Paraíso
por Miguel Ángel Gara

La crucifixión de una magnolia.
Escuchar el ruido de los pájaros, su espina atravesada.
Es tarde. Brilla la música tras la puerta cerrada. El sexo más allá de los cuerpos soldados.
Rescatar un instante en el horizonte pero ella era el horizonte y no había manos.
Ella apilaba amor y aparecía entre las torres inauditas ¿qué podías hacer, hermano?
Su cabello nocturno escondiéndose. Sonaba la música como una mentira pero ella era
           hermosa como una mentira.
El hombre que fuiste almacena insectos pero las puertas se abren al futuro en una corriente
           de agua y madre.
Fue la intensidad del fuego, su alegre vigilia entre las calaveras.
Tardío el sol de los ángeles. En los jardines de mármol avanza la sombra como un lúcido topo.
El obispo sujeto por la cadena; la cadena indestructible como la madre. El infierno con una
           dulzura incomprensible.
Y en el balcón las madreselvas del deseo.

Buscas el resplandor de lo soñado y crees que tu agua se secó, pero bebes, hermano,
          bebes.
La leña rubia, tu fuego crepitando la noche.
La noche y su incendio tras cortinas de hueso.
En la sobremesa se escuchaba el cuco. Más tarde en los corrales, el aire corría perfumado. El
          apaciguado estómago y el campo de manzanos tras la muela blanca otorgaban al
          cuadro un reposado espanto.
Sobre las gotas cayendo, la imaginación. Grey de instantes que ascienden y profundizan.
Todos los amuletos del viento; sorprendido por la intensidad te refugias en un templo y el
          techo oculta las constelaciones.
El niño envejece. En la copa coagula lentamente el oporto.

La materia de las visiones. Película en ByN de un cigarro que arde; el amor recién extraviado,
          recién extraído.
En mitad del entierro calendas de vendimia, un desván y el olor a tejo de los baúles.
Sueño de sal bajo la primavera. Sarmientos de araña y ruinas de fértiles glebas.
Tú también buscas lo libre en la belleza cuando los molinos vuelan y el centeno se arremolina
          en tus sienes.
Viajaste por los campos y la lluvia te bendijo y te regocijaste mientras los niños reían y las
          nubes amasaban la paz.
Pero el mar se secó cuando ella renunció a caminar ¿recuerdas?
Y el pueblo crujía en los pozos y en los cañaverales
Pintabas en un lienzo interminable.
El futuro.


 

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