas, mil,
diezmil)

 

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Pasajero
por Antonio Álvarez



Subes al impertérrito ferrocarril de la vida,
y en cada estación te bajas
para dialogar con el hastío.
Y en cada túnel de la noche sueñas de prisa
porque
-aún en la oscuridad-
flotan pensamientos.

Al principio,
cuando querías devorarte el mundo
en un instante,
no cerrabas los ojos en los túneles.
No lo hacías, por ese afán que abrigabas
de ser pasajero de todos los ferrocarriles
del universo.

Y descendías para conversar
con el guardavías de tu destino.
Mas, luego corrías presuroso hasta el andén.

Es que odiabas quedarte solo en la distancia,
mientras el tren de la vida iba en busca
de nuevas estaciones.

Ahora ya no desciendes de ese carro
de los recuerdos idos,
porque no ignoras que tu lentitud en este instante
es abismante.
¿O será acaso que el ferrocarril corre más raudo?

Quizás.
Y por eso odias ahora ser pasajero
de cualquier tren.
Y temes a los túneles de cada noche.
Y sientes miedo de quedarte dormido
antes que emerja la máquina
desde tus tinieblas.
Porque ahí sí escucharás
sólo el ruido isócrono e intolerable de los fierros.

En ese momento bajarás angustiado
en la estación de un pueblo desconocido.
Y verás desde el andén
-con impotencia senil-
alejarse para siempre
aquel ferrocarril repleto
de otros pasajeros presurosos.

Antonio Alvarez


 

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